A Roberto Benigni le propusieron de parte del Papa Francisco hacer un monólogo sobre san Pedro y aceptó gracias a Terrence Malick. El resultado es un libro que se publica esta semana en Italia (‘Un uomo nel vento’) y un … espectáculo de dos horas que acaba de arrasar en la Rai. «Es que me he enamorado de san Pedro, pero no me atribuyas palabras cursis», explica en una de las pocas entrevistas que ha concedido, una conversación con tres periodistas, entre ellos el corresponsal de ABC.
Toda Roma sabe que Benigni vive en el Aventino, el barrio de la Ciudad Eterna que se derrama entre el Circo Massimo y el Tíber. Conversamos allí, en una sala adornada con vestidos que su mujer, la actriz Nicoletta Braschi, ha utilizado en sus películas. «Este es el de la boda de ‘La vida es bella’, este es de ‘El tigre y la nieve’, y este es el que se puso en los Oscar». Cuando habla de ella, la mirada pícara de Benigni se endulza. «Come è bella Nicoletta! Qué guapa es Nicoletta, que incluso con harapos parece una princesa», dice.
Benigni ha rescatado el arte de los juglares, que pasaban por las plazas, los actuales escenarios, para narrar gestas y aventuras sólo con la fuerza de la voz y los gestos. Comenzó explicando a Dante y su ‘Divina Comedia’, pues «esta obra es una especie de milagro». «Hay cuatro pilares en Occidente, que son Dante, Shakespeare, Cervantes y Homero», explica. «Después de ellos viene la gran literatura: Tolstói, Dostoievski, Kafka, pero ya son otra cosa».
El actor, durante su representación
Vatican Media
Ahora se atreve con la historia del apóstol san Pedro, porque «el Evangelio es el libro más increíble y extraordinario de la historia. Nunca se queda atrás, siempre va por delante». Dice que quien le puso la mosca detrás de la oreja fue Terrence Malick. «Somos muy amigos y cuando pasa por Roma viene a casa. Él quería hacer una película sobre san Pedro y me ofreció el papel del diablo que le tienta de principio a fin. Debía hacerlo sin palabras, porque soy italiano». Le faltan palabras, y para explicarlo se pone de pie y actúa como un tentador, con gestos del rostro y las manos. «Le dije: ‘Pero Terrence, podrías haber hecho una película de san Pablo, que pone las bases intelectuales del cristianismo, o de san Juan, el místico…’. Y me respondió: ‘Se ve que no conoces a san Pedro…’ Entonces empecé a leer y vi que tenía razón. Pablo es helenista, un aristotélico. Y Pedro, un pescador analfabeto. Jesús lo eligió como columna a pesar de que era el eslabón más débil, y por eso no se quebró: la Iglesia lleva en pie 2.000 años».
«Cuando Pedro decidió amar, bastaba su sombra para curar a las personas»
Lo que más le interesa de Pedro es que «le daba vergüenza decir ‘te amo’, igual que a nuestros abuelos que, por una especie de pudor y por debilidad, nunca decían a sus esposas ‘te quiero’. Pero cuando Pedro decidió amar, bastaba su sombra para curar a las personas». «El poeta Charles Bukowski repetía ‘cuando empiece a hablar de amor y de estrellas, por favor, matadme’. A mí también me dio miedo hablar solo de amor. Pero Dante escribió que ‘el amor mueve el sol y las estrellas’, y metió ‘amor’ y ‘estrellas’ en la misma frase. ¡Si lo hizo el más grande poeta de la historia…!». «Pedro no sabía lo que era el amor, no lo conocía, ninguno de los apóstoles lo conocía, solo Jesús porque es hijo de Dios. Así que él lo fundó, lo inventó, y ese amor es moderno, es nuevo, es una novedad y en muchos países aún no saben lo que es».
Reconoce que le ha costado preparar este espectáculo y que para hacerlo se ha preguntado «qué no se ha dicho aún sobre Jesús». Su secreto es «decir las cosas de siempre con palabras nuevas y de decir cosas nuevas con las palabras que dicen todos». «Cuando se dice que hay que quitar crucifijos de las paredes… ¡Pero si te recuerda que uno fue crucificado porque quería que nos amáramos! Es importante verlo, no por religión, sino para recordar que alguien murió porque dijo ‘amaos los unos a los otros’. Para mí es increíble. No es el amor endulzado del que escapaba Bukowski, sino el amor duro y severo de la vida, moderna. Amar a tu enemigo es la frase más elevada jamás pronunciada, es un mensaje religioso que se vuelve político. Lo que fundó Cristo no es una religión de reglas, sino una revolución de amor», concluye.

Benigni, durante su monólogo
Vatican Media
Benigni avisa de que no es un converso y si se le pregunta si cree en Dios dice que es «como si se lo preguntas al Papa». «Pero no soy un cura, en un programa me abalancé sobre Raffaella Carrà para quitarle la ropa», bromea. «Mi madre era analfabeta pero siempre llevaba el Evangelio en el bolsillo y lo abría. Yo le decía: ‘¿Qué haces si no sabes leer?’. ‘Pero lo entiendo’, respondía. Lo entendía y lo volvía a guardar». Habla como un volcán. «Baudelaire decía que ‘quien reza antes de acostarse es como un capitán que dispone a sus centinelas, puede dormir tranquilo’; si rezaba Baudelaire, también puedo rezar yo».
El actor y el Papa hablaron sobre ‘Las Confesiones’ de San Agustín y sobre la ‘Divina Comedia’
Esta semana mostró algunos fragmentos del monólogo al Papa León, quien rio con gusto. «Le dije que es uno de mis cuatro papas favoritos y me preguntó quiénes son los otros». Entonces, hablaron también sobre ‘Las Confesiones’ de San Agustín y sobre la ‘Divina Comedia’ y descifraron su secreto: «Cada vez que los relees encuentras cosas nuevas», le dijo el Papa.
Benigni, el italiano vivo más influyente del mundo, premio Oscar por ‘La vida es bella’, director de cine y actor, es mucho más que todo eso. «Hay que seguir la naturaleza de las cosas. Sería ridículo hacer lo mismo que en el pasado. Es bonito cambiar. Todo cambia, pero no cambia mi amor a Nicoletta». «Os he dicho sólo tonterías, tomadlas como las palabras de un cómico, naturalmente», se despide.