Las cosas son las que son y basta coger un telescopio para contar los planetas que giran en torno al Sol. Quedará mucho por descubrir sobre el universo, pero aquí, en nuestro vecindario, somos ocho planetas. Hace tiempo que los conocemos y hay cuatro pequeños y rocosos entre los que nos encontramos nosotros, Mercurio, Venus y Marte, todos ellos por dentro del cinturón de asteroide. Justo al otro lado, encontramos dos gigantes gaseosos a los que hemos llamado Júpiter y Saturno y, un poco más allá, otros dos gigantes de hielo conocidos como Urano y Neptuno. Eso es el ABC de nuestro sistema solar y, sin embargo, ni todas las cosas son como son ni conocemos tan bien nuestro vecindario, porque esa clasificación podría estar a punto de cambiar.

Si lo pensamos, tiene sentido. En 2006 Plutón dejó de ser considerado un planeta. De aquello hace 19 años, pero ese periodo de aparente tranquilidad no significa que no puedan volver a cambiar las cosas en el futuro. En el caso de Plutón el problema estaba claro: su tamaño, su forma irregular y una órbita llena de escombros eran características que compartía con una larga lista de pequeños cuerpos de nuestro sistema solar que nunca habíamos considerado planetas. O lo “degradábamos” o ampliábamos la lista con decenas de nuevos “planetas”. En este caso, Urano y Neptuno son planetas con todas las de la ley, no es eso lo que podría cambiar, es su etiqueta de “gigantes de hielo” que, en realidad, sería más relevante para la astronomía de lo que fue la polémica de Plutón.

Aunque, para ser precisos, nadie ha propuesto cambiar nada (todavía). La investigación que acaban de publicar un grupo de científicos de la Universidad de Zúrich tan solo sugiere que tenemos motivos para dudar de que sean gigantes de hielo y que, quizás, puedan pertenecer a una nueva tipología, los gigantes rocosos. Los motivos son variados y, entre ellos, vuelve a aparecer Plutón. Y es que, recientemente, hemos descubierto que el planeta enano es mucho más rocoso de lo que pensábamos. Puede ser, por lo tanto, que el hielo (mayormente de agua) no sea lo predominante en estos planetas, pero las pistas van más allá del caso de Plutón.

“La clasificación de gigantes helados es una simplificación excesiva ya que Urano y Neptuno aún están poco comprendidos”, explica Luca Morf, estudiante de doctorado en la Universidad de Zúrich y autor principal del estudio. “Los modelos basados en la física estaban demasiado cargados de suposiciones, mientras que los modelos empíricos son demasiado simplistas. Combinamos ambos enfoques para obtener modelos del interior que sean a la vez ‘agnósticos’ o imparciales y, aun así, físicamente consistentes”. Dicho de otro modo, simulaciones que les ayudan a comprender qué características físicas deberían tener estos planetas para comportarse como vemos que lo hacen ahí afuera, en el espacio. Y, entre esas simulaciones, parece que las que suponen una composición rocosa también encajan sorprendentemente bien.

De hecho, estas mismas simulaciones parecen explicar otras características sorprendentes de Neptuno y Urano que no están relacionadas con la anterior polémica. Por ejemplo, a partir de estas simulaciones se entiende mejor por qué, en lugar de tener dos polos magnéticos (como nosotros) tienen más. “Nuestros modelos tienen capas de la llamada ‘agua iónica’ que generan dinamos magnéticas en ubicaciones que explican los campos magnéticos no dipolares observados. También encontramos que el campo magnético de Urano se origina a mayor profundidad que el de Neptuno”, explica Ravit Helled.

Podríamos estar a las puertas de un cambio sustancial en la forma en que entendemos nuestro sistema solar, pero los propios investigadores son cautos. “Uno de los principales problemas es que los físicos todavía apenas entienden cómo se comportan los materiales bajo las condiciones exóticas de presión y temperatura que se encuentran en el corazón de un planeta” dice Luca Morf, “esto podría afectar nuestros resultados”. A lo cual, Ravit Helled añade que “tanto Urano como Neptuno podrían ser gigantes rocosos o gigantes helados dependiendo de las suposiciones del modelo. Los datos actuales son insuficientes para distinguir entre ambos, y por lo tanto necesitamos misiones dedicadas a Urano y Neptuno que puedan revelar su verdadera naturaleza”.

Lo que aportan estas simulaciones es más sutil. Gracias a su imparcialidad, ahora sabemos que sus características también serían compatibles con una composición rocosa y, por lo tanto, nos abren los ojos acerca de un posible sesgo de confirmación en el que, por suponerlos helados, hemos dejado de explorar otras alternativas plausibles.

QUE NO TE LA CUELEN:

A veces los datos parecen reforzar una hipótesis concreta, como lo era en este caso la composición helada de Urano y Neptuno. Sin embargo, esos mismos datos pueden estar reforzando también otras hipótesis plausibles que no estamos contemplando y que, por lo tanto, si tuviéramos en cuenta más posibilidades, estén sembrando más dudas de lo que creemos. No siempre es fácil escapar de los sesgos, pero estos artículos nos ayudan a reevaluar lo que dábamos por hecho. A veces no llegan a buen puerto y puede que esta investigación se acabe desestimando, pero no está de más que, de vez en cuando, entre aire fresco, aunque sea para recordarnos por qué habíamos cerrado la ventana.

REFERENCIAS (MLA):

Morf, Luca, et al. “Icy or Rocky? Convective or Stable? New Interior Models of Uranus and Neptune.” Astronomy & Astrophysics, 10 Dec. 2025, doi:10.1051/0004-6361/202556911.