A finales del siglo XIX, Georges Seurat se puso a estudiar la teoría del color y de su percepción por el ojo humano hasta crear un personal estilo de pintura: el puntillismo. En vez de mezclar los colores sobre su paleta antes de aplicarlos a la tela, Seurat decidió disponer miles de puntos de colores unos junto a otros directamente sobre el lienzo, de manera que la imagen se formara en el cerebro del espectador y no en la tela.

Tarde de domingo en la Grande Jatte es la cúspide del puntillismo. Vista desde cerca, la pintura, que Seurat tardó dos años en completar, es un batiburrillo de manchas desordenadas, pero a medida que nos vamos alejando vemos un gran friso de la sociedad burguesa parisina a finales del siglo XIX, con caballeros en traje, acicaladas damas y sus extravagantes mascotas, prostitutas, músicos o soldados.