Solo a solas conmigo. Así se titula el nuevo trabajo de Víctor Manuel (Mieres, 1947). Producido por su hijo, David San José, el que supone el vigésimo octavo álbum de estudio del músico asturiano contiene un ramillete de canciones que hablan de amor, cómo no, pero también de esperanza, de desánimo, de no dejarse arrastrar por intoxicaciones y de tratar de ser uno mismo y no el que los demás quieren que seas. “Hace mucho tiempo que no coincidía tanta gente en decirme que el disco está muy bien”, comenta a nuestra revista. “Siempre que alguien viene a hacerme una entrevista, por educación, me da la enhorabuena y demás, pero que lo hayan escuchado e incluso me hablen de canciones sueltas sí que hacía tiempo que no pasaba. Esta vez he debido hacer algo bien, porque está gustando mucho dentro del mundo en el que me muevo. Cierto es que en cada disco que hago trato de no repetirme, de mirar por el rabillo del ojo para comprobar si estoy haciendo algo que ya había hecho antes, lo que podría ser perfectamente factible después de tantas canciones. Intento encontrar estructuras originales de canciones, y creo que esta vez hay varias que lo son. Con eso, yo ya estoy satisfecho”.

Llevaba siete años sin publicar un disco con temas inéditos. ¿Se sentía poco inspirado?
No. Antes de que acabara la pandemia empecé a cantar, con una cosa que se llamó Volver para cantarlo, que eran una serie de conciertos en formato acústico. Después ligué esto con La vida en canciones, para celebrar mi 75º aniversario, y a continuación vino Víctor Manuel Sinfónico, con el que estuve todo el año pasado. Y ya en ese momento tenía ganas de escribir canciones, así que a comienzos de 2024 escribí un bloque de canciones, me metí al estudio, las grabé con el productor, con David, y en medio de eso Ana [Belén, su esposa, también cantante] decidió que quería cantar este año. Entonces paramos mi disco y ambos se pusieron a trabajar en el de ella. Ahora que Ana acabó el suyo y empezó con su gira es cuando hemos completado el mío. Yo no compongo todo el tiempo, pero cuando el cuerpo me pide canciones me encierro y hago canciones sin miseria. Escribí un montón de canciones. El otro día alguien me preguntó públicamente si utilizo la IA, a lo que dije ‘No, yo no, a mí me sobran canciones’.

Mencionaba hace un momento a David, su hijo, que por primera vez ha cantado un tema con usted. ¿Qué tal la experiencia?
Le tuve que convencer para que cantara. David en realidad canta muy bien, como su madre. Él es productor, arreglista, toca varios instrumentos, pero cantar ya es otra cosa para él. Tiene canciones muy bonitas y ha hecho alguna para su madre. Me da mucha pena que no cante más a menudo, porque siempre me ha gustado esa imagen del tío tocando el piano y cantando.

Quizás sienta algo de vértigo o miedo a las comparaciones.
Sí, supongo que sí. Pero bueno, también creo que tiene que ver con lo que para él implican esos dos pasitos que separan lo que es estar aquí delante o quedarse ahí detrás, donde está. Al ponerse uno aquí delante sabe que se va a exponer a más cosas, buenas y malas. En este sentido yo lo entiendo, pero como sé que aquí delante te pasan más cosas buenas que malas, no puedo evitar que me dé rabia.

Ahora le distribuye Altafonte. ¿Ya no le apetece trabajar con multinacionales discográficas?
Ana y yo ya no pintamos nada en las multinacionales discográficas, en el sentido de que allí nos ven como a un mueble. Ellas tienen ahora otros ‘juguetes’ como Rosalía o C. Tangana. Te sientes como de prestado. Cuando hablé con ellos, pensaron que iba a ofrecerles un disco nuevo, y les dije ‘no, si no queremos trabajar con vosotros’. En los últimos años, los discos eran nuestros pero los licenciábamos con ellos. Pero ni siquiera así merecía la pena, así que nos fuimos a Altafonte y, mira tú por dónde, resulta que Sony compró Altafonte. Aunque tienen administraciones independientes y nuestra relación con esta compañía es muy fluida.