Sybilla posa junto a un tigre pintado por un artista sufí en la década de 1960.© Ricardo Labougle

La diseñadora de moda Sybilla nos dejó muchas lecciones sobre cómo decorar con respeto y honestidad en su casa de Mallorca

En la Sierra de Tramuntana, entre bancales de piedra y olor a Mediterráneo, la diseñadora de moda Sybilla posee un refugio único y muy personal, que tuvimos la oportunidad de visitar el año pasado: Son Rullan. Esta antigua posesió mallorquina, que fue monasterio y también hogar de artistas en los años 60 y 70, es hoy el epicentro de una forma de vivir que abraza el tiempo lento, el diseño sencillo y el arte de compartir. «En la República Independiente de Son Rullan hay siempre comida en la mesa, tiempo, silencio y libertad”, nos contaba Sybilla con optimismo.

Un interiorismo acogedor y detallista

Si algo aprendimos de esta casa es que la decoración tiene que reflejar el espíritu de quienes lo habitan y, sobre todo, la intención de uso de los espacios. Son Rullan, de hecho, es un espacio que Sybilla define como de escucha y de compartir. Y en base a ello lo ha decorado de una forma orgánica, poco a poco, y sin perder nunca su esencia original. “Es para mí un detox del diseño, hace más de 20 años que no se compra un mueble; esta vivienda es más sobre el ser que sobre el aparentar”, nos explicaba.

Desde esta sencillez, fue reformando cada una de las estancias de esta vivienda en la que la moda y las tendencias no mandan, pero el estilo lo impregna todo. Una guarida que nos enseña a habitar con sentido y con responsabilidad los espacios cargados de historia. Esta y otras lecciones son las que nos llevamos de este proyecto tan personal de la reconocida diseñadora de moda.