Festival: Hellfest Open Air 2025
Lugar: Clisson, France – 19, 20, 21 y 22 de junio de 2025
Texto: Jose Mora
Fotos: Miquel Raga

¿Quién podía imaginar hace dos décadas que ese pequeño pueblo llamado Clisson de apenas 7000 habitantes, enclavado en el Loira Atlántico francés, acabaría convirtiéndose en un referente mundial entre los seguidores del metal? Lo que comenzó como una apuesta en 2006 de cara a dar continuidad a un “Fury Fest” que ya había comenzado a calar entre la comunidad metálica francesa, ha ido poco a poco creciendo y convirtiéndose en lo que es en la actualidad: uno de los centros neurálgicos dentro del circuito global de festivales de rock y metal. Un año más, Hellfest regresaba con su fórmula habitual: cuatro días de música, seis escenarios, más de 150 bandas formando un ecléctico y sobresaliente line-up y una notable organización logística. Todo ello aderezado en un entorno vistoso, inmersivo y preciosista, más cercano al de un parque temático dedicado al rock que al de un festival tradicional.

Como cada año, el cartel de Hellfest colmaba las expectativas tanto de quienes buscan una oferta más mainstream o multitudinaria, como de aquellos que disfrutan de bandas menos “obvias” desde la programación de los escenarios secundarios. Hard rock, black metal, hardcore, thrash metal, industrial, power metal, punk rock, stoner, post rock… en Hellfest hay de todo para todos, y aunque este año sí que, por primera vez en mucho tiempo, tuvimos la sensación de que el festival contaba con un cartel algo menos redondo que el de otros años o que el de alguno de sus competidores directos (tal vez por invertir demasiado en los nombres grandes y menos en la “clase media”), es imposible que cualquier espectador medio de música en directo vaya a Hellfest y no encuentre varias decenas de grupos que le resulten, como mínimo, interesantes. Nombres como Muse, Scorpions, Cypress Hill, Linkin Park o Judas Priest ejercían de cabezas de cartel del line-up, pero otros como Chat Pile, Alcest, Sacred Reich, Knocked Loose, Ihsahn o Gutalax, hacían que todo hijo de vecino se planteara hacer el viaje a Hellfest, que una vez más vendió todos los billetes en cuestión de horas, meses antes de su celebración.

Como digo, la música es lo más importante en Hellfest, pero la organización se ha preocupado de ir construyendo edición tras edición un entorno que va más allá de la música en directo: Hellfest es una especie de Disneyland metálico para todos los asistentes al festival. El mayor “metal market” de discos y merchandising a nivel mundial, tiendas de instrumentos, amplia y variada oferta gastronómica, tattoo studio, barbería… aquí hay mucho que hacer más allá de plantarse frente a un escenario a ver música en vivo.

Desde la organización también se han preocupado de que el festival cuente con zonas de sombra, fuentes y otras zonas de refresco, que este año se han hecho más necesarias que nunca: una ola de calor azotó la zona en las fechas del festival, con termómetros que llegaban a máximas de 37 o 35 grados durante tres de las cuatro jornadas del festival. Esto, unido a los inevitables “solapes” o coincidencias de horario entre escenarios, hicieron que este año algunos tuvieran que priorizar algunas bandas sobre otras de cara a economizar energías, lo cual tampoco evitó que pudiéramos disfrutar, una edición más, de unos de los días más intensos (y calurosos) del año.

Día 1: Las puertas del infierno se abren

Entrando en materia puramente musical, la primera jornada de festival ya estaba bien servida de platos fuertes y variedad. Comenzamos el festival con los islandeses Misthyrming demostrando por qué son una de las bandas de referencia del black metal actual, Potentes, oscuros y con una presencia escénica que sigue creciendo con cada gira. Buen comienzo de festival y un aperitivo muy sabroso mientras esperamos la continuación de su genial Með hamri de 2022. Tras ellos, los finlandeses Apocalyptica tomaban el mainstage bajo un sol de justicia. Con su formación habitual desde hace unos años de tres cellos y batería, sabían que no era escenario ni climatología para andarse con experimentos, y no dudaron en ofrecer un set totalmente festivalero formado exclusivamente por sus ya habituales versiones de Metallica. Muy interesante disfrutar de temas esperados como “Enter Sandman” o “Seek And Destroy”, pero sobre todo de otros menos previsibles como “Ride The Lightning” o “Blackened”.

Según avanzaba el día, los australianos Airbourne demostraban que, pese a que probablemente nunca se quitarán la espinita de las inevitables comparaciones con AC/DC, son una apuesta totalmente fiable en directo. La multitudinaria respuesta del público, así como su visceral entrega durante todo su show, corroboró que su nombre es sinónimo de diversión encima de un escenario. Ya no son sorpresa para nadie, lo cual no le quita validez y mérito a su actuación. A su vez, los americanos Chat Pile tomaban el escenario “Valley” donde ofrecían una masterclass de noise rock, aderezada con el sentido del humor y las infinitas referencias cinematográficas entre canciones de su frontman, Raygun. Son una banda que ha crecido muchísimo en el último par de años y sin lugar a duda van a ser muy importantes en futuros line-ups dentro de los circuitos menos convencionales de la escena metálica.

Cambiando de tercio, siempre es un placer ver a Ihsahn (Emperor) y sus chicos demostrando que el metal extremo sigue abierto a explorar nuevos horizontes. El sonido fue un poco embarullado, pero el abrumador nivel técnico de los músicos en escena quedó fuera de toda duda y el concierto tuvo el ritmo necesario para un evento de estas características. Ihsahn continúa empeñado en reinventarse a cada paso y resulta un lujo tenerle en directo alejado de su banda madre. De vuelta al Valley, Monkey3 demostraron por qué están en la élite del rock instrumental. Con su vitola espacial y progresiva por bandera, simplemente estuvieron intachables. Un auténtico viaje.

Mientras que The Hellacopters defendían su posición como banda de referencia dentro del rock escandinavo en el Warzone, y que Sunn O))) sumergían al Temple stage en un mar de acoples y densidad, los estadounidenses Korn tomaban el mainstage como el gran reclamo del día. Había ciertas dudas acerca de su estado de forma después de que sus mejores discos y tiempos más floridos hayan quedado atrás hace ya un tiempo, pero hay que reconocer que Jonathan Davis y los suyos dieron un concierto muy potente. Sonido sobresaliente, una banda compacta (con el enorme Ray Luzier empujando desde la batería), montaje muy resultón, y sobre todo, un repertorio intachable a base de clásicazos (el comienzo con “Blind” y “Twist”, el gordor de “Here to Stay”, “Ball Tongue”, la bailonga “Got the Life”, los himnos “Falling Away From Me” o “Freak On a Leash”…). Sobresalientes.

Mientras que Electric Callboy cerraban el día y ponían patas arriba el mainstage con su mezcla de electrónica y metalcore, muchos optamos por retirarnos a descansar: aún nos quedaban tres intensas jornadas de festival por delante que, viendo el pronóstico meteorológico, se esperaban calientes a todos los niveles.

Día 2: La temperatura subía

Comenzábamos el segundo día de festival con los reunidos 3 Inches of Blood. Su hírido entre el heavy metal más auténtico y clásico con elementos thrash y metalcore, parece gustar tanto a los más conservadores como a los que gustan de sonidos un poco más contemporáneos. Estuvieron muy bien los canadienses, con mención necesaria al carisma y personalidad vocal de Cam Pipes. Ojalá pronto en España.

En el mainstage, The Cult lucharon contra un público que no estaba muy por la labor y los 35 grados de temperatura que les tocó lidiar. Poco que reprocharles: buen repertorio, buena actitud, pero tal vez no era el momento ni el lugar adecuado. Probablemente en un horario más nocturno o en otro escenario hubieran salido victoriosos porque temazos no les faltan. Tras ellos, Crippled Black Phoenix en el Valley, otra banda que, aunque a nivel discográfico parece haber dado un pequeño paso atrás en los últimos tiempos, en directo siguen siendo apuesta segura. Mención especial para los gestos de solidaridad con el pueblo palestino así como el tono general del concierto, emocional y comprometido sin ser panfletario, con un sonido cristalino y limpio, a la altura de la propuesta del grupo.

A priori, resultaba un poco sorprendente ver a los mongoles The Hu como uno de los nombres destacados del día en los escenarios principales. No cabe duda de que lo exótico de su propuesta, con instrumentos tradicionales del folk de su tierra presentados en un contexto más rockero, ha sabido captar la atención de muchos. Hace un par de años fue imposible para unos cuantos disfrutarlos en carpa debido al llenazo, y la recepción y respuesta del público confirmó que tenerlos en un horario privilegiado en el mainstage fue buena idea.

De vuelta al Valley, nos invadía la sensación de que Pentagram congregaban más gente de lo habitual, en la que probablemente sea una de las últimas giras de estas leyendas del doom metal. Con una formación muy sólida, con Tony Reed (Mos Generator) y Henry Vasquez (Saint Vitus) como parte esencial, y un Bobby Liebling que, pese a que los años no pasan en vano, su actitud en escena y su voz siguen intactos respecto a los últimos años. Añadidle un buen puñado de clásicos del género, aderezados con algún que otro tema de su último redondo “Lightning in a bottle”, para dar forma a otro gran concierto de Pentagram. Resulta curioso (por no usar otro término) como Bobby ha tenido que convertirse en un fenómeno viral y casi un meme por su dramática puesta en escena para que Pentagram reciban la atención mediática que probablemente merecieron durante sus cinco décadas de trayectoria. Cosas de los tiempos que nos han tocado vivir.

El headliner por excelencia del día eran los británicos Muse. A priori una banda que no encajaba del todo a nivel estilístico en Hellfest, pero que ocuparon un hueco pensado inicialmente para Foo Fighters, como la organización confirmó en entrevistas previas al festival. Había dudas razonables acerca de su idoneidad en un cartel capitaneado generalmente por bandas menos alternativas, sin embargo, Muse demostraron que, más allá de su sobresaliente nivel técnico, son una de las bandas mas solventes del circuito internacional: enérgicos, sabiendo adaptarse a la situación y perfectos para el formato festival. Actitud y sonido muy rockeros, guiño musical a Gojira, visuales impactantes, y un repertorio plagado de temas reconocibles por todos. Ejercicio rock de masas, sí, pero ejecutado de forma intachable y con probablemente la respuesta de público más multitudinaria de todo el festival.

Para cerrar la jornada, el ritual pagano de Heilung supuso una experiencia tan hipnótica como impactante a nivel visual. Sin embargo, su propuesta, tan densa y profundamente ceremonial, dio la sensación de estar algo fuera de lugar en el mainstage a esas horas de la noche. Mentiría si dijera que los disfruté tanto como anteriores ediciones en formato “carpa”. Tras un día especialmente caluroso y plagado de estímulos, quizás no era el cierre más accesible ni efectivo antes de dar por finalizada la segunda jornada de Hellfest.

Día 3: Clásicos desde el infierno

Con el ecuador del festival ya superado, el día tres nos tenía guardados algunos de los platos fuertes del festival. Comenzar el mismo con la densidad doom de los británicos Conan después de almorzar fue una prueba de fuego. Estuvieron de notable, pero su muro de sonido, aplastante y arrastrado, se hizo algo cuesta arriba bajo el sol y los 35 grados de temperatura que les tocó batallar. A continuación, Spectral Wound, en cambio, ofrecieron un ejercicio de black metal de primera, crudo, veloz, sin adornos. Uno de los conciertos más intensos del día, sin artificios ni concesiones.

De vuelta al mainstage, Black Country Communion protagonizaron una situación similar a la vivida el día anterior con The Cult: una formación tremenda, una lección de rock clásico actualizado a los tiempos que corren, buen repertorio, pero les costó conectar con el grueso del público. Solo por ver al prodigio Glenn Hughes junto a Bonamassa, Sherinian y Jason Bonham ya merecía la pena acercarse, pero lo cierto es que en otro contexto más íntimo habrían lucido más. Deseando pillarles en sala. A continuación, en el Altar stage, The Ocean ofrecían uno de los conciertos más significativos del festival: fue el último con Loic Rossetti como vocalista y frontman del grupo, cerrando así esta intensa etapa de la formación tras las recientes deserciones en el seno del mismo. Estuvieron francamente intachables en cuanto a actitud, sonido y ejecución, con evidentes ganas de cerrar el capítulo a la altura de su recorrido. Ahora sólo nos queda la curiosidad por ver hacia dónde evolucionan con la nueva formación.

El experimento conocido como SatchVai Band, juntando a los guitar heroes Joe Satriani y Steve Vai en una misma formación, suponía un lujo para los amantes del shred y el virtuosismo guitarril. Un repertorio formado a base de referencias a lo más granado de sus carreras en solitario, con alguna versión probablemente evitable (“Born To Be Wild” para cerrar el mismo). Muy curioso.

Y a continuación, los metal gods, Judas Priest. Es obvio que van a terminar su carrera de una forma muy digna y en un estado de “segunda juventud” tanto a nivel discográfico como sobre las tablas. Un repertorio con clásicos inevitables (“Breaking the Law”, “Living After Midnight”, “You’ve Got Another Thing Coming”…) y hasta siete temas del “Painkiller” (“All Guns Blazing”, “Hellpatrol”, “A Touch Of Evil”, “Painkiller”…), Halford en un estado vocal sorprendentemente bueno para su edad, la base rítmica de Ian Hill y Scott Travis, sólida como una roca, y el dúo Richie Faulkner y Andy Sneap a las guitarras insuflando vitalidad y actitud a la banda en los últimos tiempos. Sin duda, uno de los mejores conciertos del festival.

Scorpions, por su parte, también tenían parada en Hellfest como parte de su gira 60 aniversario: Repertorio un poco “predecible”, a base de clásicos, montaje visual muy bueno, banda sobresaliente a nivel musical, con un Mikkey Dee llevando al grupo en volandas desde la batería, pero un show empañado por un Klaus Meine al que se le ve muy estático, envejecido y bastante apagado a nivel físico y vocal. La sensación general era que igual se estaba alargando demasiado el chicle. Nostalgia pura y dura, pero con un cierto sabor a despedida.

El final del día fue para Blood Fire Death, ese tributo a Bathory formado por “all stars” del Black metal, repasando lo más granado de la época vikinga de la banda del difunto Quorton. El sonido no fue nada especial, pero lo peculiar de la propuesta, la puesta escena, el genial line up de músicos y el inmejorable repertorio hicieron que no quisiéramos perdérnoslo. Una de esas rarezas que este verano se disfrutará en escenarios muy señalados, y que se agradecen por la sensación de estar disfrutando de un evento especial.

Día 4: Los estertores del infierno

Llegaba el último día de festival, era hora de disparar nuestros últimos cartuchos y de aprovechar los últimos riffs y acordes de Hellfest 2025. Comenzábamos la jornada con los italianos Messa en el Valley, que estuvieron sencillamente sobresalientes. Uno de los conciertos más intensos del festival, con su propuesta oscura, elegante y emocional. Mención necesaria para su cantante Sara Bianchi a todos los niveles: voz, presencia, conexión con el respetable. Geniales.

A continuación, los americanos Eagles of Death Metal aportaron ese contrapunto de rock divertido, buen rollo y desinhibición que era necesario a estas alturas de festival. Sus conciertos en Francia siempre serán especialmente emotivos tras la tragedia de Bataclan en 2015, y esas emociones ahora se canalizan desde la celebración del rock. Muy agradecidos y emocionados.

En el mainstage, la gira de despedida de los suecos Refused nos brindaba una última oportunidad para disfrutarles en directo. Como cabía esperar, un show muy potente, una banda ultra motivada a predicar su peculiar visión del hardcore por una última vez, y un discurso lleno de referencias y solidaridad con la causa Palestina. Quizás habrían encajado mejor cerrando el escenario Warzone, pero no cabe duda de que el de Refused ha sido otro de los conciertos del festival. Les seguían los americanos Health en el Valley. Su mezcla de industrial, shoegaze, electrónica y metal sigue siendo difícil de clasificar, pero muy efectiva en directo. Son de esas bandas que rara vez pisan escenarios europeos con continuidad, por lo que fue un lujo verlos en este contexto, con un sonido excelente y un público receptivo a propuestas menos convencionales.

Cypress Hill, a priori otra banda alejada de la propuesta de Hellfest, demostraron una vez más que las etiquetas sobran y en ningún momento se les quedó grande la posición en el cartel y el escenario de Hellfest. Con un set cargado de clásicos y un Sen Dog en plena forma, ofrecieron lo que cabía esperar de un concierto de Cypress Hill: Fumar hierba, rapear y hacer pogos puede ir de la mano, y ellos lo saben.

Tampoco queríamos perdernos el show de Dethklok, otro de los shows “diferentes” al tratarse de  la banda ficticia de la serie de animación Metalocalypse llevada a la vida real. Death metal de muchos quilates, entregado en un envoltorio de humor y cultura pop, con un montón de visuales cercanos al ataque epiléptico, y mucha diversión e interacción con un público que quedó francamente sorprendido con el show. Mención necesaria para el creador y cabeza pensante del proyecto Brendon Small a las voces y guitarra, y para el incombustible Gene Hoglan (Dark Angel, Testament, Death…), capaz de convertir ideas y líneas de batería dignas de dibujos animados en realidad. Geniales.

Final del día y cierre del festival con los americanos Linkin Park, sin duda la banda más multitudinaria del festival junto a Muse. Había bastantes dudas respecto a cómo sonarían con su nueva vocalista, pero rápidamente se disiparon entre el respetable. Sonido y montaje a la altura del caché del grupo, un repertorio equilibrado entre los inevitables clásicos y el material nuevo de la formación, y un show en el que, si bien el recuerdo a Chester Bennington es inevitable, la banda demostró que también saben mirar hacia adelante. Por la reacción de sus más allegados, la sensación es que lo han conseguido.

Epílogo: las puertas se cerraron

Y así llegábamos al final de esta edición de Hellfest tras los habituales fuegos artificiales que, un año más, suponían la despedida a cuatro días de música, fiesta, calor, reencuentros y buen rollo. Pese a que, como dije, algunos teníamos la sensación de que a nivel de cartel esta edición fue un poco más floja que años anteriores, la sensación generalizada al acabar el mismo es que la organización, incluso estando como están en la cima de esta industria, toma nota de cosas a mejorar cada año y se interesan en la opinión de los asistentes, lo cual en el nutrido panorama de los festivales es algo de agradecer.

Clisson, ese pequeño pueblo del Loira Atlántico que durante cuatro días al año se transforma en la capital mundial del metal, volvió a abrir sus puertas al infierno… y nosotros entramos encantados de volver a visitarlo. Nos vemos en 2026.