Observar las imágenes capturadas por la cámara de la fotógrafa Ruth M. Anderson (Nebraska, 1893- Nueva York, 1983) para The Hispanic Society of America en mayo de 1925 en Cangas del Narcea permite realizar un viaje en el tiempo. Sus instantáneas ayudan a imaginarse de una forma muy realista la vida en la capital y los pueblos de este concejo del suroccidente de Asturias, que entonces aún se denominaba Cangas de Tineo, hace un siglo.

El recorrido por ese Cangas de 1925 a través de los ojos de la fotógrafa estadounidense es posible realizarlo gracias a la cuidada edición del último libro publicado por la asociación cultural canguesa «Tous pa tous. Sociedad canguesa de amantes del país» que lleva por título «Al aire de Cangas del Narcea. Fotografías de Ruth M. Anderson para The Hispanic Society of America, 1925». Una publicación de gran formato, con 160 páginas en las que se recogen las 97 fotografías realizadas por Anderson en el municipio del 2 al 7 de mayo de 1925.

Llegada a Cangas del Narcea

Ruth M. Anderson llegó a Cangas del Narcea acompañada por su padre, también fotógrafo, Alfred T. Anderson el sábado 2 de mayo a las cinco y media de la tarde en un coche de línea que había salido de Oviedo a las once y media de la mañana, tal y como se puede leer en el diario que fue escribiendo Alfred T. Anderson y que se publica íntegramente en el libro. La estancia en el concejo se alargaría hasta el jueves 7 y se enmarcaba dentro del recorrido de varios meses que la fotógrafa estaba realizando por Galicia y Asturias, principalmente, para documentar la vida tradicional y más rural de España para la colección de The Hispanic Society of America.

Alfred T. Anderson y Ruth M. Anderson, en una foto tomada en Lugo, en enero de 1925.

Alfred T. Anderson y Ruth M. Anderson, en una foto tomada en Lugo, en enero de 1925. / The Hispanic Society of America

Padre e hija habían llegado a España, concretamente a Vigo, el 7 de agosto de 1924, para recorrer toda Galicia. El 31 de enero de 1925 entraron en Asturias con el mismo objetivo: documentar gráficamente la vida cotidiana y también los monumentos histórico artísticos de toda la región. Su primera parada fue Castropol, luego Luarca y Oviedo, desde donde se movieron por el resto de Asturias visitando Avilés y Gijón, también el oriente: Llanes, Cangas de Onís, Covadonga, entre otros puntos de la región. Un viaje sobre el que se publicó en 2018 un estudio de Noemí Espinosa Fernández en el libro «Hallazgo de lo ignorado. Fotografías de Asturias de Ruth M. Anderson para The Hispanic Society of America, 1925», en el que se reconoce el valor de la visión de Anderson por ofrecer «un inestimable testimonio sobre la región».

Nacimiento de The Hispanic Society of America

Cuando Ruth M. Anderson realizó este viaje por España tenía 31 años. No fue su única visita al país, también fotografió León, Extremadura, las islas Canarias y otros países cercanos como Portugal y Marruecos. Su trabajo respondía al interés del fundador de la Hispanic Society, Archer M. Huntington (1870-1955) por la etnografía española. Patrick Lenaghan, que dirige la sección de Estampas y Fotografías de la institución neoyorquina, repasa en su texto publicado en el libro «Al aire de Cangas del Narcea», la historia de la entidad y el amor por España y los museos de Huntington desde muy joven. «La familia realizó dos largos viajes a Europa en 1882 y 1887 y, poco después del primer viaje, el joven Archer tuvo la idea de crear un museo dedicado a España y Latinoamérica», cuenta Lenaghan, que detalla que para su creación se inspiró en el Museo Británico, una combinación de biblioteca y galería de arte, “formándose en todos los aspectos culturales, desde el arte a la historia y a la literatura”.

Fue en 1904 cuando se fundó la Hispanic Society. Detalla Patrick Lenaghan que cuando su impulsor desarrolló los objetivos para su colección de fotografías se propuso que además de las bellas artes incluyera la indumentaria y las costumbres cotidianas de España y Latinoamérica. «Este interés etnográfico refleja la creencia de Huntington en que la ‘España real’ existía fuera de sus centros urbanos», señala.

Para lograr cumplir ese objetivo tuvo que enviar a su propio personal a tomar esas imágenes. Ruth M. Anderson, que comenzó a trabajar como fotógrafa del museo de la entidad, pronto recibió el encargo de recoger en imágenes la vida de una España alejada de las grandes ciudades. Anderson había aprendido fotografía de la mano de su padre. Un conocimiento que perfeccionó en la Escuela de Fotografía de Clarence H. White, de Nueva York. Sería el propio White quien la recomendaría para formar parte del equipo de la Hispanic Society.

Archivo fotográfico «único y excepcional»

Con esa mirada profesional, moderna y femenina – que se traduce en que entre sus fotografías haya una gran presencia de retratos de mujeres en diferentes ámbitos -, Ruth M. Anderson dejó un archivo de imágenes que es considerado «único» tanto por la calidad de las imágenes como por la temática que reflejan. «Las fotografías de Anderson son excepcionales por su calidad técnica y artística, y por los asuntos que fotografió», afirma Juaco López, presidente del «Tous pa tous» y director del Muséu del Pueblu d’Asturies.

Retrato de una campesina en la calle de Cangas del Narcea durante la feria de La Cruz de Mayo.

Retrato de una campesina en la calle de Cangas del Narcea durante la feria de La Cruz de Mayo. / Ruth M. Anderson. The Hispanic Society of America

Precisamente, son las escenas que capta con su objetivo las que convierten el trabajo de esta fotógrafa en valiosos documentos históricos, ya que tenía el encargo de la institución americana de recoger momentos de la vida cotidiana, la indumentaria, los mercados y ferias, además de celebraciones religiosas.

Muestra «una realidad ignorada de nuestro pasado»

De este modo, se puede ver en imágenes la parte más tradicional y popular del concejo, con retratos de gente anónima, trabajadores y campesinos, también interior de tabernas y de casas de pueblos, entre otros.

«Aparecen espacios y escenas de la vida cotidiana que no interesaron a la fotografía asturiana ni española, y eso hace que este trabajo de Anderson sea excepcional para conocer la imagen de una realidad escondida e ignorada de nuestro pasado», se analiza en la introducción que abre el libro.

Amplio reportaje de la feria La Cruz de Mayo

El casi centenar de fotos tomadas en Cangas del Narcea también es algo poco frecuente, porque es un número bastante elevado en comparación con el resto de sitios visitados, tal y como señala López, que explica que «el motivo principal fue que en esa estancia coincidieron con la feria de La Cruz de Mayo, una de las cuatro grandes ferias que se celebran anualmente en Cangas del Narcea». Un evento que supuso una gran concentración de ganado, puestos de venta y que llenó las calles y las plazas de gente «muy interesante para ellos, lo que supuso un gran aliciente para tomar muchas fotografías».

Vista general del ganado en la feria de La Cruz de Mayo.

Vista general del ganado en la feria de La Cruz de Mayo. / Ruth M. Anderson. The Hispanic Society of America

De hecho, López hace hincapié en que «nunca nadie antes de ella ni después hizo un reportaje tan veraz de una feria en Cangas, son fotos desde dentro, metidas en el bullicio de la feria, parece que estás oyendo a la gente, los tratos…», describe.

Imágenes de la villa y alrededores

Otro de los capítulos del libro recoge las fotografías tomadas en la villa de Cangas del Narcea, donde se pueden ver sus palacios, la actual basílica, su puente romano y otro de madera, así como muchas de sus calles.

Además, también hay un apartado dedicado a los pueblos cercanos a la villa a donde se desplazaron caminando: Corias, Llano y La Regla de Perandones. Unos paseos que aprovecharon para tomar imágenes de paisaje en las que se pueden ver el gran número de viñedos que cubrían el valle, así como cocinas e interiores de las casas y, por supuesto, sus vecinos.

Cierra el libro las fotos a la colección del cangués José Luis Ferreiro Blanco (Cangas del Narcea, 1903-Gijón, 1936), al que conocieron en la calle durante la feria de La Cruz de Mayo. El joven cangués, de 21 años, les invitó a su casa para mostrarles su colección de arte popular, muebles antiguos y otras antigüedades que atesoraba.