No hace falta ser experto en Historia del Arte para entender la relevancia que han tenido muros y paredes en la expresión de la creatividad y la inquietud humana. El valenciano Diego López, uno de los mayores especialistas en España en grafiti y arte urbano, recuerda que desde las cavernas, pasando por los muros romanos, hasta las ciudades contemporáneas, estas intervenciones en el espacio público «presentan un deseo de trascender la propia existencia y de interactuar con los demás para dejar parte de su esencia». Según él, ya sea garabatear unas iniciales en la tapia de un cementerio o plasmar una enorme paisaje bucólico en la frontera de un edificio responde siempre a la necesidad de «reclamar el espacio donde vivimos para los que estamos allí, y no solo para que los de arriba y los amigos del comercio utilicen los muros para su propaganda».

Pez Distrito Pez cielo (1) / D. G.
Aunque hace más de 40.000 años que el ser humano dibuja y pinta sobre superficies verticales, los expertos sitú+an el nacimiento del grafiti contemporáneo -y, con él, del arte urbano- en la década de 1960. Cornbread está considerado el pionero del arte urbano con el misterioso tag con el que llenaba las paredes de Filadelfia. Poco después, la firma de Taki 183 comenzó a aparecer por toda Nueva York e inspiró a miles de jóvenes a hacer lo mismo. Futura 2000 introdujo la abstracción y un lenguaje futurista, mientras que Lady Pink abrió camino a las mujeres en un entorno dominado casi por completo por hombres. Jean-Michel Basquiat y Keith Haring conectaron la calle con la cultura pop, las galerías y los museos, y más tarde llegarían figuras globales como Banksy, cuya influencia traspasa cualquier categoría artística. A su lado, creadores como JR, KAWS, Vhils, Os Gemeos, SheOne, INTI, Swoon, Hyuro o Felipe Pantone —argentino afincado desde hace años en València— han consolidado en los últimos años un panorama en el que el arte urbano se mueve entre lo efímero y lo institucional, entre el muro y el museo.

Deih / D. G.
La historia detrás del dibujo
Diego López lleva años estudiando y documentando esta evolución, con una atención especial a la escena valenciana. En 2019 publicó Valencia en grafitis, un «quién es quién» histórico y local que analizaba la obra de 58 artistas y colectivos. En 2023 lanzó Street art firmado por mujeres, un volumen que recogía las experiencias, luchas y obstáculos de más de cincuenta creadoras del mundo del grafiti, el muralismo y el arte urbano. Su trabajo combina investigación, archivo fotográfico y una profunda sensibilidad hacia la dimensión humana del arte callejero.
Ahora regresa a las librerías con Atlas del arte urbano y del grafiti, un viaje visual por cuatro continentes —América, Europa, Asia y Oceanía— a través del trabajo de 86 artistas de referencia. El volumen ofrece una selección amplia de sus obras, pero también recoge sus pasiones, sueños, desafíos y dificultades. No se limita a mostrar imágenes: busca contar quién hay detrás de cada pieza y qué impulsa a estos autores a elegir la calle como lienzo.
«Una de las premisas principales a la hora de crear este libro fue buscar no a los artistas habituales que solemos encontrar en este tipo de obras, sino a aquellos creadores de países de todo el mundo con un estilo muy personal y genuino, originales, que nos rompan ideas preconcebidas y, si pudiera ser, representativos del pueblo del que proceden», explica López.
El Atlas recoge esa idea de introspección asociada a la frase atribuida a Sócrates -«una vida no examinada no merece la pena ser vivida»- para combinar obra visual con microhistorias y reflexiones de los propios artistas. En este libro, abundan historias personales llenas de obstáculos inherentes a una actividad callejera al aire libre que se enfrentan a sectores de la ciudadanía que no valoran esta actividad como arte.

Duke / D. G.
Clandestinos y reconocidos
«La clave está en que son artistas que superan cada día estos obstáculos con la pasión arrolladora de lo que hacen», señala López, que confiesa su impresión ante la determinación con la que muchos de ellos se han volcado en su vocación pese a las dificultades económicas, sociales o legales. «En muchas encuestas de satisfacción laboral, al menos un 70% de los empleados admite frustración por un empleo rutinario, absorbente y nada estimulante. Toda mi admiración para los artistas que deciden volcarse en aquello que de verdad les llena».
Aunque los inicios del grafiti estuvieron marcados por la clandestinidad y la persecución —y en muchas ciudades sigue siendo así—, el muralismo ha ido ganando reconocimiento institucional y turístico. Se ha convertido en un reclamo cultural y también en un elemento capaz de dinamizar barrios. Pero López advierte de los riesgos: «Cuando un arte entra en un circuito comercial, puede producirse cierto nivel de moderación, acotar la libertad del artista. En cambio, el grafiti y el street art no presentan estos límites».
El autor sostiene que murales y otras expresiones callejeras forman parte del carácter de los barrios y no al revés. «Más bien al contrario: el espíritu de una ciudad influye en el arte urbano que se manifiesta. En lugares abiertos y cosmopolitas, los artistas de fuera vienen y aportan variedad; en países con fuerte represión ciudadana, prácticamente no existe arte callejero».

Dulk / D. G.
La contradicción valenciana
Entre los 86 artistas seleccionados por Diego López para su Atlas figuran Cachetejack, Deih, Dridali, Duke, Dulk, Julieta XLF, Manomatic o Pichiavo, todos ellos nacidos o vinculados a València. «La ciudad ha dado lugar a artistas con un estilo propio que no solo encandila aquí, sino que también se reconoce en el resto del mundo», afirma López. Festivales como Polinizados, MIAU Fanzara, Graffitea o Godejam han convertido la Comunitat Valenciana en un punto de encuentro internacional del arte urbano, enriqueciendo la escena local y dejando obras que, aunque efímeras, resultan memorables.
«La sociedad valenciana ha proporcionado bases y oportunidades desde las que crecer con estilos genuinos», añade el autor. «Algunos artistas recurren a mitos y símbolos de la cultura valenciana, mientras que otros optan por temas universales y crean su propio universo». Sin embargo, López denuncia la falta de integración real del arte callejero en València: «Más bien al contrario: se tolera solo bajo control, con contrato y licencia. Se acepta como inspiración en fallas o como fenómeno cultural en galerías y museos, pero en la calle se persigue».
Aun así, este «geógrafo» del arte urbano resta dramatismo a la desaparición de espacios emblemáticos del grafiti. «El factor efímero siempre ha formado parte del grafiti y del street art. Una intervención puede durar minutos o años. Hoy, al menos, queda la foto en redes sociales para quienes no llegan a tiempo». Y ahora también, por supuesto, queda su libro.
Respecto al futuro, López se muestra abierto a la hibridación tecnológica. «Ya he visto obras en las que un código QR permite desarrollar parte de la pieza en el muro y otra en un vídeo». Pero, pese a esas innovaciones, duda de que el arte urbano se desvincule de las ciudades. «Es una manifestación inherentemente callejera».

Julieta XLF en Picassent. / D. G.
La posibilidad de una ruta
Preguntado sobre si tuviera que incorporar una «ruta valenciana» en un futuro Atlas, qué zonas, artistas o estilos destacaría, Diego López prefiere mantenerse prudente. «No me atrevería a meter en un libro una ruta valenciana por lo que comentábamos anteriormente, por la naturaleza cambiante y efímera de las creaciones callejeras -justifica-. Si me preguntasen hoy qué visitar en la Comunitat Valenciana, recomendaría pasearse por el barrio del Carmen y Benimaclet, donde siempre encuentras novedades; también por Cheste y por Fanzara, donde sus festivales han llenado sus calles de arte. Y la calle Pepita Samper donde la Liga Nacional del Graffiti organizó un evento». Aun así, insiste en su advertencia: «Creo que todas las ciudades intentan reprimir el grafiti y el arte callejero, se considera vandalismo, ya sea en Londres, en París, en Barcelona o en València. Las multas son elevadas y no hay miramientos en tapar y borrar, sin importar la calidad de la pieza u obra. En cambio el muralismo, dentro de la legalidad y bajo encargo, resulta aceptado, respetado y protegido como un bien, aparte de que todo lo que entra en un museo o galería también se respeta como fenómeno cultural».

Lily Brick .Banc Aliments (Genaro Massot) / D. G.
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