Ricas, españolas y presentadas en sociedad. El hotel Shangri-La de París desplegó este fin de semana su habitual mezcla de esplendor imperial y discreción moderna para acoger una nueva edición del Baile de Debutantes, un acontecimiento que continúa funcionando como uno de los rituales más selectos del calendario internacional. Este año, el protagonismo español llegó de la mano de Eulalia de Orleans-Borbón y Almudena Dailly de Orleans, dos jóvenes cuya presencia confirmó el peso que siguen teniendo los linajes históricos en este escenario donde tradición, alta costura y beneficencia se entrelazan con precisión coreográfica.
Dos españolas en el centro de la escena
Las dos representantes españolas fueron, para muchos asistentes, las figuras más comentadas de la noche.
Eulalia de Orleans-Borbón, hija del empresario Álvaro de Orleans-Borbón y estudiante de Economía y Finanzas en la Universidad de St. Andrews, llegó acompañada por Albert Windsor, nieto del duque de Kent. Para la ocasión escogió un vestido de Tony Ward, acompañado por una tiara de V Muse, una pieza histórica creada en 1912 por el joyero vienés Moritz Hübner, confeccionada en platino y oro y decorada con diamantes antiguos en forma de flor de lis. Una joya que perteneció a la princesa María Ana de Parma y que conecta directamente con la herencia Borbón.
Por su parte, Almudena Dailly de Orleans, hija de Pierre-Louis Dailly y de la princesa Adelaida de Orleans —y ahijada del rey Juan Carlos—, rindió homenaje a su madre eligiendo un vestido de Christian Dior, la misma casa que la vistió en su boda de 2002. Llegó acompañada por su hermano Diego y lució una sofisticada tiara de Ansorena, compuesta por dos piezas: una delicada media luna adornada con nomeolvides y motivos clásicos, y una gargantilla de diamantes talla rosa y antigua que reforzó su presencia en el salón.
Ambas jóvenes encarnaron a la mezcla de tradición, modernidad y discreción que exige Le Bal, un evento donde la actitud cuenta tanto como el linaje.
Un ritual que ha sobrevivido al tiempo
Aunque su origen se remonta al siglo XVIII, el Baile de Debutantes vive hoy gracias a la visión de Ophélie Renouard, la mujer que ha transformado este antiguo debut aristocrático en una sofisticada coreografía social. Renouard selecciona personalmente a las diecinueve debutantes que cada año participan en el evento, no busca perfección sino actitud, su criterio son jóvenes que representen excelencia, cosmopolitismo y presencia escénica.
Antes del baile, las participantes reciben instrucciones sobre cómo caminar, cómo descender una escalera o cómo sostener una mirada. Renouard afina cada gesto para que la puesta en escena funcione como un mecanismo preciso, donde nada parece improvisado aunque tampoco resulte teatral.
Las casas que participan —Dior, Tony Ward, Wes Gordon para Carolina Herrera, Guo Pei, Armani Privé, Stéphane Rolland, Vera Wang— no buscan protagonismo, sino contribuir a un ecosistema donde la exclusividad se interpreta como permanencia, no como tendencia. Este año, además de las dos españolas, desfilaron nombres como Carolina B. Lansing, – nieta de Carolina Herrera – Eugenia de Hohenzollern, Jillian Chan, Ruby Kemper, Bronwyn Vance o Lady Araminta Spencer-Churchill, un elenco que dibuja un mapa global del poder cultural según la mirada parisina.
Las negociaciones suelen concretarse en almuerzos informales con familiares, que apoyan la iniciativa también por su objetivo filantrópico. La edición de 2025 ha destinado su recaudación al Hospital Infantil Maria Fareri de Nueva York, especializado en investigación del cáncer pediátrico, y a la Asociación para la Investigación de Cardiología desde Fetos a Adultos (ARCFA) del Hospital Necker-Enfants Malades de París.
La jornada previa al Baile de Debutantes es casi tan intensa como la noche oficial. Las 19 participantes pasan la tarde entre últimas pruebas de vestuario, ensayos del vals y sesiones de fotos con Jonathan Becker. Muchos se conocen apenas un día antes, pero logran una coordinación entre todas las asistentes.
El ritual más exclusivo de París
El presentador Stéphane Bern guía la ceremonia combinando datos históricos, anécdotas nobles y comentarios ingeniosos hasta que comienza el desfile de las debutantes en un ambiente elegante pero relajado.
Tras los postres llega el momento más esperado, el momento del baile. Comienza con un vals con los chevaliers al ritmo del Danubio Azul, seguido de un vals con los padres, con música de La La Land, terminando con una transición a música moderna de Dua Lipa, Lykke Li y las Spice Girls.
Después del vals, las jóvenes se quitan tiaras y tules, guardan las joyas y abandonan el hotel rumbo a una after party en un club de moda parisino, culminando no con un ambiente aristocrático sino festivo.