Las declaraciones de la viceministra de Salud Pública, Carilda Peña García, asegurando que el sistema sanitario cubano es “mejor que el de muchos países”, desataron una ola de indignación entre los cubanos dentro y fuera de la isla, justo cuando la crisis epidemiológica por dengue y chikungunya atraviesa uno de sus momentos más duros y ya va dejando un saldo devastador de 33 fallecidos, 21 de ellos menores de edad, según datos oficiales divulgados este lunes.
La afirmación de la viceministra, realizada en una intervención televisiva en Canal Caribe, cayó como un golpe para miles de familias que llevan semanas denunciando hospitales desbordados, demoras en la atención, falta de medicamentos y un deterioro visible en las condiciones higiénico-sanitarias del país.
Los comentarios en redes sociales reflejan cansancio, dolor e incredulidad. Muchos cubanos cuestionan cómo puede hablarse de un sistema “superior”, mientras ellos mismos enfrentan colas sin fin, salas de urgencias saturadas y barrios enteros afectados por la falta de fumigación y el abandono de los servicios comunales.
Entre los mensajes más repetidos se lamenta que los médicos “hacen lo que pueden”, pero sin recursos, sin medicamentos y sin equipos, mientras la población vive rodeada de basureros, aguas albañales y criaderos de mosquitos.
Otros comentan que quienes defienden la supuesta fortaleza del sistema deberían visitar un hospital municipal o provincial para ver la “cruda realidad” de familias llevando desde analgésicos hasta los insumos básicos para una operación.
Varios usuarios pidieron respeto ante la cifra de niños fallecidos, que consideran un indicador del colapso real, no del que se presenta en los medios oficiales.
Las cifras confirman ese contraste. En solo una semana, Cuba registró 5,717 nuevos casos de chikungunya, la mayoría diagnosticados solo por criterios clínicos debido al déficit de reactivos y PCR.
El acumulado nacional alcanza casi 39 mil enfermos, mientras el Aedes aegypti mantiene índices de infestación elevados en provincias como Camagüey, Pinar del Río, Santiago de Cuba, Sancti Spíritus y La Habana.
A esto se suma la escasez de insecticidas, la ruptura de máquinas de tratamiento focal y la disminución de operarios encargados de fumigar, problemas que la propia viceministra terminó reconociendo.
Muchos cubanos reaccionaron con impotencia ante el discurso oficial. “¿Hasta cuándo van a seguir mintiendo y riéndose del pueblo?”, preguntaron una y otra vez en los comentarios, denunciando que mientras se pide “calma” desde los estudios de televisión, en los barrios la gente no encuentra una duralgina para bajar la fiebre de sus hijos, ni un antibiótico, ni una cama disponible en hospitales ya colapsados.
La brecha entre lo que se dice y lo que se vive se ensancha cada día. La epidemia avanza, la confianza en las instituciones se desploma y el dolor de las familias afectadas se acumula en silencio. Y aunque las autoridades insistan en que “en Cuba se hace todo por salvar la vida”, para miles de cubanos esas palabras se sienten cada vez más lejos de su realidad cotidiana.