Raúl. González. Blanco. El apellido de su madre delata lo que iba a marcar la vida futbolística y personal de un jugador de bandera, una leyenda con botas que representó a varias generaciones de seguidores que jamás olvidarán esas noches maravillosas que nos mostraron a un chaval competitivo e insaciable. Raúl no es solo el canterano que jugó 741 partidos con el Real Madrid (más que nadie en el Bernabéu), que metió 323 goles de blanco (solo superado por los 450 de Cristiano y los 354 de Benzema) y que alcanzó las 44 dianas con la Selección española (al Ferrari de la Colonia Marconi sólo le dejó atrás David Villa). Números estratosféricos…
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Pero Raúl es leyenda y se ha hecho acreedor con creces al premio que le otorgó AS por mucho más que unas estadísticas inmaculadas. Durante años dignificó el escudo del Real Madrid con esa capacidad para escalar montañas sin poner jamás mala cara. Ya de canterano demostró una personalidad asombrosa, como antes de aquel estreno con Jorge Valdano en La Romareda de Zaragoza, cuando su descubridor se le acercó en el autobús a preguntarle si, con 17 añitos, estaba preparado para dejar en el banquillo a Butragueño y afrontar el reto de ser titular. Su respuesta lo dejó helado: “Tú sabrás. Si quieres ganar el partido ya sabes lo que tienes que hacer…”. No era una fantasmada, era simplemente un ganador vocacional que contagió con ese espíritu de su natal Colonia de San Cristóbal de los Ángeles a un Madrid que junto a él, Hierro y Redondo dibujaron un equipo imperial que levantó tres Champions en cinco años (de 1998 a 2002). La Séptima, la Octava y la Novena llegaron con el sello del eterno 7.
Ningún madridista olvida su carrera en Saint-Denis a campo abierto en la final ante el Valencia, regateando a su amigo Cañizares y partiendo la cintura a Djukic. Ni su celebración con la camiseta negra tapándole la cabeza mientras bailaba festejando una Orejona más.
Supo reinventarse y tras dejar el Madrid se fue a Alemania a dibujar las páginas más bellas del Schalke, donde se le sigue llamando ‘Señor Raúl’. Colgó las botas y ahora lleva una carrera de entrenador en la que lo mejor está por llegar… “Me quedo con la suerte de haber estado en el mejor club del mundo y de haber cumplido mi sueño de jugar al fútbol. Han sido más momentos buenos que malos”, dijo en nuestra alfombra roja. Luego, recibiendo el premio, trazó su futuro: “Ahora quiero disfrutar de este momento, esperando algún proyecto bueno que pueda surgir y a medio-largo plazo, volver a mi casa que es donde quiero estar y todo el mundo lo sabe”. Raúl fue, es y siempre será el eterno capitán, el héroe de los niños de mi generación. Rulo, felicidades máquina.
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