¿Cómo se diferencia la inmunoterapia de tratamientos más clásicos, como la quimioterapia o la radioterapia?

La quimioterapia y la radioterapia actúan directamente sobre las células tumorales, produciendo daño en el ADN o bloqueando la división celular. La inmunoterapia, en cambio, no ataca directamente al tumor, sino que activa el sistema inmune del propio paciente para que reconozca al tumor como ‘algo extraño’ y lo ataque. Es decir, se potencia la respuesta natural del propio organismo frente al cáncer.

¿En qué tipos de cáncer se han visto hasta ahora los mayores beneficios de la inmunoterapia?

Son muchos los tumores en los que la inmunoterapia ha demostrado beneficio, como el melanoma, el cáncer de pulmón, renal, urotelial, cabeza y cuello, hepatocarcinoma o cérvix, entre otros. Además, en tumores que presentan lo que se denomina inestabilidad de microsatélites alta (MSI-H), la inmunoterapia puede ser especialmente eficaz, independientemente del órgano de origen. Sin embargo, no todos los pacientes con un mismo tipo de tumor responden igual, y en algunos tipos de tumores el beneficio es limitado. Por ello es fundamental seguir investigando para entender mejor qué pacientes se benefician más y cómo optimizar su uso.

Desde la SEOM, ¿cómo valoran el papel actual de la inmunoterapia dentro del tratamiento del cáncer en España? ¿Está ya consolidada como una opción estándar en algunos tumores o sigue siendo una terapia reservada a casos seleccionados?

En España, la inmunoterapia ya forma parte del tratamiento estándar en varios tipos de cáncer y líneas de tratamiento concretas, recogido en las guías clínicas y financiado por el Sistema Nacional de Salud. Actualmente es una herramienta esencial dentro del arsenal terapéutico, aunque, como ya se ha mencionado, no es adecuado para todos los pacientes ni para todos los tipos de tumores. Es importante recalcar que su uso debe estar basado en la evidencia científica y en una evaluación individualizada.

No todos los pacientes responden igual a la inmunoterapia. ¿A qué se debe?

Esto ocurre con la mayoría de los tratamientos en oncología, y una de las razones principales es la heterogeneidad biológica inherente a todos los tumores. En el caso concreto de la inmunoterapia, influye especialmente el microambiente tumoral: hablamos de ‘tumores calientes’, con una alta infiltración de células inmunes y, por tanto, más propensos a responder, frente a ‘tumores fríos’, donde el entorno tumoral dificulta esa respuesta. También existen mecanismos de resistencia adquirida, mediante los cuales el tumor aprende a escapar del control del sistema inmunitario. Por eso es tan importante desarrollar biomarcadores más precisos y modelos integrados que combinen información molecular, inmunológica y clínica.

Y en cuanto a los efectos secundarios, ¿qué se debe saber? ¿Son más ‘leves’ que los de la quimioterapia?

Son diferentes, pero no necesariamente más ‘leves’. La inmunoterapia puede provocar efectos adversos inmunomediados, ya que, al activar el sistema inmune, este puede atacar a tejidos sanos. Los órganos afectados suelen ser la piel, el intestino, el hígado, el tiroides o los pulmones. La mayoría de los casos son leves o moderados (grado 1-2), pero en algunos pacientes pueden ser graves. Es fundamental el seguimiento estrecho y la detección precoz de síntomas. La mayoría se manejan de manera eficaz con corticoides e inmunosupresores cuando se tratan de forma temprana.

¿Podemos esperar que la inmunoterapia se combine con otras terapias para aumentar su eficacia?

Sí, de hecho, ya ocurre. Actualmente se emplean diferentes combinaciones: quimioterapia + inmunoterapia (por ejemplo, en cáncer de pulmón), antiangiogénicos + inmunoterapia (hepatocarcinoma), anticuerpos conjugados + inmunoterapia (carcinoma urotelial) o combinaciones de dos fármacos de inmunoterapia (melanoma o renal). Otras combinaciones con nuevos fármacos están en investigación, con el objetivo de aumentar la tasa y la duración de la respuesta, ampliando el beneficio a más pacientes.

¿Cuáles son los principales retos que identifica la SEOM para seguir avanzando en inmunoterapia, tanto desde el punto de vista de la investigación como del acceso equitativo a estos tratamientos en España?

Los retos son múltiples. En primer lugar, es fundamental garantizar la equidad en el acceso, de modo que todos los pacientes, con independencia de la comunidad autónoma o del hospital donde se traten, tengan las mismas oportunidades de recibir el tratamiento más adecuado. En segundo lugar, resulta esencial impulsar la investigación traslacional y clínica para identificar biomarcadores más precisos, más allá de la expresión de PD-L1, que permitan seleccionar mejor a los pacientes que se beneficiarán de la inmunoterapia. Igualmente, es prioritario profundizar en los mecanismos de resistencia, con el objetivo de desarrollar estrategias que permitan superarlos y ampliar el beneficio. En último lugar – pero no menos importante- se debe garantizar la sostenibilidad del sistema sanitario, equilibrando la incorporación de la innovación con una evaluación rigurosa del valor clínico y económico de cada tratamiento. Desde SEOM consideramos que avanzar en estos tres pilares – equidad, investigación y sostenibilidad- son claves para poder avanzar en la oncología del futuro.