Danilo Gallinari siempre fue un jugador distinto. Elegante, cerebral, capaz de adaptarse a cualquier contexto. Pero nadie imaginaba que, después de 16 temporadas en la NBA y más de 200 millones de dólares en contratos, su último gran viaje profesional lo llevaría a miles de kilómetros de Italia… y no a un gran club europeo, sino a Puerto Rico. Allí, en Bayamón, encontró algo que no esperaba: paz, minutos, un título y la chispa final para despedirse del baloncesto jugando el EuroBasket 2025 con la selección italiana.
Por qué Puerto Rico: la búsqueda de un último baile en paz
La realidad de su viaje se entiende mejor mirando cómo terminó su última etapa NBA. Tras cerrar su paso por Milwaukee en 2024, Gallinari seguía convencido de que podía tener un rol como veterano en la liga. “Quería jugar una última vez incluso sabiendo que iba a ser un rol de veterano, en el que no juegas tanto y solo estás asesorando a los jóvenes”, explicó para ESPN.
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Pero los meses pasaban, las ofertas no llegaban, y el italiano —ya instalado en Miami con su mujer, Eleonora, y sus hijos— necesitaba competir. Lo hacía en las tradicionales pachangas dominicales de la Universidad de Miami, donde coincidía con el ex jugador y actual Gerente General del combinado nacional de Puerto Rico, Carlos Arroyo. Lo que empezó como conversación casual acabó convirtiéndose en un proyecto real después de semanas de charlas y cafés.
Arroyo, también copropietario de los Vaqueros de Bayamón, lo vio claro. Le ofrecía competitividad real, un gran mercado local, estabilidad y un nivel más alto del que muchos imaginan. Además, la BSN podía darle algo esencial: minutos y liderazgo. Un contexto perfecto para preparar su despedida con Italia. El desenlace acabaría siendo el ideal para Gallinari: “Puerto Rico fue increíble. Fue perfecto. Me dio la oportunidad, en primer lugar, de jugar a un nivel altísimo… y era el jugador más importante del equipo o uno de los más importantes”.
Un título que lo cambió todo
Su experiencia al noroeste del Caribe no fue testimonial. Se convirtió en la referencia de los Vaqueros, jugó más de 30 minutos por noche y recuperó ese rol protagónico que hacía años que no sentía en la NBA. El resultado fue histórico para él: campeón de la BSN y MVP de las Finales.
Ese título fue algo simbólico. Con dos décadas de carrera, Gallinari jamás había levantado un trofeo profesional. Puerto Rico le dio el primero y complació ese deseo, más allá de sus otros logros -no de oro- con la selección nacional, de no ver su vitrina vacía. Y también le abrió la puerta para cumplir otro deseo: sentirse en un estado de forma y mental adecuados para defender una última vez la camiseta italiana en el EuroBasket 2025.
🇮🇹 Danilo Gallinari ha recibido de manos de Jorge Garbajosa un reconocimiento a su trayectoria con la selección italiana de la que se retira tras la eliminación del #Eurobasket pic.twitter.com/tWwuFacb86
— Gigantes del Basket (@GIGANTESbasket) September 7, 2025
Una temporada marcada por un susto inesperado
Pero su estancia en el Caribe también dejó un capítulo dramático. En uno de sus días libres, Gallinari y su familia fueron a la playa de Isla Verde, en Carolina. Allí, su mujer —embarazada de seis meses— sufrió la mordedura de un tiburón en la pierna. Un episodio que describió como surrealista, marcado por el miedo y la incertidumbre. No hubo complicaciones, el bebé nació y la familia está bien. Pero la experiencia reforzó algo en él: priorizar el futuro, la estabilidad y el tiempo con sus hijos.
El adiós de un competidor puro
A los 37 años, Gallinari lo tenía claro. “¿Puedo jugar otra temporada? Sí. Pero ahora tengo una familia numerosa y quiero poder jugar con ellos con mucha intensidad”. El cuerpo le pedía parar. La mente, también. Tras su participación en el EuroBasket, anunció su retirada de la selección y, posteriormente,la definitiva.
Lo hace como uno de los mejores jugadores italianos de todos los tiempos, un anotador fino, un profesional respetado y un superviviente en lo deportivo que regresó tras dos graves lesiones de rodilla. Lo hace orgulloso, aunque consciente del clásico “y si…”.