Electricidad, tensión, energía.
Como un aviso San Mamés se llenó de chispas en cuanto el balón comenzó a rodar. El partido pronto mostraba sus cartas. Sería intenso, con presión, disputas y ritmo. La electricidad la puso el Athletic nada más pisar la hierba. Un Athletic que corría y apretaba a un Atlético que trataba de escapar de la jaula con transiciones rápidas y balones a las carreras de Giuliano. En San Mamés hay dos leyes que cada equipo que lo pisa debe conocer: cada balón se compite y se juega con personalidad. No vale amilanarse. Los leones huelen el miedo. Y siempre despedazan. Aunque esperen 82 minutos.
Si el Atleti se ordenaba en un 4-4-2 con tres cambios obligados, por las bajas para demostrar que Gallagher no es Cardoso y Almada no es Baena aunque Pubill sí deba ser titular, Valverde rompía su intocable 4-2-3-1 para espejarle. Sancet jugaba en paralelo a Guruzeta para simular otro 4-4-2 y tener mucha gente en el medio e igualar fuerzas con Simeone. Un Sancet de regreso tras su sanción en cuya cabeza estuvo la primera ocasión, pero le faltaron dos centímetros de altura para cabecear un centro de Jauregizar. Todo había nacido en un robo de balón. Los leones mordían. Sin dejar de lanzar zarpazos cuando pisaban el área de Oblak. Areso, titular en Liga dos meses después, corría con filo y repartiendo centros de gol ante el equipo por el que en verano estuvo a punto de fichar. Guruceta no llegaba a rematar uno de sus pases desde la derecha, perfecto y raso, que San Mamés lamentó: el segundo uy de la noche también había venido envuelto en rugido de león a los pies de Oblak.
Ritmo, ritmo, ritmo.
El Atleti, desbordado, no lograba igualar la intensidad del Athletic aunque Almada a punto estuvo de silenciar San Mamés. Julián Alvarez, sumido otra tarde en si versión sin sal, anodina, asomó al partido para ponerle un centro que Almada remató de volea para paradón de Unai Simón con el pie en un duelo particular dentro del duelo general con aire de Finalissima. El de un Nahuel con Nico Williams era otro. Un Nico que pidió penalti tras caer en el área en un salto con Giuliano justo antes de que Laporte, en una acción con Nahuel en la que corrió a proteger una pelota, se llevara la mano en la pierna izquierda con dolor muscular. No podría seguir.
Las alternativas se sucedían mientras las tarjetas no dejaban de brotar del bolsillo del árbitro como lluvia amarilla. El Atleti trataba de buscar por dentro, con Lenglet y Pubill centrando balones para tratar de descomponer la presión asfixiante de un Athletic que, a su vez, hacía daño por las bandas. Los porteros se iban al descanso con los guantes intactos pero bañados también en sudor. Si el Athletic acumulaba más volumen, el Atleti lo alcanzaba con Julián a punto dos veces, pero una vez llegó muy forzado a un centro de Nahuel (que no solo no es Llorente, es que está a años luz) y, otra, a un centrochut de Nico.
Sudor en conserva, mordedura de ácido láctico.
De la caseta no regresaría Gallagher, uno de los afectados por la lluvia amarilla. En su lugar, Koke, para liberar más a Barrios, el mejor de los futbolistas del Cholo en la noche con y sin balón. Cuando el cuero pasa por su bota, el Atlético tiene criterio. Y ahora se liberaba de su otro trabajo en la noche hasta el momento: hacer de Gallagher que, en un partido de físico y pierna dura, tampoco. El pitbull ahora es un peluche. El Athletic había levantado el pie y el partido no refulgía ya con la misma intensidad. Menos velocidad y rock and roll. Aunque los de Valverde volvían a dar el primer zarpazo: Nico Williams se había hecho el enésimo llavero con Nahuel pero su centro no alcanzó a rematarlo Guruzeta en condiciones. Simeone respondió introduciendo a Sorloth por ese Almada intrascendente para que su equipo se estirara.
Pero el equipo que seguía acumulando ocasiones era el de casa. Ese león que no terminaba de hacer sangre porque llevaba peligro pero le faltaba acierto. Ni Paredes de cabeza ni Sancet, otra vez, remataron con tino para abrir la portería de Oblak, donde para el león siempre era de noche. Por mucho que Nico empujara con su catálogo infinito de recursos, recortes, controles y hasta autopase a una pierna con caño a Sorloth. Y eso que Pubill, otra noche más, contundente e inteligente, estaba de matrícula en las ayudas. Simeone agotaba los cambios pronto, Valverde los repartía para que sus jugadores no fenecieran de la mordedura de ácido láctico.
El contraste, el frío fuera.
De la miel a la hiel. Fue eso, justo eso lo que ocurrió en el 85′. Porque eso fue el tiempo que pasó entre la parada de Unai Simón para negarle el gol a Sorloth en un cabezazo a último zarpazo del león, el definitivo. Lo que siguió a ese posible 0-1 fue el 1-0. Contra rápida, Nico Williams que sirve y Berenguer, que llevaba varios minutos rondando, le pegó de primeras desde la frontal con el interior para asaltar al fin la puerta de Oblak. Segundo partido fuera tras el noviembre dulce en casa y otra herida. En San Mamés quedaría escrito: los del Cholo se desangran lejos del Metropolitano este año. Y en el horizonte, un punto brillante. La cabeza de la tabla, que se aleja y aleja de nuevo.
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Cambios
Dani Vivian (32′, Aymeric Laporte), Koke (45′, Conor Gallagher), Alexander Sørloth (61′, Thiago Almada), Matteo Ruggeri (61′, Clément Lenglet), Antoine Griezmann (65′, Julián Alvarez), Unai Gómez (65′, Gorka Guruzeta), Alejandro Rego (65′, Íñigo Ruíz de Galarreta), Giacomo Raspadori (71′, Nico González), Andoni Gorosabel (81′, Jesús Areso), Urko Izeta (81′, Oihan Sancet)
Goles
1-0, 84′: Berenguer
Tarjetas
Arbitro: Alejandro Muñiz Ruiz
Arbitro VAR: Mario Melero López, José Luis Munuera Montero
Conor Gallagher (11′,Amarilla), Mikel Jauregizar (13′,Amarilla), Ruiz de Galarreta (19′,Amarilla), Laporte (27′,Amarilla), Koke (93′,Amarilla)