Edward Weston, fotógrafo estadounidense de la primera mitad del siglo XX, comenzó su carrera en un momento en que la fotografía aún luchaba por definirse como arte autónomo. Nació el 24 de marzo de 1886 y falleció el primero de enero de 1958. Se trasladó a California y, tras experimentar con el pictorialismo, se volcó hacia lo que se ha llamado «fotografía directa», es decir, imágenes de gran nitidez, composición rigurosa y formas claras. Su enfoque sigue siendo referencia para fotógrafos y artistas contemporáneos que buscan descubrir la belleza en lo simple.

La exposición que presenta la Fundación MAPFRE permite observar cómo Weston fue refinando su mirada. La muestra se divide en siete ámbitos, cada uno dedicado a una etapa fundamental del fotógrafo. El recorrido explora desde sus primeros años hasta su madurez artística y cada sala incluye textos curatoriales y material documental que contextualizan su obra.

La belleza de la naturaleza

Entre las piezas más llamativas destaca Pepper n.º 30, en ella está contenida toda la habilidad de Weston. Una fotografía que representa un objeto sencillo, pero que el fotógrafo logró transformar en una forma escultórica gracias a sus curvas, su volumen, la luz y las sombras.

Cada sala propone un enfoque concreto: los primeros bodegones, los desnudos, la fotografía en México, la serie de los pimientos o la serie de las conchas. Esta última resulta especialmente interesante, en particular Shell and Rock Arrangement de 1931, que llama la atención por el contraste de colores: el blanco de la concha situada en el centro y el oscuro de las rocas en el fondo. En esta imagen se puede ver como Weston celebra la belleza de la naturaleza de manera absolutamente armoniosa a través de la fotografía. Lo que destaca es cómo Weston utiliza la luz para revelar, logrando dar a cada objeto y cada paisaje un equilibrio casi monumental.

Pepper nº 30

Edward Weston elige como protagonistas de muchas de sus fotografías sujetos naturales; esto se debe a que encuentra en ellos una belleza esencial, pura y universal. La naturaleza ofrece formas y estructuras capaces de revelar una estética profunda sin necesidad de artificios. Su fotografía es directa: gracias a la nitidez consigue mostrar el verdadero sujeto y hacerlo aparecer como algo simple pero al mismo tiempo único.

La luz y la ternura

Weston aparece en esta exposición como un fotógrafo capaz de transmitir una relación íntima con sus sujetos. Aunque su estilo es preciso y muy controlado, las fotografías transmiten una fuerte sensibilidad y permiten descubrir detalles que normalmente pasarían desapercibidos. Frente a sus fotografías, el visitante siente una mezcla de calma, admiración y asombro, cualquier sujeto parece imponente, gracias a la manera en que Weston capta la luz y la textura.

Desde el punto de vista estético, la disposición de las salas guía al visitante a un recorrido lógico por la evolución artística de Weston. Los textos curatoriales aportan contexto sin interrumpir la contemplación, haciendo la visita clara y agradable incluso para quienes se acercan por primera vez a su obra. El recorrido puede parecer un poco largo para quienes no estén familiarizados con la fotografía, pero la variedad de temas ayuda a mantener la atención. La grandeza de Weston no está solo en lo que fotografió, sino en cómo nos hace mirar lo cotidiano como algo extraordinario.