Cuando acabó el segundo partido en Anfield Road, solo cabía cruzar los dedos para que el viaje de regreso transcurriera sin incidencias y el Athletic … llegara a casa sin más sobresaltos. No podían caber más desgracias en una tarde que se anunciaba como una fiesta del fútbol pero que solo lo fue para los locales, que celebraron siete goles y mostraron a los seguidores que llenaron el campo que están perfectamente afinados para la competición. Para el Athletic la tarde fue un agónico ejercicio de supervivencia que se saldó con dos nuevas derrotas y, lo que es mucho peor, con otras tres bajas que, de confirmarse una mínima gravedad, comprometen seriamente el arranque de la competición para los de Valverde.

Lo de Liverpool parecía una oferta comercial al estilo de llévese dos por el precio de uno. El Athletic se fue a Inglaterra con la ilusión de disputar un doble choque de mucho prestigio y regresa con las lesiones de Prados, Sancet y Yuri. En un mundo como el del fútbol tan proclive a dar respuestas simples a problemas complejos y a buscar culpables a los que responsabilizar de cualquier desgracia, es inevitable preguntarnos quién ha gafado al equipo este verano en el que tanto abundan las malas noticias.

Si Valverde ya tenía un buen quebradero de cabeza en el eje de la defensa, no solo dos posibles soluciones como Prados y Yuri se convierten en dos problemas, sino que ahora se ve en la tesitura de no poder contar con su goleados más eficaz, como volvió a demostrar ayer en el rato que estuvo en el campo un futbolista clave para engarzar el juego de ataque.

La lesión de Sancet al filo del descanso era la peor noticia de un primer tiempo que pudo acabar con una goleada similar a la que se registró en el primer partido, pero que se cerró con un increíble empate. El Liverpool había desperdiciado no menos de media docena de ocasiones para batir a Simón, pero solo llevó el balón a la red una vez; lo mismo que el Athletic con un único remate entre los tres palos. Las cosas del fútbol también ocurren en verano. En cualquier caso, Gapko se bastó y se sobró para poner el marcador en su sitio en la continuación.

El Athletic concertó esta doble cita ante el campeón de la Premier consciente de que esta pretemporada tiene que ser más exigente de lo habitual, a la altura de los compromisos que se vienen encima en la ya inminente temporada. Se trataba de someter al equipo a un test de estrés ante un rival al que se reconoce superior, porque lo es por medios y plantilla.

Aunque suene a tópico el resultado es lo de menos en estos casos, incluso si se llega después de tres derrotas consecutivas ante rivales a los que habría que considerar inferiores o, como mucho, similares, por las mismas razones antes expuestas.

Toca analizar lo que sucedió en el rectángulo sin mirar al marcador. Y lo que sucedió fue que quedó claro que el Liverpool está un peldaño por encima del Athletic, siendo generosos con los rojiblancos en la comparación. Si en el primer partido pudimos medir la diferencia de magnitud de las dos plantillas, el segundo, que enfrentó a los presuntos equipos titulares, confirmó la primera impresión. Bastaba con repasar las nóminas de los dos equipos para llegar a esta conclusión, y nos hubiéramos ahorrado el viaje y el mal rato, pero tampoco sobra comprobar empíricamente lo que apunta la teoría, para que no haya lugar a engaño.

Los presuntos titulares al menos plantaron cara y aunque fuera a ratos y aprovechando los momentos en los que el Liverpool se tomaba un respiro, lograron parar la avalancha que se les vino encima y hasta empatar dos veces a un rival que les pasó por encima con balón y sin balón, que corrió más y más rápido y que, en definitiva fue superior en todas las facetas.

El grupo que puso en liza Valverde en el partido de teloneros se personó en el campo no como la unidad B, según la nomenclatura al uso, sino como una cuadrilla de amigos que se iban ajugar una cena en la cervecera. Semejante puesta en escena tuvo un resultado inmediato: 2-0 para el minuto cuatro y la sensación de que el prestigio internacional del Athletic estaba en serio riesgo. Aunque hubo goleada la cosa podía haber sido mucho peor. Lo mismo que en el partido posterior, en el que lo que realmente ocurrió en el césped quedó desfigurado en el marcador.