Jorge Pastor


Carlos Valdemoros

Domingo, 14 de diciembre 2025

| Actualizado 15/12/2025 12:48h.

José de Mora fue un hombre longevo. Muy longevo para su tiempo. Nació en Baza en 1642 y murió en Granada en 1724. Ochenta y dos años que, afortunadamente, dieron para mucho. Como para tallar más de cincuenta imágenes que están consideradas, todas, obras de arte. «No tuvo una tarde mala», dice con ironía el profesor de la Universidad de Granada Juan Jesús López-Guadalupe, una de las personas que mejor conoce la vida y producción artística del genio granadino y que es el comisario de ‘El Barroco espiritual’, la impresionante exposición monográfica de José de Mora que se puede ver en la Catedral hasta el 1 de febrero.

Una muestra formada por 54 piezas, de las que treinta llevan el sello de este creador, considerado junto a Alonso Cano, Pedro de Mena y Torcuato Ruiz del Peral uno de los grandes maestros de la afamada Escuela del Barroco de Granada. La respuesta está siendo espectacular. Cada día pasan por el espacio expositivo, los siete arcos radiales que conforman la capilla mayor de la Catedral, un promedio de 1.200 personas. La expectativa es, por tanto, que ‘El Barroco espiritual’ se cierre con más de 150.000 visitantes.


Las 54 obras de la exposición de José de Mora, una a una

Este proyecto, enmarcado en los actos con motivo del trescientos aniversario del fallecimiento de José de Mora y los quinientos de la colocación de la primera piedra de la Catedral, ha supuesto un verdadero reto logístico al movilizar préstamos de toda Granada y de buena parte de Andalucía -han venido tallas desde las provincias de Córdoba, Jaén, Sevilla y Valencia-. La Consejería de Cultura, promotora del ‘El Barroco espiritual’, ha liberado 300.000 euros, de los que 80.000 se han destinado a la restauración de quince tallas cuyo estado de conservación no era óptimo -para ello se ha contado con doce equipos de especialistas-. Entre ellas, el Cristo de la Misericordia de la Hermandad del Silencio, considerada la creación cumbre de José de Mora, el Cristo de la Sentencia y el San Francisco de Borja de la iglesia de los Santos Justo y Pastor.

Primogénito

José de Mora, hijo de Bernardo de Mora y Damiana López Criado y Mena, fue el primogénito de una familia en la que al menos tres de los vástagos, José, Bernardo y Diego, se ganaron el sustento gracias a su capacidad de esculpir con las manos. A los cinco años, en marzo de 1647, trasladaron su residencia a Granada. López-Guadalupe explica que se instalaron primero en una vivienda de la calle Pavaneras. A continuación se mudaron a la Cuesta de Gomérez. Después se fueron a San Matías, luego a la plaza de los Cuchilleros –junto a Plaza Nueva– y finalmente a San Miguel del Albaicín, junto al convento de Santa Isabel la Real. Aunque la última morada de José de Mora, casado sin descendencia con Luisa de Mena, fue la célebre Casa de los Mascarones, donde el bastetano talló y policromó algunas de sus piezas maestras –su talento era tal que dominaba ambas disciplinas–.

La Casa de los Mascarones, que hoy día se encuentra en estado de casi ruinoso -la Junta está estudiando la posibilidad de proteger el inmueble mediante la declaración Bien de Interés Cultural-, fue clave en la trayectoria de José de Mora. «Su refugio creativo perfecto», asegura López-Guadalupe. «En la parte trasera –prosigue– se hallaba el famoso jardín de Pedro Soto de Rojas, recitado por Federico García Lorca, un espacio para la reflexión y el deleite». José de Mora trabajaba fundamentalmente de noche, iluminándose con lámparas de aceite. No le gustaba dejarse ver en faena.

  • Nombre de la exposición
    ‘José de Mora, el Barroco espiritual’

  • Fechas
    Del 26 de septiembre de 2025 al 1 de febrero de 2026

  • Lugar
    Catedral de Granada (girola)

  • Horario
    Entrada general a la Catedral, lunes a sábados, de 10.00 a 18.15 horas. Domingos, de 15.00 a 18.15 horas. Específico exposición, martes y miércoles, de 18.15 a 20.15 horas. Visita gratuita para los granadinos, martes de 10.00 a 18.15 horas

  • Estructura de la exposición
    ‘José de Mora, el Barroco espiritual’ está compuesta por 54 obras divididas en seis grandes apartados. El primero muestra su versatilidad; el segundo se centra en la visión interior, oración y éxtasis; el tercero, en el misterio de la Inmaculada; el cuarto, en la Pasión de Cristo; el quinto, en la devoción íntima; y el sexto, en el teatro sacro

«Lo más probable –reflexiona López-Guadalupe– es que tuviera su taller en la planta baja por el peso de la madera y, a diferencia de su hermano Diego, nunca tuvo discípulos». «Dicen que tuvo un alto concepto de lo artístico, no como oficio sino como actividad creativa». Recibía a sus clientes en la Casa de los Mascarones y les mostraba sus obras ya finalizadas sobre un tapete de terciopelo rojo.

Sí, la Casa de los Mascarones fue un lugar de encuentro y también de algún desencuentro. Es el caso del Cristo Recogiéndose las Vestiduras que hizo para el Monasterio de San Antonio y San Diego y que quedó destruido en el incendio de la iglesia del Salvador en 1932. El jesuita Antonio Conca relata que De Mora no se entendió con el «respetable personaje» que le hizo la encomienda tras solicitarle 30.000 ducados. Finalmente optó por quedársela «hasta mejor ocasión». Esto llegó a los oídos del guardián de San Diego, que intentó que se la vendiera. «No se canse, padre mío, ni piense nada, porque no lo bajaré de precio, antes lo daré por un bollo de chocolate», le comentó De Mora. El religioso mandó fabricar un bizcocho de desmesurado tamaño e introdujo en su interior monedas de oro. Y se lo regaló a maese José en unas angarillas con muchas flores de adorno. Maravillado por la ingeniosa invención, De Mora se la regaló.

Reputación

José de Mora alcanzó altísima reputación en Granada y en el conjunto de Andalucía, donde también laboraba Pedro de Mena. Lo buscaban porque era el mejor –el influjo de Alonso Cano era más que evidente–. Tanto es así que la propia Catedral de Granada le pidió opinión estética sobre temas tan peliagudos como el diseño del Sagrario realizado por Francisco Hurtado Izquierdo. Pero su buen hacer no solo llamó la atención de los mecenas locales, sino también de la mismísima corte. Hasta el extremo de que fue nombrado Escultor del Rey Carlos II. En Madrid trabajó, entre otros lugares emblemáticos, en el Colegio Imperial de los Jesuitas. Su ámbito siempre fue el religioso aunque, según López Guadalupe, es probable que realizara algunos retratos –por ahora no se ha localizado ninguno–.

«De Mora destaca por su originalidad, su impresionante dominio de la técnica y por mostrar una realidad sublimada, partiendo de lo natural pero con una suave idealización», afirma López-Guadalupe. También cabe subrayar la sobriedad y la espiritualidad de sus obras, con personajes «muy concentrados, introspectivos y que invitan a la oración del espectador, muy en la línea de Alonso Cano». «Yo lo denominaría el ‘escultor del silencio’», resume. Respecto al color, del que se encargaba él mismo, la paleta tiende claramente hacia la sobriedad –apenas hay contrastes–.

En Granada hay muchos josés de mora –en torno a veinte–. Entre todos ellos, cabe destacar cinco. En el Museo de Bellas Artes se hallan dos bustos de oratorio extraordinarios, un Ecce Homo y una Dolorosa. Están hecho hechos para ser vistos de cerca –todo un reto–. Tampoco deben perderse el Cristo de la Misericordia, en el que Mora no se entretiene en las huellas de la pasión, sino en la contemplación y en la belleza corporal entendida como belleza moral –la muerte injusta de un justo–. La Soledad de la iglesia de Santa Ana. También merece la pena detenerse unos minutos ante el San Bruno del monasterio de la Cartuja. Muy interesante el movimiento de la vestimenta y la intensidad y el misticismo del conjunto. Y por último el Cristo de la Sentencia. Los detalles son fascinantes.

José de Mora falleció en la Casa de los Mascarones. Fue enterrado en el Convento de San Antón y San Diego, pero este edificio desapareció y se perdió su tumba. Sus obras, sin embargo, mantienen viva su memoria ‘in saecula saeculorum’. ‘El Barroco espiritual’, una oportunidad de oro.

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