Como sucede casi siempre en La Moncloa, una cosa es lo que se ve y otra lo que se mueve por debajo. Mientras todo el foco está puesto en la debilidad parlamentaria del Gobierno y en la crisis de credibilidad del presidente, Pedro Sánchez, porque sus dos ex secretarios de organización del PSOE han pasado por la cárcel, el jefe del Gobierno y su equipo negociador no paran de moverse en la sombra en sentido contrario.

Cada día, de forma discreta, distintos ministros, con Félix Bolaños y María Jesús Montero como figuras clave pero también con otros muchos participantes, y otros nombres decisivos en la sombra, como el propio expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, interlocutor con Junts, el propio Bolaños con ERC o Antonio Hernando con el PNV y Bildu, van trenzando gestiones secretas para intentar rearmar la mayoría sobre todo pensando en febrero, cuando vuelva la actividad parlamentaria y tengan que aprobarse decretos decisivos como el de la subida de pensiones, que el año pasado Junts tumbó, lo que provocó una crisis que resolvió de nuevo con una negociación agónica en la que Zapatero fue clave.

En ese contexto, Pedro Sánchez había dado la orden a su equipo de preparar una estrategia para intentar desbloquear la relación con Junts centrándose en la lista de “incumplimientos” que había señalado Miriam Nogueras, la portavoz de los independentistas.

Aquí entra en juego el pragmatismo extremo de Sánchez, que le permite cambiar de opinión, desmentirse a sí mismo, o girar en cualquier momento 180 grados siempre que con ello consiga satisfacer a un socio y garantizarse la mayoría para seguir gobernando.

En la sesión del pasado 12 de noviembre, el foco se puso en Nogueras llamando “cínico” e “hipócrita” al presidente, y muchos interpretaron que estaba todo roto con Junts. Pero Sánchez, que se quejó de esos insultos pero evitó contestar, se quedó con la segunda parte: la lista de deberes que ponía Nogueras como puntos para volver a hablar.

Y tres semanas después, el presidente y su equipo organizaron una estrategia, siempre discreta, para dar un golpe de efecto y cortejar a Junts. Sánchez dio dos entrevistas en medios catalanes seguidas (RAC1 y el canal en catalán de TVE, que fue una exigencia de Junts), algo inédito, para repetir el mismo mensaje: el presidente se entregó totalmente al discurso de los independentistas, admitió los incumplimientos que hasta ahora negaba, dijo que no habrá normalidad política hasta que no vuelva Puigdemont a Cataluña, reivindicó el papel de Junts en toda la legislatura y lanzó una botella de SOS al mar con la confianza de que los independentistas la encontrarán y la abrirán.

En La Moncloa sostienen que este movimiento no es exactamente fruto de un pacto, porque las negociaciones están rotas. Pero se le parece mucho. El Gobierno sabe qué quiere Junts, porque lo ha dejado claro, y sabe también qué le molesta, porque se lo cuenta: que se minimice la crisis, que se nieguen los incumplimientos. A cada queja de Junts, Sánchez le puso palabras de entrega para restablecer los puentes: “No niego la gravedad de la crisis con Junts, asumo los incumplimientos y los retrasos”. En una reciente entrevista en EL PAÍS Sánchez dijo “en aquellas cuestiones que tienen que ver con nuestra completa competencia, hemos cumplido con Junts”. Pero ahora sí los admite porque Junts quería esa rectificación.

Sin embargo, fuentes tanto del Gobierno como de Junts coinciden en que el presidente no tiene ninguna garantía de que este nuevo movimiento de seducción, que implica asumir por completo el discurso de Junts, algo que ya ha hecho varias veces durante la legislatura, pueda tener éxito. Junts de momento mantiene la ruptura, y pide más cosas. Pero Sánchez también está dispuesto a darles esas otras cosas que enumera Nogueras lo más rápido posible, aunque algunas de ellas, como las reformas contra la ocupación y la multirreincidencia le suponen tensiones con los otros socios, los que están a su izquierda.

Sánchez confía en que otras reclamaciones más difíciles, como el catalán en Europa y el regreso de Puigdemont, que no dependen del Ejecutivo, estén encarriladas. Si los cálculos no fallan, en febrero o marzo podría estar resuelto el problema de Puigdemont, siempre que el Supremo no haga una nueva interpretación imaginativa. El catalán en Europa será más lento, pero Sánchez está negociando fuerte directamente con Friedrich Merz, el presidente alemán.

Lo más relevante desde el punto de vista político es el mensaje inequívoco que lanza Sánchez al entregarse totalmente al discurso de Junts y prometer públicamente en medios catalanes, un nuevo gesto para los independentistas, que cumplirá rápidamente todos los compromisos: el presidente, pese a todas las dificultades, no solo no está en retirada ni pensando en adelantar elecciones, sino lo contrario.

Está arriesgando para recomponer la mayoría no solo con Junts, también con ERC, con la que hay una negociación muy compleja en la sombra sobre la financiación singular, y con el PNV, con el que se está tratando de pactar el llamado cierre del Estatuto, las transferencias pendientes.

Y también hay negociaciones internas con Sumar para cerrar unos Presupuestos nítidamente progresistas, aunque tengan pocos visos de prosperar, y nuevas medidas de vivienda, y conversaciones con otros socios como Podemos para buscar qué puede interesarles a partir de febrero para intentar revitalizar aunque sea mínimamente una legislatura cada vez más complicada por el inevitable ambiente electoral que ya inauguran las extremeñas del 21 de diciembre.

“Había dos opciones: o mostrarse agresivo con Junts y decirle: ‘Mira lo que tienes enfrente”, por el PP y Vox, o intentar lanzar un mensaje amable de “yo quiero convencerle y darle buenas razones para volver a la mesa de negociación”. El presidente ha optado por esta última. Queremos seguir siendo socios y demostrarles que vale la pena estar con nosotros y que en el otro lado están diciendo que la amnistía es corrupción política“, señala un miembro del Gobierno.

El Ejecutivo intenta de nuevo jugar con Junts la baza de la amnistía, que es el anatema para la derecha y el gran giro de 180 grados de Sánchez para pactar la investidura con Puigdemont. En el análisis del Gobierno, muy buena parte de sus problemas judiciales -no los casos de Ábalos o Cerdán, a los que sí les ven solidez, pero sí los del fiscal general y la mujer o el hermano de Sánchez, que ven muy endebles- vienen de la amnistía, que una parte de la justicia no le ha perdonado.

Y si Junts la coalición progresista están juntos en esta batalla de defensa de la amnistía, que Sánchez quiere que se aplique ya a Puigdemont, ¿por qué no deberían estarlo en la del avance de la legislatura y la supervivencia del Gobierno?, se preguntan en el Ejecutivo.

El partido que lidera Carles Puigdemont reconoció este martes que la admisión de culpas hecha por el presidente del Gobierno, asumiendo incumplimientos en los acuerdos cerrados entre las dos partes, es un gesto que satisface las ganas de que el PSOE cargue públicamente con la culpa del fracaso de la relación. Sin embargo, esos “incumplimientos” asumidos por el propio Sánchez no bastan para que Junts contemple un volver a empezar. Puigdemont y la dirección de Junts no ven “creíble” el súbito cambio de actitud mostrado por Sánchez, según avanzaron fuentes cercanas a la dirección de la formación, que evitó hacer ninguna reacción oficial hasta que este miércoles por la mañana Nogueras comparezca en Barcelona. Informa Marc Rovira.

No hay ninguna garantía, pues, y Junts está muy cerrada a todo, según varias personas consultadas que están informadas de los contactos al máximo nivel, pero Sánchez ha decidido apostar todo de nuevo a una mayoría que cree que sigue existiendo y que es el antídoto contra todo el desgaste por los casos de corrupción y contra el ataque sin cuartel del PP y Vox. Y además, el Ejecutivo está preparando una gran lista de medidas que ni siquiera necesitan una votación en el Congreso, porque son de rango ministerial o real decreto. El mensaje es muy claro y Sánchez lo recalcó varias veces este lunes: “Las elecciones serán en 2027. Seguro”.