No es nada fácil tener como modelo a un perro, una perra o un gato para sacarle fotos que capten el alma de esos animales. Está claro que en esta ocasión no vale el repetido «¡sonrían!». Por contra están los huesos, las pelotas o las órdenes de sus dueños para sacar su lado bueno. Y es que cada vez son más las personas que deciden tener un recuerdo de sus mascotas «porque al final son parte de la familia y también quieren recordarlos», afirma Helen Pineda, especialista en fotografiar a estos animales en su estudio o a domicilio.
Pineda lleva más de 15 años dedicada al mundo de la fotografía de forma profesional. Eventos, moda o bodas eran algunos de los temas que retrataba, hasta que decidió dirigir su cámara hacia los animales, combinando así dos de sus pasiones, los perros y la fotografía. «Empecé a ver este estilo de trabajo en países como Estados Unidos, que se lleva bastante, y decidí implantarlo aquí», explica la artista, que comparte en Telde un estudio a modo de coworking. Su marca lleva el nombre de su perro de agua español, Bao’s World, y cuenta con la ayuda y colaboración de su marido, Don Bringas.
Helen Pineda confiesa que no es nada fácil trabajar con animales por su imprevisibilidad. «No se les puede dirigir tan fácilmente y trabajas con lo que ellos te dan», afirma la retratista, que ha aprendido a reconocer la forma de comportarse un perro mayor, que son más tranquilos o un cachorro, «que corretean y saltan por el estudio como locos, y con la colaboración de sus dueños y dueñas sacas lo que puedes, pero aun así logras captar sus canitas o sus expresiones faciales, que es lo que cuenta».
La fotógrafa también detalla que por lo general estas mascotas viven menos años que sus dueños, «por eso hay muchas personas que deciden tener un recuerdo de ellos».
Los gatos son más caros
Detrás de la cámara, Pineda también reconoce el amor y la complicidad de los dueños con sus animales. «Es que son seres que conviven en el mismo hogar durante mucho tiempo, y los traen para dejar ese sentimiento plasmado en una imagen», subraya. También recuerda cómo algunos de ellos han venido a hacerse una sesión de fotografía con un perro con bastante edad biológica «y a la semana ya no está con su familia».
El precio base de una sesión en el estudio es de 160 euros. Trabajar con gatos es algo más caro. La fotógrafa explica que por lo general no puede llevarlos al estudio porque su comportamiento es muy diferente al de los canes. Eso lo obliga a realizar las sesiones en sus propias casas. Pineda comenta que necesita trasladar su equipo «porque en el caso de los gatos necesitan un espacio seguro, tranquilo y que ellos conozcan». La sesión gatuna obliga a la artista a adelantarse uno o dos días antes de comenzar a trabajar con el modelo felino, «porque requiere ir a la casa, dejar la maquinaria y el estudio montado para que ellos empiecen a olerlo para que lo perciban como algo normal en su medio, y a partir de ahí dedicarle dos, tres o cuatro horas, y a partir de ahí lo que el gato pueda dar».
La moda que viene
Al contrario, a veces una sesión de un perro no lleva más de 15 minutos captar su esencia, mientras que hay otros a los que hay que dedicarle varias horas «porque necesitan su tiempo de adaptación al espacio. Necesitan estar tranquilos y en eso influye mucho también los dueños, que estén cómodos, tranquilos en el espacio y que también esté disfrutando». Entre las anécdotas que recuerda Helen Pineda de sus modelos están los que se hace pipí o vomitan en el mismo estudio, «pero que son cosas normales en este tipo de trabajos, pero al final todo ha ido muy bien siempre».
Esta tendencia de fotografiar mascotas se suma a otras que ya vienen abriéndose paso, como el del acompañamiento de los perros en la boda de sus dueños, con los que comparte pasarela nupcial, entregue los anillos y que acompañe el reportaje de la boda. Para Pineda, «los perritos son un capítulo en nuestra vida, pero para ellos somos el libro entero».
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