
Un detalle de los sofás empotrados en el salón; los apliques y lámparas de techo son de Allied Maker.

La isla a medida de la cocina cuenta con un escultural fregadero de mármol y taburetes que se ajustan a su estructura.
Un ejercicio de equilibrio
A pesar del extraordinario entorno, la vivienda necesitaba el toque de Freudenberger. «Era bonita, pero no tenía personalidad», recuerda. «Tuvimos que darle un poco de vida». Con la ayuda de la arquitecta Michele Hugo y los contratistas de Sand & Sea Construction, la pareja se puso manos a la obra para maximizar las vistas y suavizar la distribución, ampliando la superficie del salón (y eliminando la chimenea en el proceso) y actualizando los baños y la cocina. Paneles de roble blanco, muebles empotrados y otros trabajos de carpintería realizados por Justin Allen, de Shepard Co., dan calidez a los interiores y aportan un guiño al diseño playero de los años 70, «Todo tenía que ser tranquilo y relajado para calmar esta casa tan angulosa», dice Freudenberger.

Toallas gráficas y apliques suecos vintage añaden toques de rojo al baño de los niños.

En el principal, los azulejos de Clayhaus complementan el lavabo de mármol.

Las literas empotradas del cuarto de juegos tienen cortinas de tela de Gastón y Daniela.
Arte: © 2025 Calder Foundation, Nueva York / Artists Rights Society (ARS), Nueva YorkSi no puedes con el enemigo…
La diseñadora aceptó las extravagantes geometrías de la estructura y trabajó con ellas: «Nos dijimos: ‘Vamos a ser raros'», recuerda. Así, resistieron la tentación de pintar el exterior de un negro moderno y eligieron azulejos en tonos turbios (verdes, azules, marrones) en lugar de las predecibles superficies de mármol. Inspirándose en una visita a la casa de Charlotte Perriand en Méribel (Francia), Freudenberger incorporó toques de rojo vivo, como en los apliques de los baños de invitados. «Resalta la madera de una forma diferente, es como si dijera, ‘¡Eh, mírame!’», comenta sobre la inesperada yuxtaposición.