Hay premios que brillan y premios que pesan. Los primeros duran un aplauso; los segundos se quedan en el pecho, como esas canciones que no sabes explicar pero que te reconocen por dentro. El galardón a Mejor Productor en los Vicious Music Awards que acaba de recibir el dj oscense Andrés Campo pertenece a esa categoría de los que te completan. De los que no te cambian, pero te ordenan.

Me hace especial ilusión porque reconoce una parte que casi nadie ve. Esa que llevo cultivando desde crío, ahí, entre máquinas. Llevo desde los 15 años entre cacharros”.

Y mientras lo dice, parece regresar un segundo a aquel estudio de Infrasound, a las tardes con Chumbo, a las visitas al Matadero para ver a Juanjo Javierre y ese universo de botones, cables y sorpresas. Raíces bajo tierra, tierra oscense, alimentando un sonido que ahora recoge su primera cosecha como productor. Coliseum, Florida 135. “Todo empezó en Huesca”. Orgullo patrio.

Es un premio que, más que coronar, revisita. Que abre la puerta de la habitación adolescente donde comenzó todo y le recuerda hasta dónde ha llegado. “Nunca me habían dado un premio de producción”, afirma Andrés. “Me han dado muchos otros, pero este… este me ha tocado distinto. Me completa, porque reconoce ese esfuerzo silencioso que nadie ve, el de encerrarte horas y horas a buscar un sonido que igual ni existe”.

Esa búsqueda, que él siempre ha llevado sin prisas, ha terminado convirtiéndose en su mayor sello. “En producción soy polifacético”, explica con naturalidad. “Puedo hacer un tema melódico, uno cañero, otro gourmet, algo purista, algo en castellano, un remix que parece de otro planeta… Es difícil encasillarme”. Lo dice sin vanidad. Como un hecho inevitable de quien no sabe estar quieto ni repetir fórmulas. Y quizá por eso el premio -precisamente este- le llega en el momento en que su identidad sonora está más nítida que nunca.

Hay también un pulso emocional en su manera de producir. Un empeño consciente por usar voces en castellano, algo que sigue siendo casi un gesto insurgente en la electrónica española. “Si quiero que la gente lo cante, que lo sienta, ¿por qué no hacerlo en nuestro idioma?”, reflexiona. “No lo hago por nada comercial. ¿Te piensas que gano plata con los temas? Lo más grande que me han dado es este premio”. Lo dice riéndose, sin rencor, con la sinceridad de quien tiene claro dónde está la raíz y los valores de su carrera.

Porque si algo no ha cambiado, es su brújula. “Yo soy más DJ que productor”, admite. “Lo de producir es una extensión mía, algo que me gusta, donde me dejo los cuernos. Pero mi vida, mi motor real, está en la cabina”. Recuerda entonces su proyecto con el rapero aragonés Kase O, cuyos beneficios donaron íntegramente. Un gesto que encaja con esa ética suya, silenciosa pero firme, que siempre aparece entre líneas.

Y así, entre cabinas y estudios, entre máquinas viejas y temas nuevos, Andrés Campo recoge un premio que supone una pieza más en ese mapa vital que empezó en un pequeño estudio de Huesca y que ahora resuena lejos, muy lejos, sin olvidar jamás el kilómetro cero.