Amaia y Aitana han vuelto juntas a la academia de OT. Y su complicidad ha impedido parpadear a más de 100.000 personas que estaban atentas en el directo de Youtube. También a los propios concursantes de esta edición, que las miraban con la boca abierta.  Casi sin poder pronunciar palabra.

Venir juntas me ha puesto nerviosa. Se le ocurrió a Aitana, de repente, que me escribió la semana pasada”, explica Amaia nada más empezar, mientras Aitana la mira con la curiosidad de la primera vez que las conocimos. Su espontaneidad propicia un estado de naturalidad que permite hablar de todo sin miedo a nada. Sin pavor al qué dirán que oprime tanto la autenticidad de la tele de hoy.

Deberíamos hablar de la competitividad que se crea sin querer después, cuando se sale de la academia”. Aitana introduce una reflexión. “El otro día nos lo dijimos por primera vez: te he tenido envidia”. El mayor éxito de OT 2017 reaparece en la academia: la capacidad de desmontar tabúes con el diálogo. “Yo también te he tenido envidia”, contesta Amaia.  

Tú eras la guay y yo era el producto”, reconoce que lo llegó a pensar Aitana. Ella, recuerda a los que le soltaban: “tú no eres tan música” a la vez que Amaia afirma que pensó en que podía sufrir “la maldición del ganador”. De esta manera, las dos aconsejan a los nuevos concursantes a relativizar los comentarios tóxicos de las redes sociales que favorecen una competitividad entre artistas que envenena lo que toca. Y de la que solo sacan beneficio los mercaderes del odio.

Ya lo hacía el viejo Hollywood cuando enfrentaba a las carismásticas actrices Bette Davis y Joan Crawford: la rivalidad las hacía más vulnerables y, como consecuencia, más manipulables. Perfecto para la industria. Terrible para ellas mismas, que solo eran unas compañeras más complementarias de lo que las hicieron pensar. Sin embargo, el cuchicheo se nutre de la discordia que, además, muchos creen que promociona los contenidos audiovisuales.

La sinceridad luminosa de Amaia y Aitana demuestra lo contrario: nos interesa mucho más la congregación de la vida. Ellas inspiran porque afrontan sus dudas, comparten sus emociones y dan recomendaciones más esenciales de lo que parece. Valorando la cotidianidad por encima de la productividad épica: “cuando salimos de la academia, disfrutamos tanto de los planes que hicimos por primera vez. Cuando nos tiramos en la piscina, cuando nos fuimos a comer las dos al McDonalds…”.

En un mundo que atascado en lo grueso, Amaia y Aitana se van fijando en los matices de sus recuerdos: “mira, es la misma tipografía”, celebran, al ver un librero con canciones. También se arrancan a cantar con generosidad en el piano, demostrando que se admiran mutuamente. Amaia toca Superestrella sin partitura y sin nada. Y Aitana les dice que no pierdan ese golpe de frescura con el que Amaia ha desmontado las perfecciones de la industria. Y así se han reencontrado con la que fuera su casa. Incluso la propia Amaia reconociendo que se coló un día en el que grabó un anuncio en el plató de al lado. Porque ella es embajadora de Tous. Y se ríe. Se rebaja. No se las da de nada. Sigue siendo una más. Aunque no sea una más.

Y, por supuesto, posan con todos los concursantes. Posan con la química de la amistad que queda cuando te percatas de qué es lo importante y qué es solo intensidad de calienta cabezas. Antes de marchar, recuerdan a los chicos y chicas que quedan dentro que son increíbles, ilusionadas como si fueran unas fans más. Y se cierra la puerta. Y la academia vuelve a su rutina. Y, en vez de hablar de qué guay ha sido la visita y lo que han contado las dos invitadas estelares, lo primero que se escucha es la preocupación de haber salido mal en la foto con ellas. Qué choque de energías. Qué retrato de la sociedad criada con influencers donde el trofeo de la foto es más importante que la experiencia compartida. Como siempre transmitieron hacer Amaia y Aitana en OT. Incluso mucho antes de aprender lo que era la fama y sus efectos colaterales. Cuando jugaban más que aparentaban. Cuando en vez de querer posar idílicas ponían muecas al hacerse un selfie. ¿Recuerdan?