Durante décadas, el VIH en Españaha sido más que una enfermedad; ha sido una pandemia de desinformación, marcada por la discriminación y el estigma VIH. En Canarias, los testimonios de Andony, Jesús y Belén revelan realidades distintas pero unidas por una misma lucha: desafiar los mitos que aún persisten y promover la educación sexual VIH.

En 2024, según datos oficiales aportados por el Ministerio de Sanidad, se notificaron en España 3.340 nuevos diagnósticos de VIH —una tasa de 6,95 por 100.000 habitantes, que ascenderá a 7,44 cuando se corrija el retraso de notificación—, mayoritariamente en hombres (85,3%) y con una mediana de edad de 36 años. La transmisión entre hombres que tienen sexo con hombres fue la más frecuente (54,3%), seguida de la heterosexual (28,7%), mientras que más de la mitad de los nuevos casos (53,7%) correspondieron a personas nacidas fuera de España y el 51,1% se detectó de forma tardía. En conjunto, los datos confirman que la vía sexual sigue siendo la principal forma de transmisión, que el diagnóstico tardío continúa siendo elevado y que, pese a ello, se mantiene la tendencia descendente tanto en los nuevos diagnósticos de VIH como en los casos de sida, con la pandemia de COVID-19 como posible factor de distorsión en 2020.

En Canarias, sin embargo, desconocemos los datos actuales al ponernos en contacto y no recibir respuesta por parte de Gamá, asociación canaria sin ánimo de lucro que lucha por los derechos de las personas lesbianas, gays, trans y bisexuales.

Al influencer canario Andony Artiles le amenazaron con contar su estado serológico

A finales de julio de 2019, el maquillador e influencer Andony Artiles recibió dos llamadas que marcaron un antes y un después. La primera le avisaba de que debía acudir al hospital con urgencia. La segunda, un día después, le confirmó que tenía VIH y que no podía volver a casa porque sus defensas estaban peligrosamente bajas. “Me dijeron que una simple gripe podía matarme”, recuerda.

El maquillador e influencer canario Andony Artiles

El maquillador e influencer canario Andony Artiles / La Provincia

Aunque conocía el virus y sabía que con tratamiento se podía llevar una vida normal, jamás imaginó que su cuerpo estuviera al borde del colapso. La doctora que lo atendió, asegura, le habló con una mezcla de firmeza y humanidad que jamás olvidará. Sin embargo, no todas sus experiencias sanitarias han sido así. Hoy recibe tratamiento inyectable y denuncia que aún se vulnera la intimidad de los pacientes: puertas que se abren sin avisar, consultas donde entra más gente de la necesaria. “Son procesos muy íntimos. Hay que cuidarlos”.

Al principio decidió guardar silencio, sobre todo para proteger a su familia. Pero años después recibió una amenaza de extorsión: alguien quería hacer pública su condición serológica. “Pensé: si lo cuento yo, nadie podrá usarlo para hacerme daño”. Grabó un vídeo sincero, sin prepararlo, y lo publicó. Se desconectó del móvil durante horas.

Para su sorpresa, el mensaje no solo se viralizó, sino que llegó acompañado de un apoyo masivo por parte de caras reconocidas en el archipiélago y a nivel nacional: referentes LGTBIQ+ como Carla Antonelli, Antonia San Juan o Ángela Ponce compartieron su testimonio, y cientos de personas le escribieron agradeciéndole su valentía. Muchas eran mujeres que contrajeron el virus en una única relación sexual. Ese día entendió que su historia tenía un propósito: romper el tabú.

En lo afectivo, tampoco ha sido fácil. Antes de su relación actual, algunos chicos lo reprocharon por no revelar su diagnóstico antes de intimar, pese a ser indetectable e intransmisible (I=I). “No puedo ir diciéndolo las veinticuatro horas. Si estás en tratamiento, no contagias”.

Hoy es una voz visible en educación sexual. Insiste en algo básico y urgente: hacerse una serología al menos una vez al año. “Si das positivo, con tratamiento puedes vivir totalmente normal”.

Belén Lamuedra: la memoria viva de una generación que lo perdió todo

El relato de Belén Lamuedra, 62 años, pertenece a una generación que convivió con el VIH cuando aún era sinónimo de muerte. En los años 80, recién escapada de casa para buscar libertad, se instaló en Lanzarote, donde la heroína corría sin frenos y sin información. Se contagió muy joven y tuvo que viajar hasta Zaragoza para hacerse la prueba, porque en la isla ni siquiera existía ese servicio.

Belén Lamuedra, profesional de la marina y activista

Belén Lamuedra, profesional de la marina y activista / La Provincia

El diagnóstico fue brutal. La escena permanece intacta en su memoria: un hospital lúgubre, pacientes identificados con números, y un médico que le dijo sin rodeos: “Tienes 20 años; te doy dos”. En aquella época, la desinformación era tan profunda que se hablaba en televisión de contagios por cubiertos, mosquitos o simples contactos. Muchos proponían aislar a las personas con VIH “como a los leprosos”.

Belén vio morir al 90 % de sus amigos en apenas unos años. Ella misma cayó en coma por una neumonía. Contra todo pronóstico, sobrevivió. Salió adelante gracias a un amigo que la cuidó hasta el extremo, pero la culpa —y el miedo a que alguien tuviera que cuidarla como ella vio cuidar a otros— la condenaron al silencio durante décadas. Sus padres murieron sin saber su diagnóstico.

Muchos proponían aislar a las personas con VIH “como a los leprosos”.

Con 32 años encontró una inesperada salida: el mar. Entró como sustituta en un velero turístico, se formó en la Escuela de Pesca y llegó a convertirse en patrona de altura y capitana de yate. Pero el estigma la alcanzó de nuevo. En 2005, su empresa descubrió su estado serológico y la apartó sin miramientos. “Mi libreta pone ‘apta’”, respondió antes de marcharse, devastada.

Aun así, resurgió. Hace cuatro años asistió al Pride Positivo en Madrid y comprendió que su historia podía servir a otros. Desde entonces es activista y acompañante de personas recién diagnosticadas. Incluso da charlas de educación sexual y comparte su propia historia en la cárcel de la isla.

Belén repite su mensaje con contundencia: indetectable = intransmisible. Y aunque reconoce que España está muy avanzada sanitariamente, lamenta que socialmente “seguimos en los márgenes”.

Jesús, doble liberación al visibilizar su estado serológico

Jesús Carballo, diseñador tinerfeño, también vivió su diagnóstico como un terremoto emocional. Tenía 18 años y ninguna educación sexual previa. En casa nunca se habló del tema; en el instituto, lo poco que recibió fueron imágenes alarmistas y un pepino con un preservativo. “Jamás me explicaron mitos o realidades. Nada”. El vacío de información lo puso de frente a su mayor miedo: morirse.

Jesús Carballo, diseñador

Jesús Carballo, diseñador / La Provincia

Cuando llamó a su mejor amiga para desahogarse, la respuesta fue una puñalada involuntaria: “Aprovecha ahora, que no sabes cuánto te queda”. Aquello, reconoce, lo hundió profundamente. Y la ignorancia no quedó ahí. Su pareja de entonces llegó a pensar que podía contagiarse con un beso o incluso con el roce del preservativo al tirarlo. “Fueron meses durísimos”. Para evitar miradas, inventaba excusas cada vez que tenía que ir al hospital. Durante más de una década vivió su diagnóstico en silencio, con miedo al rechazo. “Muchas veces evitaba tener relaciones para no enfrentar ese momento”.

La transformación llegó en 2023, cuando decidió presentarse a Mr. Gay España. En el proceso se hizo una pregunta: ¿qué podía aportar él al colectivo? La respuesta fue la visibilidad. Ese año, dice, fue “su doble liberación”: hablar públicamente de su estado serológico y convertirse en el primer concursante del certamen en desfilar con falda, rompiendo estereotipos desde todos los frentes.

Desde entonces, su vida dio un giro. Su familia lo recibió con naturalidad, y él mismo se ha convertido en un espacio seguro para cientos de jóvenes recién diagnosticados que buscan respuestas, consuelo o simplemente a alguien que los entienda. También recibe preguntas sobre su tratamiento inyectable, sobre el dolor, el proceso, los efectos. “Saber que ayudas es muy gratificante”.

Su activismo crece cada año. Ha participado en campañas con entidades como Apoyo Positivo y en la iniciativa “Vidas conectadas”, cuyos relatos se exhibieron en el metro de Madrid. Este año colabora en el proyecto Patrimonio de Vida, un evento en La Laguna que combina arte, educación sexual e intervención comunitaria para romper estigmas.

Jesús tiene un mensaje que repite una y otra vez: una persona seropositiva indetectable tiene la misma esperanza de vida que cualquier otra. Lo que mata no es el VIH, sino los diagnósticos tardíos. Y esos diagnósticos tardíos, denuncia, siguen apareciendo por prejuicios médicos, desinformación y miedo.

Una verdad que une a tres voces

Andony, Jesús y Belén no se conocen, pero sus vidas dialogan entre sí. Los tres repiten lo mismo: el VIH no mata; el estigma sí. La diferencia entre vivir con VIH y vivir con SIDA no es el virus, sino el diagnóstico tardío. Y ese diagnóstico tardío se combate con educación sexual, información, pruebas accesibles y valentía social.

Este 1 de diciembre, Día Mundial de la Lucha contra el Sida, sus historias se publican en exclusiva en La Provincia no como advertencia, sino como recordatorio: la visibilidad salva, la información libera y el silencio sigue siendo el mayor enemigo.

Tres generaciones. Tres caminos distintos. Un mismo mensaje: el VIH no define; lo que nos define es cómo decidimos tratar a quienes conviven con él.

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