Albino, un albañil boliviano afincado en España, describe sin adornos un oficio que exige esfuerzo físico, experiencia y una dedicación diaria que no siempre se reconoce. Su comparación salarial entre ambos países, así como el impacto del desgaste físico, sitúan el debate sobre la valoración del trabajo manual en el centro de la conversación.

La información procede de una entrevista publicada en el canal de YouTube (@AdrianG.Martin), grabada en una obra en marcha, donde varios profesionales explican sus tareas, salarios y riesgos. En ese contexto, Albino señala: “Allí ganaba 400 euros, aquí me dejo la espalda por 1.300 y se valora”.

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Condiciones, salarios y riesgos diarios

El vídeo muestra el peso real del trabajo. Los albañiles explican que llegan a mover “50, 100 sacos” al día, cada uno de “25 kg”, y advierten del desgaste acumulado: “todos de la espalda hecha polvo”. A ello se suma la peligrosidad inherente: “es un trabajo peligroso si no sabes lo que estás haciendo y si no tomas las precauciones adecuadas”, apunta uno de los entrevistados.

La estructura salarial también queda detallada. Albino explica que un albañil en España puede cobrar “1.300, 1.400” euros, mientras que en Bolivia percibía “unos 400”. Otros profesionales confirman que un peón ronda los 900-1.000 euros y que un encargado puede situarse entre 1.600 y 1.800. Pese a ello, coinciden en que “no estamos bien pagados” en relación con la exigencia física y los riesgos.

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Falta de relevo generacional y presión del mercado

La entrevista pone sobre la mesa otro problema: la falta de jóvenes formados. “Conozco mucha gente joven, no les interesa trabajar de albañil”, afirma uno de los encargados, que advierte de que esta carencia puede comprometer el futuro del sector. También se describe cómo la subida del coste de los materiales —»una teja valía 0,49 céntimos, ahora 1,10”— y los retrasos administrativos complican aún más la actividad.

A pesar de las dificultades, muchos destacan el orgullo de su trabajo. “Esto lo he hecho yo por mis manos”, comenta uno de los albañiles al mostrar una terraza recién terminada. Ese sentimiento, unido a la necesidad social del oficio, sostiene una profesión que afirma seguir adelante entre esfuerzo, vocación y una reivindicación constante de reconocimiento.