La genealogía íntima y política de una familia, un archivo inesperado y un puñado de imágenes enigmáticas terminaron convirtiéndose en ‘Aro berria’, el primer largometraje … de la navarra Irati Gorostidi. Antes incluso de ver unas fotografías, la cineasta sabía —de manera difusa— que sus padres habían pasado por «una comuna hippie». Pero no preguntó demasiado. Hasta que aparecieron las imágenes —jóvenes medio desnudos en un estado de catarsis, en un antiguo convento navarro—. Ese libro con fotos de la Comunidad del Arcoiris —el colectivo en el que vivieron sus padres en los años 80— desencadenó una investigación que ya dura una década. «Todavía hay algo misterioso en esas imágenes» , reconoce hoy, cuatro años después del fallecimiento de su madre, cuando la memoria familiar tiene para ella otro peso.

‘Aro berria’, que llega hoy a los cines tras su recorrido por festivales y su nominación al Premio Feroz Arrebato de Ficción, se articula alrededor de un punto de partida histórico. Los trabajadores de la fábrica de contadores de agua debaten en asamblea una huelga que no prospera. Decepcionados, los más inconformistas vuelcan sus aspiraciones de transformación social hacia territorios íntimos. Algunos abandonan la fábrica y se integran en una comunidad aislada en las montañas, donde decenas de jóvenes emprenden una búsqueda intensa a través de experiencias catárticas compartidas. Sobre esa base argumental, la directora construye una película que rehúye la nostalgia, observa sin juzgar e interpela directamente al espectador ante la tensión constante entre utopía y riesgo.

La investigación de Gorostidi se inició con preguntas a sus padres, pero pronto ensanchó el círculo: amistades de juventud, militantes del movimiento obrero, antiguos integrantes del comité de contadores y decenas de personas que pasaron por los cursos de la comunidad.

Al adentrarse en su funcionamiento interno, Gorostidi abordó también la dualidad de perspectivas: algunos veían la comunidad como utópica, otros como secta. «Intenté no posicionarme. Era delicado no presentar la comunidad como modelo, pero tampoco reforzar prejuicios. La película muestra la búsqueda de alternativas, la implicación de los protagonistas y los riesgos de prácticas que hoy se considerarían inseguras», explica. Las prácticas catárticas que recrea —y que en la película ocupan dos largas secuencias en la carpa— exigieron preparación terapéutica, trabajo con especialistas y un casting cuidadoso de cincuenta cursillistas. La directora subraya la importancia de las figuras que gestionaban la intimidad y conducían los ejercicios de liberación emocional. También aborda la sexualidad, los vínculos y la organización comunitaria, resaltando cómo la introspección individual y colectiva se entrelaza con la búsqueda de sentido.

Las publicaciones impresas por la propia imprenta del colectivo, llenas de testimonios y divulgación, se convirtieron en una pieza clave de su archivo. Organizó una residencia en el Centro Huarte para recopilar materiales, imprimir fotografías y permitir que otras personas de la comunidad pudieran verlos.

La película fue tomando forma de manera progresiva, acompañada por cortometrajes que funcionaron casi como ensayos: ‘Contadores’, germen directo de la primera parte del largometraje; ‘San Simón 62’, centrado en el edificio de la comunidad; o ‘Unicornio’, donde ya trabajó la atmósfera de época y rodó por primera vez en 16mm con Ion de Sosa.

-Es interesante que decidiese dejar la figura del líder.

-Me incómodaba mucho incorporarlo pero era imprescindible. Además, la elección de Óliver Laxe no es inocente. Su presencia encarna algo de aquel fenómeno original, él moviliza muchísimo deseo, precisamente por eso, representa bien a Emilio, el gurú del Arco Iris.

-También es interesante que se abran diálogos similares en nuestro presente.

-Claro, las cuestiones que les están preocupando a este grupo de jóvenes son cuestiones que nos preocupan un montón, que tienen muchísima vigencia actual. Sexualidad, familia, comunidad… A todos nos toca de alguna forma. Las generaciones que hemos venido después experimentamos mucha insatisfacción, pero a la vez nos cuesta más movilizarnos porque sentimos que no se puede cambiar nada o que no es posible una alternativa. Pero no hace falta replicar el modelo, pero sí que se pueden rescatar cosas interesantes sobre esas inquietudes y esa búsqueda, ese camino de indagación.

-¿Qué ha cambiado en usted desde que empezó todo este viaje?

-No sé ni por dónde empezar. En diez años una siempre cambia, crece y aprende cosas. Pero para mí estos últimos diez años están muy atravesados por el proceso de creación de la peli. Desde el análisis que he hecho como histórico, social y político de ese momento, justo los años previos a mi nacimiento. A nivel personal también me ha dado pie desde hacer un trabajo de diálogo con mis padres. Cuando te empiezas a acercar a la edad que tenían tus padres cuando tú naciste y empiezas a pensar en cómo eran ellos antes de que tú existieras. El proceso de hacer la peli ha coincidido en el tiempo con la muerte de mi madre y el propio duelo. Al final es mucha exposición también porque tengo una implicación personal muy íntima con el proyecto. Pero hacer una película y que se estrene en salas comerciales ya me parece un flipe, estoy como una niña con zapatos nuevos.