En 2023, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó la misión Juice (Jupiter Icy Moons Explorer) con un objetivo claro: explorar Júpiter y sus lunas heladas, Europa, Ganímedes y Calisto, para responder una de las preguntas más antiguas de la ciencia: ¿pueden existir océanos habitables más allá de la Tierra?
Sin embargo, en el espacio las oportunidades no tienen tiempo de planificarse. Y cuando un visitante de otro sistema solar se cruzó en su ruta, los científicos decidieron mirar hacia otro lado, literalmente.
Una oportunidad cósmica inesperada
© Juice/ESA.
El protagonista de esta historia es el cometa 3I/ATLAS, el tercero de origen interestelar registrado en la historia, tras ‘Oumuamua (2017) y 2I/Borisov (2019). Es un cuerpo que no nació bajo la luz del Sol, sino en un sistema lejano, y que viaja a una velocidad tan alta —unos 58 kilómetros por segundo— que jamás volverá a pasar por aquí.
Por eso, cuando los astrónomos de la ESA vieron que la trayectoria de Juice coincidía, aunque fuera por unas semanas, con el paso del cometa, decidieron aprovechar la coincidencia.
“Lo único que hicimos fue modificar ligeramente la orientación de la sonda para medir al cometa con nuestras cámaras y espectrómetros, sin cambiar su trayectoria”, explicó Nicolas Altobelli, jefe científico de la misión, en diálogo con El Debate.
Durante el pasado mes de noviembre, Juice observará al cometa utilizando su espectrómetro SWI y su sistema de cámaras de alta resolución. El objetivo es analizar su composición química y estructura, y entender si los cometas formados en otros sistemas estelares comparten los mismos ingredientes que los nuestros.
Un visitante “atípico”
© ESA.
Lo que hace a 3I/ATLAS tan enigmático es su comportamiento. Su brillo ha variado de forma irregular, y su forma —aparentemente alargada— desafía los modelos tradicionales de los cometas conocidos. Su núcleo, de unos 5,6 kilómetros, está rodeado por una coma de miles de kilómetros de diámetro, una nube de gas y polvo que se enciende al acercarse al Sol.
“Tiene características que no son familiares en nuestro sistema solar porque procede de otro. Es interesante ver cómo se forman los cometas en otros sistemas planetarios”, añadió Altobelli.
Mientras tanto, los telescopios terrestres seguirán sin poder observarlo hasta diciembre de 2025, cuando el cometa vuelva a ser visible tras pasar detrás del Sol. En ese momento, alcanzará su punto de mayor acercamiento a la Tierra: unos 270 millones de kilómetros.
Un puente entre sistemas
La verdadera relevancia en esta observación no está en la belleza del cometa, sino en lo que representa: un trozo intacto de otro sistema estelar que ahora atraviesa el nuestro. Analizarlo puede revelar cómo se forman los mundos alrededor de estrellas lejanas, y si los ingredientes para la vida son universales o exclusivos del Sol.
Juice enviará los datos de su observación a la Tierra en febrero de 2026, cuando la telemetría lo permita. De momento, la sonda continúa su largo viaje hacia Júpiter, a más de 600 millones de kilómetros, con una nueva misión improvisada en su historial: haber aprovechado una oportunidad única en el cosmos.
En palabras de Altobelli, “El cometa está en su punto máximo de actividad y es un buen momento para hacer mediciones. Aunque es diferente a los que conocemos, eso es precisamente lo que lo hace fascinante”.
Quizá, cuando Juice llegue a las lunas heladas de Júpiter, 3I/ATLAS ya sea solo una sombra lejana. Pero su paso fugaz nos recordará algo esencial: que incluso en una misión con destino fijo, el universo siempre encuentra una forma de sorprendernos.