El 5 de octubre de 2011, el iPhone 4S ‘presentaba’ a Tim Cook. El actual CEO había tomado el relevo de Steve Jobs oficialmente casi dos meses antes de aquella keynote, tras la renuncia del icónico directivo por motivos de salud. Fuera de los mentideros especializados, Cook era un completo desconocido, a pesar de haber ejercido como director de operaciones de Apple y de ser una figura clave en la trastienda de la multinacional.
Durante su mandato, ha seguido afinando y perfeccionando esa engrasada cadena de montaje, suministro y logística, como quedó patente en periodos tan complicados como la pandemia o, más recientemente, cuando Donald Trump disparó su cañón arancelario contra todo el mundo. Quizá el mejor resumen de la era Cook sea el de la capitalización bursátil. Cuando él tomó las riendas, esta cifra estaba a punto de romper el techo de los 300.000 millones de dólares. Al día de hoy, este indicador está por encima de los 4,1 billones de dólares. Si Jobs pasó a la historia como el gran genio creativo de la compañía, Cook, probablemente, lo haga como el gran genio de las finanzas y el negocio.
Pero su liderazgo, como todo, no es eterno. En los últimos meses, se ha intensificado, y mucho, el debate sobre si ha llegado el momento de cambiar al jefe de la manzana para afrontar la era que se abre ahora con la inteligencia artificial, en la que los californianos están dos o tres pasos por delante de otros gigantes de Silicon Valley.
«Ahora me hacen esa pregunta mucho más frecuentemente. A medida que envejezco, a medida que mi cabello se vuelve más gris», confesaba el propio Cook en una entrevista a finales del pasado año con la revista Wired. «Estaré aquí hasta que mi cabeza me diga: es el momento», añadió.
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El asunto parece haber escalado tanto que la posible jubilación del directivo es una de las grandes incógnitas de Apple para 2026. El Financial Times levantó la liebre hace unos pocos días. Lo hizo con una información en la que citaba fuentes próximas a las conversaciones y familiarizadas con el asunto, que señalaban que los preparativos del reemplazo se habían acelerado y que podría suceder el próximo curso.
De los veteranos…
Las quinielas no tardaron en llegar. Y, como suele ocurrir en estas ocasiones, las primeras miradas se dirigieron hacia los rostros más conocidos y veteranos de la casa. Una de las primeras opciones fue Craig Federighi, el directivo que más claramente encarna el viraje que Apple necesita si realmente quiere dejar atrás la larga resaca de Siri y entrar con ambición en la era de la inteligencia artificial. Federighi es, desde hace años, el garante del software que sostiene a más de mil millones de dispositivos, pero también el ejecutor implacable que baja a su equipo a tierra cuando toca escoger una sola dirección. Su ascenso dentro de la agenda estratégica de Apple, tras el fiasco sostenido del asistente digital, no es casual: es la señal más explícita de que la compañía entiende que el próximo CEO tendrá que ser, ante todo, alguien capaz de reescribir las bases del producto. La pregunta que recorre los pasillos de Cupertino es si Federighi estará dispuesto a abrazar un liderazgo más expuesto, más político y menos tecnocrático, en una Apple que necesita recomponer su narrativa mientras intenta recuperar la iniciativa frente a competidores que la han adelantado por la derecha en IA.
Craig Federighi. (Reuters/L. Andrillon)
Pero en una empresa donde el poder nunca ha sido monocromático, Federighi no compite solo. Eddy Cue y Greg Jozwiak funcionan como los otros dos polos gravitacionales de la sucesión, aunque por motivos muy distintos. Cue, el negociador incansable que lleva décadas cerrando acuerdos con todas las industrias que Apple ha necesitado para imprimir billetes, representa la visión pragmática, casi industrial, de un negocio que se sostiene cada vez menos en el hardware y más en ese ecosistema de servicios que exprime el iPhone como si fuera un parque temático.
Su veteranía juega en su contra para un mandato largo, pero su conocimiento del negocio es tan profundo que nadie lo descarta. Joz, por su parte, juega en otra liga: es el guardián del relato, el heredero de una cultura corporativa que convierte cada keynote en liturgia y cada problema en una gestión cuidadosa del silencio. Su control del marketing y de la identidad pública de Apple le da un peso específico que se ha hecho más evidente justo cuando la empresa atraviesa un momento incómodo en inteligencia artificial.
…a un desconocido como favorito
Quizá, como ya ocurrió hace trece años, la firma vuelva a ejecutar un movimiento característico: apostar por un perfil que el gran público apenas conoce, pero que internamente acumula un historial impecable y una reputación de fiabilidad extrema.
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Gurman lo sitúa como favorito no porque sea la cara más visible de la compañía, sino precisamente porque no lo es. Ternus representa el tipo de directivo que Apple suele moldear en silencio, alguien que ha crecido dentro de la estructura desde 2001, que entiende la construcción del hardware como muy pocos y que, según voces internas, combina un perfil sin estridencias con serenidad a la hora de tomar decisiones, algo del agrado de Cook.
Su juventud relativa (todavía no tiene 50 años) añade un matiz estratégico evidente: ofrece la posibilidad de un liderazgo prolongado en un momento en el que Apple necesita estabilidad para afrontar de manera sostenida el ciclo dominado por la inteligencia artificial. Además, Ternus encarna una visión profundamente técnica que encaja con el núcleo fundador de la empresa.
Ha estado al cargo de algunas de las principales líneas de producto de Apple, incluyendo generaciones completas de iPhone, iPad y Mac. Además, ha participado también en la transición definitiva hacia chips propios en lugar de los de terceros. En la casa, se le percibe como un ingeniero de los clásicos, uno de esos que recuerda los inicios de la compañía y la devoción hacia el hardware. Esto puede ser un importante punto a favor, ahora que la compañía enfrenta la reconversión del iPhone, un proceso gradual que ha empezado con el iPhone Air y que, según las filtraciones, seguirá con un plegable el próximo año y la gran traca final para el veinte aniversario del teléfono más popular del mundo. Además, Apple pretende explorar nuevos mercados y verticales, con algunos aparatos para domótica. Y en el horizonte aparece todo lo que tiene que ver con la IA y el dispositivo que pueda reemplazar al iPhone o, por lo menos, abrir un nuevo gran nicho de negocio.
John Ternus. (Reuters)
Una de las cosas que más aprecia Cook sobre Ternus, según las fuentes de Gurman, es su aplomo en público y su capacidad de hacer presentaciones. En la última keynote, este directivo fue el rostro protagonista de gran parte del evento. Se ocupó de desgranar todos los detalles del iPhone Air, la gran novedad del curso. Además, la compañía le encargó una mini gira europea poco después de la keynote, donde mantuvo encuentros en diversos países con prensa y creadores de contenido.
A uno de estos encuentros acudió El Confidencial en Múnich. «Era algo que llevábamos tiempo queriendo hacer, pero requería un conjunto concreto de tecnologías y capacidades para hacerlo posible», explicó Ternus sobre el iPhone Air en dicho encuentro, que se celebró en la sede alemana de Apple, donde hay un laboratorio de chips. La elección no fue casual, porque una de las claves del modelo ultradelgado de Apple fue el módem C1X. Este pequeño componente, de diseño interno, es el encargado de las comunicaciones inalámbricas y permite ofrecer importantes ahorros energéticos.
Sin embargo, apostar por un rostro poco reconocible como el de Ternus también implica asumir ciertos riesgos, y ahí es donde aflora el paralelismo con la sucesión de Jobs. Cook llegó como un desconocido para el gran público, pero venía con el pedigrí de haber gestionado la maquinaria operativa más compleja del sector y de haber demostrado, una y otra vez, que sabía ejecutar bajo presión en un entorno global caótico.
Ternus, en cambio, ha destacado como un constructor paciente de productos, no como un estratega con exposición total al negocio. Su experiencia se concentra en el hardware, un ámbito esencial, pero cada vez menos representativo del peso real de Apple, donde los servicios, las alianzas corporativas y la visión financiera global determinan las decisiones de más calado. A esto se suma la percepción, compartida por algunos dentro de la empresa, de que su estilo prudente puede retrasar decisiones críticas en una etapa donde la velocidad competitiva será un factor clave.
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Aun así, la confianza explícita de figuras como Eddy Cue, uno de los mejores termómetros del poder interno de Apple, y el reconocimiento de antiguos líderes de hardware refuerzan la idea de que, si la compañía busca una continuidad silenciosa, disciplinada y sin sobresaltos, Ternus podría ser el heredero natural. En 2026 se sabrá si es el turno de Ternus o le toca esperar un poco. Porque, si bien el Financial Times daba por supuesto lo inminente relevo de Cook, Gurman apuntaba en otra dirección. En su newsletter, se atrevía a decir que incluso la noticia del rotativo británico era falsa y que el actual CEO estaría todavía un tiempo en el sillón de mando de Apple.
En este contexto, no sorprende que Apple pueda decidir posponer ligeramente la jubilación de Tim Cook, aun cuando la sucesión siga siendo un tema presente en los pasillos de Cupertino. El reciente lanzamiento del iPhone 17 y el iPhone 17 Pro ha demostrado, una vez más, la capacidad de la compañía para batir récords de ventas e ingresos, y los resultados de enero confirmarán hasta qué punto la maquinaria sigue afinada. Este éxito también deja claro que, aunque la inteligencia artificial marcará el rumbo de la próxima década, su implementación inmediata no es tan urgente como se creía hace apenas unos meses.
Tim Cook sujetando los nuevos IPhone 17 (Reuters/M. Obergozo)
Al mismo tiempo, Apple tiene sobre la mesa una serie de iniciativas estratégicas de alto calibre que podrían definir la siguiente etapa de la compañía. La diversificación de la producción desde China hacia India y Vietnam no solo responde a presiones geopolíticas, sino que representa un replanteamiento profundo de la cadena de suministro global, buscando mayor resiliencia y control en un mundo cada vez más impredecible.
La exploración de nuevas categorías de producto evidencia la intención de Apple de no depender únicamente del iPhone, mientras que la negociación para incorporar Gemini en Siri señala que la compañía está lista para dar un salto cualitativo en inteligencia artificial, mejorando su asistente digital. Cada uno de estos proyectos requiere continuidad, visión y un liderazgo capaz de coordinar equipos multidisciplinares sin generar fricciones innecesarias. Introducir un cambio en la cúpula en este momento podría añadir incertidumbre, diluir decisiones críticas y ralentizar iniciativas que demandan precisión quirúrgica y un pulso firme.
En ese sentido, mantener a Cook un tiempo toma un cáriz estratégico: garantiza estabilidad mientras se prepara el terreno para la transición hacia una era donde la inteligencia artificial, la innovación en hardware y la expansión a nuevos mercados convergerán en el futuro de Apple. Al final, la compañía parece actuar con la misma paciencia calculada que siempre la ha caracterizado, asegurándose de que el relevo no sea solo un cambio de rostro, sino la continuación ordenada de un legado que ha marcado la historia de la tecnología.