El Templo de Debod es un auténtico templo del antiguo Egipto. Se calcula que entre 200 y 180 a.C., el rey Adijalamani ordenó construir una capilla en la ribera del Nilo dedicada a los dioses Amón e Isis. En los años 60 del siglo XX (pequeño salto temporal), el enorme embalse causado por la presa de Asuán amenazaba con sumergir templos milenarios como Debod. España colaboró para salvar esos monumentos, así que en 1968 el Gobierno egipcio donó el templo a España. Si hubiésemos ayudado a salvar la gran pirámide de Guiza, habría que ver Callao hoy. Piedra a piedra, el templo fue trasladado a la zona del Parque del Oeste de Madrid. Es uno los pocos monumentos de arquitectura faraónica que hay fuera de Egipto, el único de su tipo en España, y el único a la altura de Isabel Díaz Ayuso, que pronunció este domingo, en la manifestación del PP contra la corrupción del Gobierno, una de las mejores expresiones del año: “¡Nuestra querida Pamplona!”.
Pamplona, sí. Pamplona vendida a PNV y Bildu por el PSOE gracias a la obra pública y blanqueando la historia del terrorismo, dijo Ayuso. Pamplona, de donde salieron las primeras tramas de Santos Cerdán y Koldo García. “¡Nuestra querida Pamplona!”, gritó la presidenta. Era un grito desgarrado de pérdida, de ya no se puede hacer nada. Lo que han hecho con Pamplona. El terrorismo y la obra pública nos han depositado aquí. “El cunnilingus y la psiquiatría nos han llevado a esto”, le dice Tony Soprano a su mujer Carmela, sentado sobre la cama, abatido por la inminencia de una guerra mafiosa.
“Efectivamente, mafia o democracia” es el lema de la manifestación. Ya tienes que estar sobrado, ya tienes que saber que vas a ganar las elecciones con 50 escaños de diferencia, cuando convocas el jueves una manifestación el domingo y le metes en el lema un adverbio acabado en -mente, que eran los que buscaba Vargas Llosa por sus borradores para eliminarlos de manera fulminante (fulminantemente, iba a decir ya). El anticlímax, pero ahí están: frío de morirse, miles de personas y sólo un líder sin cazadora o abrigo, que es Alberto Núñez Feijóo. El líder del PP avisó de que después de Cerdán y Ábalos será Sánchez quien acabe en la cárcel. Esas frases no se pueden decir con un tres cuartos ni con una bufanda como la que llevó Rajoy, ni con un gorro de lana. Hay que decirlas a pecho descubierto. Entre la gente, cientos de banderas españolas y ninguna del PP, como había pedido Feijóo en la víspera. En Galicia también pedía que no hubiese banderas del PP y a veces, cuando las cosas iban muy mal en Madrid, suprimía también las siglas. Rajoy lleva la fama pero ojo con Feijóo, que hay una commedia buena ahí dentro.
En los bares de los alrededores, porras con chocolate caliente y Telemadrid a un volumen eufórico. Hay un especial por la manifestación. España en el alero. Enfado tremebundo de los tertulianos con Vox, al que dedican sus peores palabras por no apoyar la manifestación. Critica uno la “desvergüenza” de Abascal por no estar presente cuando se está destruyendo una nación de 600 años (cada diez años se le suben cien de antigüedad). Otro o el mismo, creo que Carlos Dávila, avisa de que no es momento para tibios: “Es tan importante lo que está pasando en España que los tiquismiquis se tienen que quedar en casa”. Si lo dice por el frío, toda la razón del mundo.
Suena la música de El Padrino antes del acto y después The final countdown de Europe, pobre Joey Tempest que ha terminado en manos de DJ Pulpo. Voy a Google a ver qué fue de Joey Tempest y resulta que tiene 62 años. O sea que debía de tener 11 cuando cantaba la canción. Almeida presenta a Ayuso como una mujer perseguida por los poderes del Estado. Se le ve perseguida. Dedica buena parte de su discurso al terrorismo y otra parte a un tertuliano desconocido, a alguien que no cita pero sugiere constantemente. Ha debido discutir con un periodista de su órbita ideológica antes de subir al atril y se nota. Pseudomenciones todo el rato. Los “equidistantes”, esos que van “de moderados y sólo son cobardes”, y tienen “esguinces de cuello, nosotros los que vamos de frente no tenemos esos dolores”. Ovación tremenda (la gente aplaude muchísimo, pero es que hace un frío horroroso).
“Nuestros dolores son otros”, dice Ayuso dirigiéndose a ese que tiene esguinces de cuello por mirar para otro lado, a saber qué leyó esa mañana en el periódico. “Nuestros dolores son otros: en el alma”. Hizo un amago como de señalársela antes de reparar en que a saber dónde tenemos el alma, y si la tenemos. Así que se limitó a mirar al horizonte, la mirada brillante a un punto indeterminado pero a mí me parecía que en dirección a Pamplona.