A las seis de la mañana del día de ayer llegaban los primeros aficionados a las taquillas de la plaza de toros. Cargaban, algunos, … con sillas de playa o de acampada para hacer la espera más cómoda, y con las primeras luces del alba se preparaban para aguardar pacientemente hasta las 10, hora en la que se ponían a disposición del público las entradas de día para la Feria de Begoña. Cuando llegó el esperado momento, la fila ya daba la vuelta a gran parte del edificio.

Es Morante de la Puebla, en gran medida, el culpable de esta movilización, y el día de su corrida, que comparte con Ortega y Roca Rey, el que todos temen que se cuelgue el cartel de ‘billetes agotados’. «Es su año», explica Marioli González, que ocupaba su puesto en la fila desde las 8 de la mañana. «Desde que empezó la temporada, no paró de triunfar», cuenta, así que la expectativa, cómo no, es que salga de El Bibio por la puerta grande. Pero también la novillada y el rejoneo ilusionan a la afición. «Están trayendo grandes figuras», afirma Ana Menéndez. «Este año han cumplido». Y a su lado, en pie desde bien temprano, Lucía Koshkina se mostraba igual de satisfecha: «La alcaldesa de Gijón ha hecho mucho por los toros».

Para algunos, independientemente del cartel, venir en busca de unos buenos asientos es ya casi una tradición veraniega; para otros, sin embargo, esta era la primera vez. 19 años tienen Manuel Suárez y Nicolás Herrero, que nunca han visto una corrida, pero tienen ganas de «ver cómo es». «Queremos probar cosas nuevas», confiesan. Y aunque, como muchos, buscaban entradas para ver a Morante, no tenían claro que, para cuando les tocase el turno, fuesen a quedar. Coincide con ellos Enol Suárez, que además de la faena de Morante, quiere ver a Olga Casado, la primera mujer después de Cristina Sánchez en pisar El Bibio. «A mí lo que me importa es cómo torea, y torea bien», afirma, «pero lo importante es la espada. Ahí es donde se tiene que lucir». El balance del cartel es muy bueno, pero si pudiera hacer alguna petición para los próximos años, sería «que después de los festejos se suelten vaquillas», porque «hace falta que la gente se acerque más a esto, y las vaquillas están muy bien».

Abel Villabrille, junto a su mujer, llegó también temprano para hacerse con una entrada para su hijo de 15 años. «Yo no sé de dónde sacó la afición», confiesa, pues en su casa nunca hubo interés por la tauromaquia y esta será también su primera vez. «A través de redes sociales se fue informando y es él quien dio el paso para venir y quien me impulsa a mí a hacerlo con él», explica. «Al final, los gustos tienen que ser propios, no tienen que ser influenciados por nada».

La afición en Gijón es algo «de toda la vida», aunque algunos, como Antonio Losilla, aprecian que va creciendo, porque el año pasado «no había tanta cola». Hay tensión, porque se teme que pronto se terminen. «Que se agoten, pero que les quede a los pobres de allá», dice señalando a una fila de la que, poco después de las 10, ya no se ve el final.