
El banco del comedor es un diseño propio de estudio Tadan, al igual que las mesas, que se pueden unir para formar una gran mesa corrida. La redonda que hay delante es obra de Frederik Fialin. Las lámparas textiles están hechas a mano, utilizando servilletas prestadas del Grand Hotel et de Milan. Las sillas son de Luca Scacchetti.
© Marzena SkubatzUn enfoque práctico y mucho sentido del humor
Mientras el apartamento se llenaba de arte y piezas de diseño, la cocina y el baño permanecieron casi intactos. “¿Para qué íbamos a gastar dinero en algo que ya existe?”, apunta el trío. Aunque hubo una excepción: el baño pedía una moqueta de pelo largo en un tono verde bosque. “Quien haya visto la película El triángulo de la tristeza (2022) sabe lo fácil que es limpiar una alfombra”, bromean los tres diseñadores sobre su decisión poco convencional. La pared detrás de la cocina, de corte sobrio y en gris topo, se cubrió con carteles del artista Julius Deutschbauer. Son irónicos, políticos y, en este caso, también prácticos, pues ayudan a disimular la cocina original, que no les convencía mucho. El resto de las paredes se mantuvieron blancas para preservar la identidad del apartamento. Entre sus referencias, los fundadores de Tadan mencionan el apartamento neoyorquino de la artista Michèle Oka Doner, que inspiró el escenario donde se rodó Ghost en 1990.

En el cuarto de baño, se encuentran piezas nada convencionales: un conjunto de sofá y silla de madera de 1900 y una moqueta de pelo largo.
© Marzena SkubatzEl tres en uno de Tadan
Sebastian Hoffmann trabajó durante años como marchante de arte, Cecil von Renner fue actor y Stella von Senger fue maquilladora profesional. Individualmente siguen vinculados a esas disciplinas, pero desde 2022 combinan sus talentos en un terreno común: el diseño y la decoración de interiores. Que ninguno tenga formación arquitectónica no es, en absoluto, una desventaja. No se limitan a pensar en la función de un espacio, sino que se permiten implementar gestos y soluciones inesperadas, como colocar un cartel de un cajero automático en mitad del salón. “Ese cajero, obra de Malte Bartsch, está programado para parpadear con nerviosismo”, explican. El artista modificó el ritmo de las luces de modo que, desde distintos puntos de la casa, no se sabe bien de dónde proviene el destello.