Una actriz está a punto de salir al escenario, con el patio de butacas completamente lleno, vestida de negro. Respira entrecortado, le dice a su compañero de reparto que se acerque. Le propone sexo, entre bambalinas. Todo en un intento desesperado que en ese momento aún no se entiende de qué, si de relajarse, de dejar de estar en pánico, de superar el ataque de ansiedad que parece estar padeciendo, hasta que sale corriendo. Sin más rumbo que el de una huida, no se sabe si hacia detrás o hacia adelante. Esta es la carta de presentación de Nora (Renate Reinsve), la protagonista de Valor sentimental, una de las mejores películas del año que llega este viernes a las salas tras triunfar en Cannes donde fue reconocida con el Gran Premio del Jurado, y colocada como una de las favoritas para los Oscar. Su director es Joachim Trier, que repite con la intérprete que también fue su mejor aliada en la brillante La peor persona del mundo (2021).
Su filme vuelve a ser crudo, a inyectarse en la entraña, doler y abofetear con su incómoda propuesta, aunque aquí se abre a una luminosidad y unas cotas de ternura que consiguen inundarlo todo. No es que de repente se vuelva complaciente o incluso idealista, pero sí que deja espacio al abrazo como forma de enfrentar los traumas familiares, a las miradas que sonríen como oportunidad de estrechar los lazos imposibles con palabras; y los intentos de empatía, hasta cuando solamente consiguen quedarse en intentos, como píldoras de redención, compañía y confianza.