Dormir a deshoras, trabajar de noche o pasar horas frente a la pantalla hasta tarde puede favorecer el desarrollo de cánceres como el de mama, próstata y colon. Así lo concluye un estudio publicado en la revista del Centro Nacional del Cáncer (JNCC, por sus siglas en inglés), que encontró una sólida relación entre la alteración crónica del ritmo circadiano y el desarrollo de varios tipos de cáncer considerados como comunes, pero graves en su mayoría.

El trabajo, en el que han participado un grupo de investigadores de diferentes disciplinas, entre ellas, enfermeras, destaca la necesidad de políticas de salud pública que protejan los ciclos circadianos.

«El ritmo circadiano es el reloj interno que regula funciones esenciales como el sueño, la temperatura corporal, la producción hormonal y el metabolismo. Cuando este ritmo se altera, por exposición prolongada a luz artificial nocturna, trabajo por turnos o sueño irregular, el cuerpo entra en un estado de desregulación biológica que puede facilitar la aparición del cáncer», explica Pedro Belinchón, uno de los investigadores del estudio y director del Máster Oficial en Enfermería Oncológica en Universidad Europea de Madrid.

Tal y como indica el estudio, los investigadores identificaron mecanismos clave en este proceso, como son la supresión de melatonina, alteraciones en nuestros genes, debilitamiento del sistema y un aumento de la inflamación y el estrés oxidativo por desajustes metabólicos.

Cáncer y sueño

«La evidencia más sólida apunta a una relación directa con el cáncer de mama, de próstata y colorrectal. Aunque la relación con el melanoma y el cáncer de vejiga aún es emergente, los resultados iniciales también muestran señales preocupantes», alerta el investigador. El proyecto además identificó como factores de riesgo consistentes la exposición a la luz artificial nocturna y el trabajo nocturno prolongado, fenómenos comunes en la vida urbana y laboral actual, que presentan un riesgo directo en la salud de la población.

Impacto económico

Más allá de la salud física, los autores también analizaron el coste económico de ignorar estos riesgos. «Las alteraciones circadianas conllevan mayores gastos en atención médica y pérdida de productividad, especialmente en sectores con alta proporción de trabajo nocturno como salud, transporte o seguridad. Estas pérdidas económicas no suelen ser contabilizadas en los modelos actuales de prevención oncológica», sigue.

Ante esta problemática que pone en serio riesgo la salud de los trabajadores, los investigadores concluyen la necesidad de un reconocimiento de la desalineación circadiana como un factor de riesgo importante y prevenible. Apuntan a regular legalmente los turnos de noche, reducir la exposición a la luz artificial durante las noches o promover terapias que respeten los ciclos circadianos, como la cronoterapia como recomendaciones básicas para minimizar el impacto de estos ciclos en la salud poblacional.

«Los investigadores también señalan la necesidad urgente de ampliar los estudios a países de ingresos bajos y medios, donde los patrones laborales irregulares son frecuentes, así como incluir análisis que consideren diferencias biológicas según el sexo. Este estudio no propone alarmismo, sino conciencia. Dormir bien, respetar el horario natural de descanso y reducir la exposición a pantallas por la noche son hábitos que podrían tener un impacto más profundo de lo que imaginamos. En una época en la que todo parece urgente y disponible 24/7, proteger nuestros ritmos naturales puede ser, paradójicamente, una de las medidas más efectivas para prevenir enfermedades graves como el cáncer», concluye el enfermero.