Rafael Cobos ha escrito varias de las películas más importantes de las dos últimas décadas del cine español. Siempre con su amigo Alberto Rodríguez en la dirección. Hasta ahora. Tras radiografiar y mirar las cloacas de nuestro país en películas como La isla mínima o Modelo 77, Cobos salta a la dirección de largometraje —tras una primera aventura en forma de serie, El hijo zurdo— con Golpes (que ya se puede ver en salas de cine), una revisión del cine quinqui que sirve, de nuevo, como metáfora perfecta de una Transición que dejó a mucha gente olvidada. Empezando por los muertos en las cunetas que siguen sin desenterrarse y a una generación de jóvenes en los márgenes que sirvieron de materia prima para películas como El pico o Navajeros.
En Golpes todo, además, está atravesado por la Memoria Histórica. En la historia de estos dos hermanos separados aparece la sombra de un padre que sigue en una fosa. Uno de ellos (Luis Tosar) ha aceptado las normas del juego pactadas y mira hacia adelante olvidando todo. El otro, Jesús Carroza, prefiere desafiar las leyes y las normas, convirtiéndose en un arquetipo perfecto de ese cine quinqui al que Cobos no solo homenajea, sino que actualiza con brío.