En la parte alta de la tienda esconde su pequeño mundo de color. Al subir las escaleras se descubre el rincón en el que sus formulaciones se hacen realidad a través de una mezcla, a veces precisa , a veces a ojo, de los ingredientes que ella misma prueba y estudia previamente. Botes de diversos pigmentos, cientos de minúsculos moldes rellenos y perfectamente ordenados para incorporarse al estuche, así como pequeños sets con la combinación definitiva, adornan el espacio en el que Carlota Cao diseña y «cocina» cada tarde, en pleno centro de Vigo, sus propias acuarelas artesanales y veganas.

Sentada en su mesa de trabajo dispuesta a mostrar el proceso, mientras escoge el primer ingrediente, explica que requiere tiempo y paciencia, puesto que afirma que «desde que empiezo a rellenar los godet, las pastillas que llevan la acuarela, tardo un mes en finalizar cada uno, porque las capas de pintura encogen y cada godet lleva unas cuatro o cinco. Es un proceso que tarda su tiempo y de cada tanda saco unas 20 pastillas».

Como primer paso, unas cucharaditas del pigmento elegido a la mesa y, a continuación, goma arábica con agua y aceite de clavo para incorporar, en el último instante, el aglutinante. Moleta de vidrio en mano, Carlota Cao hace entonces su magia con movimientos circulares sobre la mezcla que, poco a poco, empieza a tomar consistencia, si bien este es un proceso que se puede prolongar un par de horas, según indica.

Desde que empiezo a rellenar los godet, tardo un mes en finalizar cada uno

Hace prácticamente un año que vendió su primera «latita» desde Sepia Art Shop, un negocio que abrió sus puertas en Vigo porque, tras asistir a clases con Ana Soler en CreArte, Carlota Cao no se convencía con el nivel de saturación de las acuarelas que empezó probando: «Me parecían muy tenues, que quedaban demasiado transparentes, y fue la propia Ana la que me dio la idea de probar a elaborar mis propios pigmentos. Empecé con su ayuda e hice varias formulaciones en unas conchitas, las llevé a clase y todas quedaron fascinadas. Soy ingeniera de automoción y tenía ganas de emprender, aquello me animó y decidí abrir la tienda», dice.

Marcar la diferencia

Carlota Cao procuró desde el principio dar con una fórmula más saturada que la que encontraba en el mercado y, al mismo tiempo, diferenciarse de las marcas disponibles tanto por la gama cromática como por el uso de ingredientes que, en su caso, no son de origen animal. En este sentido, esta artesana señala que «buscaba algo que me diferenciara de los de otras tiendas, por eso intenté hacer una gama metalizada y otra de colores neón, pero la gente que las va probando suele repetir y últimamente también me han empezado a pedir mucho que hiciera una paleta de básicos, en la que ya estoy trabajando para sacar próximamente», comenta Carlota mientras enseña esos nuevos estuches con los tres colores primarios, un sombra tostada, un rojo escarlata y un verde esmeralda.

Las acuarelas artesanales suelen mezclarse con miel, pero yo uso glicerina vegetal

Experimentar con la producción de nuevos colores supone para Carlota Cao todo un reto, puesto que esta emprendedora asegura que «esto supone volver a estudiar el pigmento y analizar cómo se comporta. Para la primera latita, por ejemplo, aunque la vendí en el mes de noviembre del año pasado, realmente empecé a prepararla en abril. Ahora es verdad que ya voy más rápido, pero es difícil, de hecho, al principio me quedaban muy líquidas porque me había pasado con la glicerina, otras veces le echaba mucha agua y se encogían muchísimo… Hay todo un proceso de investigación detrás».

Asimismo, Cao hace referencia a la característica vegana explicando que «las acuarelas artesanales suelen mezclarse con miel, pero yo uso glicerina vegetal, que es lo que hace que quede húmeda, esa es la principal diferencia, que en las mías no hay ningún ingrediente de origen animal».

La originalidad del negocio de Carlota Cao, así como un emprendimiento respetuoso con los animales, le valieron la selección para participar hace dos meses en el encuentro de emprendimiento Pont-Up Store, que se celebra anualmente en Pontevedra: «Me dio un empujón, porque ser seleccionada ya el primer año me hizo mucha ilusión», apunta. Y por si acaso tenía dudas al respecto del camino escogido, estas se disiparon cuando fue reconocida en el encuentro con el premio en la categoría de Formación, Educación, Arte e Cultura, distinción que, por supuesto, ya preside la entrada de Sepia Art Shop.

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