Entre 5 y 8 libras pagaron los fans que acudieron al concierto benéfico de The Smiths en el icónico recinto londinense Brixton Academy. Desconocían que serían testigos de la última actuación de sus ídolos. Morrissey, Johnny Marr, Andy Rourke y Mike Joyce tampoco sabían que esa noche del 12 de Diciembre de 1986 pasaría a la historia. Por eso, cobra un significado especial que la canción final del show fuera ‘Hand in glove’, single debut de los mancunianos, que termina con esta línea: “I’ll probably never see you again…”
Se habían formado en Manchester. En 1982. Y en solo cuatro años habían ascendido a la cúspide vertiginosamente. En 1986, The Smiths eran una de las bandas más relevantes de la música independiente británica. Para algunos, una de las mejores formaciones británicas de todos los tiempos. Por eso, el público, o ellos mismos, ignoraban que el fin estaba tan cerca.
Es verdad que atravesaban un periodo convulso. Personal y profesionalmente. Por ejemplo, la presión y las prolongadas disputas con su sello, Rough Trade Records, había causado un retraso de seis meses en el lanzamiento de su tercer álbum, el aclamado ‘The queen is dead’ (1986).
Durante la extensa gira mundial de presentación del álbum – la última del grupo – los excesos de consumo de alcohol y drogas pasaron factura. Fue un tour plagado de problemas y las tensiones dentro del grupo iban en aumento. El bajista, Andy Rourke, luchaba contra su adicción a la heroína. Había sido arrestado por posesión de drogas y expulsado de la banda a principios de 1986 a través de una nota manuscrita que Morrissey le dejo en el parabrisas de su coche. Regresó dos semanas después y pudo participar en el recorrido por Estados Unidos.
Además, el guitarrista Marr regresó exhausto de la gira y, como diría en NME: «Decir que estaba hecho polvo, no era decir ni la mitad: Yo estaba extremadamente enfermo. Cuando el tour terminó todo se estaba poniendo un poco… peligroso. Yo bebía más de lo que podía aguantar«.
La situación empeoró cuando sufrió un accidente de coche, casi fatal, con su BMW.
La gira de presentación de ‘The queen is dead’ culminaba con un show benéfico – Artists Against Apartheid – previsto inicialmente para Noviembre en el Royal Albert Hall. Se tuvo que retrasar un mes por el accidente de Johnny Marr.
Por fin, el 12 de Diciembre de 1986, the Smiths pusieron el broche final a su tour mundial sin ser conscientes de que el show benéfico que ofrecerían en el icónico The Brixton Academy londinense sería también el último de su carrera. Los afortunados que acudieron a ver a sus ídolos pagaron entre 5 y 8 libras.
Esa noche, el cuarteto de Manchester no decepcionó. Se habían recuperado y habían podido descansar después de haber pasado buena parte del año de gira. De nuevo, estaban en forma y con muchas ganas de volver a tocar.
Con Johnny Marr a la guitarra, Mike Joyce a la batería, Andy Rourke al bajo, y liderados por el siempre enigmático Morrissey, salieron al escenario para recibir los últimos vítores de sus fans.
La banda decidió revivir algunos de los clásicos de su catálogo. Principalmente, el repertorio consistió en lo mejor de su último álbum (‘There is a light that never goes out’, ‘The boy with the thorn in his side’, ‘Cemetery gates’ ‘Bigmouth strikes again’, ‘The queen is dead’) además de sus más recientes grabaciones, ‘Ask’ o ‘Panic’, incluidas en el recopilatorio ‘The world won’t listen’ (1987).
En varios momentos de la actuación, Morrissey, de buen humor, se dirigió al público diciendo «Tenéis un buen gusto increíble», o manifestando su agradecimiento – ‘Gracias, os queremos’ – o quitándose la camiseta y lanzándola hacia sus fans. Y levantó un cartel con la famosa frase: «Dos cervezas light por favor».
Hicieron dos bises. La última canción del segundo bis fue una interpretación del que había sido su primer single en 1983, ‘Hand in glove’. Por tanto, Morrissey cerró la carrera en vivo de The Smiths con la frase “I’ll probably never see you again…” (Probablemente, no volveré a veros nunca más), que era la última línea de la canción. Nadie lo sabía en ese momento, pero no podía haber elegido una mejor manera de decir adiós a su público.
Unos meses después, los de Manchester estaban de regreso en el estudio dando los últimos toques a su álbum ‘Strangeways, here we come’ (1987), No obstante, la banda se disolvió antes del lanzamiento oficial del del disco terminando así el legado de una de las grandes bandas británicas.
Mike Joyce recuerda en The Guardian: «LLegados a ese punto, estábamos agotados. Si no estábamos de gira, estábamos en el estudio, y si no estábamos en el estudio, estábamos haciendo televisión. Era un no parar. Era duro. Especialmente para alguien como Mozza. Intentaba cuidarse bebiendo una taza de té en el backstage… cuando pienso en la gimnasia mental que hacía sobre el escenario cada noche me doy cuenta de lo difícil que era. Ninguno de nosotros sabía que sería el último tour. Hicimos un último concierto en Brixton Academy ese Diciembre… después grabamos ‘Strangeways, here we come’, que sigo manteniendo que es el mejor álbum que hicimos jamás. ¿Qué tendría que haber ocurrido después? No creo que la creatividad se hubiera secado si hubiéramos seguido».