Laura Masegosa

Miércoles, 10 de diciembre 2025, 14:29

Torrelavega puede presumir de talento propio. Y este 2025 lo hace de manera especial: el Grupo de Opinión Quercus ha elegido como Torrelaveguenses Ilustres a los arquitectos Eduardo Fernández-Abascal y Floren Muruzábal, dos profesionales unidos por una trayectoria tan sólida como discreta, tejida durante más de cuarenta años desde su tierra y con la mirada siempre puesta en ella. Es la primera vez que este reconocimiento se concede de forma compartida, y también la primera que recae en arquitectos: doble motivo para celebrar. El anuncio ha sido recibido con orgullo en el entorno cultural y profesional de la ciudad, donde su nombre siempre ha inspirado respeto y admiración sincera por su manera de entender la profesión.

Ambos nacieron en Torrelavega y aquí dieron los primeros pasos de una vocación que, con el tiempo, los llevaría a firmar proyectos que ya forman parte del patrimonio contemporáneo de Cantabria. Aunque hoy viven a apenas unos kilómetros, continúan sintiendo la ciudad como hogar: «Para mí Torrelavega es la ciudad de referencia», afirma Fernández-Abascal. «Cualquier reconocimiento aquí tiene un valor especial».

Se conocían antes de trabajar juntos y la amistad se convirtió en sociedad a comienzos de los años 80. «Nos hemos mantenido unidos incluso en las épocas difíciles. Eduardo es un amante de la arquitectura y siempre ha tirado hacia adelante», recuerda Muruzábal, que afronta su jubilación con la satisfacción del trabajo bien hecho. «No me lo esperaba, pero me hace mucha ilusión terminar así».

Su estudio en Mijares ha crecido sin prisa pero sin pausa. En su trayectoria destacan rehabilitaciones emblemáticas como las Naves de Gamazo —hoy sede de la Fundación Enaire— la Torre de Don Borja en Santillana, el Seminario Mayor de Comillas, o la nueva terraza-mirador del Palacio de Festivales de Cantabria. También han firmado viviendas que reinterpretan de manera contemporánea la arquitectura cántabra y que les han dado alegrías recientes: el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria les entregará un nuevo premio en reconocimiento a esa coherencia y calidad.

Su manera de trabajar es tan particular como eficaz. No se reparten los encargos: todo lo firman a cuatro manos. «Somos dos personas muy diferentes, pero eso nos ha enriquecido. En todos los proyectos trabajamos los dos desde el principio», señala Eduardo. Floren lo resume con ternura: «Nos conocemos tanto que todo fluye».

En sus palabras aparece constantemente la idea de diálogo con el entorno: «La arquitectura construye el escenario de la vida de la gente», explica él. «Y en una tierra con una geografía y un patrimonio tan espléndidos, nuestro deber es que la arquitectura conviva con el paisaje y con lo que ya existe». De ahí su defensa de la arquitectura popular y su deseo de preservar la esencia del territorio, apostando siempre por materiales cercanos y soluciones respetuosas.

Ambos reconocen que les gustaría haber podido trabajar más en Torrelavega. Pero el futuro sigue abierto: el estudio proyecta actualmente unas viviendas junto a la iglesia de La Asunción, en pleno centro, y continúa avanzando en el Centro de Interpretación del Parque Natural de Oyambre, un proyecto muy cercano a su manera de entender la arquitectura. También mantienen encargos en otras zonas de Cantabria, consolidando un legado que trasciende fronteras locales sin olvidar nunca el punto de partida. Su presencia continúa activa y creativa, especialmente en el caso de Fernández-Abascal, que mantiene intacta la ilusión por seguir diseñando.

El pasado año recibieron en Madrid el Premio NAN a la Excelencia por toda su carrera. Ahora es su ciudad quien les da las gracias. Y este reconocimiento tiene para ellos un valor único: habla de pertenencia, de amor por el lugar en el que crecieron, de la emoción de volver a casa. Una emoción compartida con quienes han seguido de cerca su trayectoria y celebran cada nuevo logro.

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