La cineasta estadounidense Wendy Sachs presentó esta semana en Madrid su último documental, October 8. The Fight for the Soul of America (La lucha por el alma de América), que explora la explosión del antisemitismo en los campus, las redes sociales y las calles en EE.UU. después del asalto de Hamás el 7 de octubre de 2023. La cinta disecciona, en particular, cómo las más prestigiosas universidades del país se alienaron con la organización islamista. También se adentra en el marco analítico de la interseccionalidad, donde la causa palestina epitomizó otras cuestiones relacionadas con la opresión o el abandono, tales como el feminismo, la inclusión o el ecologismo.

Productora y ganadora de un Emmy, documentalista, exsecretaria de prensa en el Capitolio y autora de varios libros, Sachs fue la protagonista de una premier privada en la que se proyectó la cinta en la capital española, organizada por la Fundación HispanoJudía.

Consciente del clima adverso que ha dificultado la llegada del documental a las plataformas europeas, Sachs concedió una entrevista a El Debate en la que analizó la poderosa red de propaganda que –según documenta la cinta– Hamás ha cultivado durante décadas en los campus universitarios y otras instituciones norteamericanas. Su película, número uno en la taquilla estadounidense y presentada en el Festival de Cine de Jerusalén en verano, denuncia el hecho de que el lenguaje propio de la organización terrorista de impulsar «resistencia por todos los medios necesarios» y los símbolos de la masacre se normalizaron en espacios académicos y protestas. Todo ello en un país donde los judíos representan apenas el 2,4 % de la población pero aglutinan en los últimos años el 55 % de los delitos de odio a minorías.

Sachs explicó que Hollywood rechazó el documental, «nadie quería ni tocarlo», mientras que en Europa persisten temores a protestas que bloquean su llegada al streaming. La cinta ha encontrado espacio en Alemania, Grecia, Australia o Canadá, y llegará al Reino Unido a finales de febrero, aunque no sin episodios de presión y boicot. La directora trabaja ya en Poison Ivy, un nuevo proyecto secuela del documental que promociona, con el que analizará el ecosistema ideológico entre la academia, ONG y medios, y el papel de la financiación qatarí.

October 8 pone de manifiesto el aislamiento que sintieron los estudiantes judíos en las principales universidades estadounidenses y retrata igualmente el mutismo de Hollywood con apenas contadas estrellas judías expresando su sorpresa por el odio anti-judío, así como la impávida o tardía y decepcionante respuesta de organizaciones internacionales ante crímenes como las agresiones sexuales que perpetró Hamás en suelo israelí.

Manifestación pro Palestina en la Universidad de Columbia en Nueva YorkX

Sachs revela cómo desde los años noventa Hamás se ha implantado en EE.UU. a través de organizaciones sin fines de lucro y estrategias dirigidas a captar adeptos entre diferentes públicos. Y subraya que, ante la cancelación y el creciente sentimiento anti-israelí en Europa, la única respuesta posible es la valentía: encontrar apoyos y seguir mostrando la película allí donde sea posible.

– El documental ha sido un éxito en Estados Unidos, pero comentabas que en Hollywood nadie quería tocarlo. ¿Por qué?

– Bueno, creo que había la sensación de que no iba a tener audiencia. Que ningún streamer lo compraría porque es demasiado político o demasiado comprensivo con Israel y, por lo tanto, Netflix, Apple o Amazon serían objeto de protestas si asumían un filme así. Lo que dicen es que no están tomando nada político. Y tú dices: «Bueno, esta no es una película política», sino que va sobre Israel y sobre los judíos.

– ¿Qué estrategias empleó Hamás para establecer su presencia e influencia en los EE.UU.?

– Hamás lleva décadas en América. Están asociados a organizaciones sin ánimo de lucro. American Muslims for Palestine y otros grupos operan desde mezquitas, desde escuelas. Se han ido posicionando durante décadas». En 1993 aún no eran considerados organización terrorista (fue catalogada como tal por el Departamento de Estado en 1997), pero el FBI escuchaba sus conversaciones. En una grabación en un hotel de Filadelfia se oye cómo planeaban infiltrarse y cómo diseñarían su mensaje. Cuando hablan a la izquierda, lo hacen en términos de justicia social. Ya sabían entonces cómo entrar en los campus y dirigirse a los medios. Lo que no se oye en la película es que también hablaban de cómo dirigirse a la derecha: usando el patriotismo y la figura de los Padres Fundadores. Son muy sofisticados y han jugado a largo plazo.

– El documental muestra la expansión de Hamás en EE.UU. ¿Cómo influye la financiación de Qatar en esto y en el sentimiento anti-israelí en academia y medios?

– Lo estamos investigando en profundidad ahora. Están comprando América, están comprando Europa: equipos deportivos, universidades, productoras de Hollywood, entretenimiento. Y por supuesto sabemos que albergan a Hamás y apoyan a los Hermanos Musulmanes. Al mismo tiempo, acogen la gran base aérea estadounidense en Oriente Medio. Así que han comprado prácticamente a todos, en ambos partidos de la política estadounidense. Por un lado son supuestos aliados y, por el otro, están promoviendo el terrorismo.

– La cinta menciona que la SJP (Students for Justice in Palestine), una organización estudiantil con más de 200 ramas en EE.UU. y vinculada en algunos casos a redes afines a Hamás, tiene una fuerte presencia en los campus aunque son difusas o no aparecen registradas. ¿Cómo debemos entender este fenómeno?

Hay decenas y decenas de organizaciones en los campus. Muchas universidades han cerrado los brazos de SJP, no les permiten existir. El problema es que entonces se convierten en otra cosa, se renombran y pasan a ser algo distinto, pero siguen promoviendo las mismas ideas. Con todo, clausurarlos, decirles ‘no podéis existir’, es sin duda un comienzo.

– Estás trabajando en tu próxima película, Poison Ivy. ¿Sigue la misma línea temática o estructura?

– Poison Ivy, codirigida con Nimrod Ezra, que es productor y uno de mis editores en October 8, retoma donde quedó esta última cinta. Trata sobre el ecosistema entre academia e ideología, una academia que se ha vuelto tan marxista, antidemocrática y antisionista que alimenta a las ONG –Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Médicos Sin Fronteras–, que también se han vuelto realmente hostiles hacia Israel con acusaciones de apartheid, genocidio, niños muriendo de hambre en Gaza por una hambruna intencionada. Esto también alimenta el sesgo que vemos en los medios, este sesgo institucionalizado que a su vez alimenta la propaganda en redes sociales. Y además hay financiación extranjera que proviene de los cataríes, lo que añade otro tipo de problemas.

– Has hablado de las dificultades para distribuir la película en Europa. En España el conflicto en Oriente Medio ha llevado a duros cuestionamientos y cancelaciones de eventos relacionados con Israel. ¿Cómo estás gestionando la distribución del documental?

– Si tienes a un gobierno como el español retirándose de Eurovisión porque Israel va a competir, eso demuestra que existe una especie de alergia a cualquier película que muestre la más mínima simpatía hacia Israel el 7 de octubre. Y sin ver siquiera la película, ya te dicen que no quieren tocarla, ni trabajar con ella, ni presentarla. Lo cual es sencillamente sorprendente. Hemos tenido problemas en Canadá y Australia. Al final encontramos espacios, pero no en todas partes. Aquí en Europa aún tenemos dificultades. Nos dicen: «No va a venir nadie», «Habrá protestas». Hay mucho miedo a las protestas, más que al antisemitismo directo. Y luego, en realidad, hemos visto algunas protestas, pero pequeñas, nada grande ni amenazante. Estoy encantada de compartir enlaces de esta película mientras conseguimos acuerdos de distribución. Quiero asegurarme de que pueda ver la película en España tanta gente como sea posible.