En apenas un kilómetro de costa rocosa en La Caleta de Interián, en Los Silos, un grupo de mujeres del lugar mantiene viva la tradición ancestral de aprovechar la sal marina para uso doméstico e incluso para canjearla o venderla, tras recogerla de los charcos formados por la acción de la lava y el mar. Un oficio que ha pasado de generación en generación, siempre con una mujer a la cabeza en las familias recolectoras, y que perdura gracias a ellas. Un saber en su esencia y su traspaso.
El Ayuntamiento de Los Silos quería destacar la figura de estas mujeres que llevaban toda la vida -y lo siguen haciendo- dedicándose a esta agricultura del mar que hasta ahora no había sido reconocida en el municipio.
Para conseguirlo, eligió al escultor Julio Nieto, un artista cuyas creaciones generan asombro y detienen la indiferencia porque conectan con el público, pues en ellas se plasma lo más importante, que él se divierte y disfruta durante su creación.
Como casi siempre lo hace, Nieto optó por una mirada diferente y se centró en la idea de herencia.
Concibió la obra como un homenaje al legado que pasa de padres y madres a hijos e hijas, que impiden que esta tradición se disipe en el olvido.
Así, Herencia de sal fue el título elegido para su obra que desde ayer vigila la costa del municipio, justo frente al lugar donde las mujeres realizan su recolección, principalmente durante los meses de verano.
El movimiento, una característica de todas sus creaciones, también se plasma en esta escultura, en la que la figura de una niña irrumpe en el espacio e interactúa con el público al que le ofrece un puñado de sal con una de sus manos, incitando a quien la está mirando a hacer el gesto de recogerla para evitar que se derrame. Su gesto invita a la complicidad, a la necesidad urgente de tomarla, para evitar que se escurra. “Es una escenografía viva, que te incita a formar parte de la escena, a recoger la herencia y sellar el momento en una foto”, sostiene.
Largo proceso
Su construcción no ha estado exenta de complejidad debido a que es una pieza realizada en bronce, un material que lleva un proceso largo de trabajo -en este caso concreto le dedicó casi siete meses- ya que hay que modelarlo, fundirlo, cincelarlo y encajar todos los trozos.
Sin embargo, los momentos de diversión fueron para Nieto la sal de su trabajo. Con un afán por encontrar la verdadera esencia, el escultor se trasladó hasta la costa silense, tomó un molde de las rocas donde se concentra la sal y lo imprimió como parte de la tela del vestido de la niña. “Quería que los materiales se fundieran” explica, “que se entendiera que no es solo la hija de la salinera, sino la propia roca la que te ofrece su corazón mineral”, explica el artista.
El complemento perfecto de la obra es el lugar donde se encuentra la escultura, destinada a ser abrazada por el salitre que danza en el aire; la sal, elemento omnipresente de La Caleta de Interián, la irá vistiendo poco a poco.
La idea es que con el paso de los años, las zonas del vestido que simulan las rocas, se cubran con la misma sal que las madres han cosechado desde tiempos remotos en ese sitio de la costa y la niña se llene de la misma sal que evitó dejar caer. Una escultura en la que se refleja que la verdadera herencia no es lo que se guarda, sino aquello que, con una mano generosa, se comparte y se ofrece al futuro.