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A veces, el universo nos regala fragmentos fugitivos de otras estrellas. Son visitantes que cruzan el oscuro océano interestelar para ofrecernos un vistazo a lo desconocido. El cometa 3I/ATLAS (tercer objeto detectado que proviene de otro sistema estelar tras los ya famosos 1I/’Oumuamua y 2I/Borisov) ha llegado con noticias del hielo profundo y metálico que forma mundos lejanos. Y con él, también ha traído una revelación insólita: volcanes de hielo, un fenómeno tan extraño como revelador en un cuerpo de este tipo.
Descubierto el 1 de julio de 2025, este cuerpo cósmico alcanzó su perihelio (el punto más cercano al Sol) a finales de octubre, y se aproxima a la Tierra este 19 de diciembre. Su viaje está siendo seguido muy de cerca por el astrofísico Josep Maria Trigo Rodríguez, desde el Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC) y el Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña (IEEC), junto a su equipo internacional.
Gracias a telescopios situados en Cataluña y otros puntos de observación, han podido seguir, noche tras noche, los cambios en la actividad del núcleo de 3I/ATLAS, que ahora muestra chorros y estructuras similares a colas múltiples.

Criovulcanismo
El hallazgo más impactante ha sido la detección de criovulcanismo: un proceso por el cual, en lugar de lava, se expulsan volátiles como agua, metano o amoníaco, generalmente en estado líquido o gaseoso. Un tipo de “erupción helada” que, aunque conocida en cuerpos como Encélado, nunca antes había sido registrada en un objeto interestelar. Según explican Trigo y sus colegas (la investigadora Maria Gritsevich y el físico Jürgen Blum), este fenómeno estaría impulsado por reacciones químicas sobre metales presentes en el cometa, similares a las reacciones Fischer-Tropsch, bien conocidas en la síntesis orgánica industrial y también en ambientes astrobiológicos.
Estas reacciones se activarían al calentarse el hielo del cometa, provocando la oxidación de componentes metálicos como el hierro y sulfuros. Ese proceso liberaría la energía suficiente para generar los potentes chorros de gases, polvo y fragmentos metálicos observados. Así, la singularidad de 3I/ATLAS reside no solo en su origen lejano, sino en su composición rica en metales y agua, una mezcla poco común entre los cometas nacidos en las afueras de nuestro sistema solar.
Un “hermano de hielo”
De hecho, los espectros recogidos desde su llegada muestran una llamativa coincidencia con ciertos meteoritos primitivos hallados en la Antártida: los condritos carbonáceos, especialmente aquellos que han sufrido alteración por agua líquida en su historia. Esto ha empujado a los investigadores a proponer que el cometa podría ser un relicto de un sistema planetario con condiciones de formación similares a las de nuestro propio cinturón de Kuiper. Un “hermano de hielo” que, antes de ser expulsado al espacio interestelar, conservó su estado primitivo, libre de colisiones o calor extremo.
Las implicaciones de este hallazgo son profundas. No solo permiten entender mejor la diversidad de procesos geológicos que pueden ocurrir en cuerpos helados, sino que también abren la puerta a explorar el papel de este tipo de reacciones en la síntesis de compuestos orgánicos complejos. El grupo liderado por Trigo ya había propuesto años atrás que estos cometas primitivos son reactores naturales capaces de catalizar moléculas que podrían ser precursoras de la vida.