El legado cultural de Rob Reiner traspasa la gran pantalla para instalarse en la memoria de muchas personas e, incluso, en su vocabulario. Su capacidad para transformar situaciones cotidianas en momentos cinematográficos inolvidables se refleja, por ejemplo, en la escena del orgasmo fingido de Meg Ryan en Cuando Harry encontró a Sally (1989) (disponible en Movistar y Filmin). Sally demuestra, con una actuación sonora y alegre, cómo una mujer puede fingir un orgasmo en público mientras Harry (Billy Crystal) observa incrédulo. La escena culmina con la frase inmortalizada en el imaginario colectivo: «I’ll have what she’s having» (tomaré lo mismo que ella), un momento que se ha convertido en un icono de la comedia romántica y de la cultura popular.
Esta escena forma parte de una de las muchas de las grandes películas del director, hallado asesinado el pasado 14 de diciembre en su domicilio junto a su mujer. Reiner dejó una filmografía singular que abarca géneros y tonos aparentemente opuestos: de la sátira más irreverente al cuento de hadas, pasando por la comedia romántica y el drama profundo. Su capacidad para extraer lo universal de historias específicas —a veces con humor, a veces con emoción cruda— lo transformó en una figura fundamental de una industria que llora su pérdida.
En la mítica escena del orgasmo fingido, Reiner, la guionista Nora Ephron, Crystal y Ryan discutieron durante el rodaje la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres, y cómo esa dinámica podía traducirse en humor honesto y revelador. Reiner contó que, durante la filmación, incluso demostró él mismo la escena a Meg Ryan, llevándola a un nivel de comicidad tan real que en un momento recordó estar actuando «un orgasmo frente a mi propia madre», Estelle Reiner, quien además interpretó a la mujer que pronuncia la frase final. Aunque se creía que la escena no fue improvisada, en realidad fue resultado de un proceso colaborativo.
«Mi nombre es Íñigo Montoya…», en ‘La princesa prometida’ (1987) (disponible en Apple TV y Amazon Prime)
Si existe una frase que resuma la poesía de la venganza noble y la devoción filial en el cine popular, es esta. Íñigo Montoya (Mandy Patinkin) repite su secuencia una y otra vez, como un mantra que articula su identidad entera: «Mi nombre es Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir». A diferencia del mito que rodea otras secuencias, esta línea proviene directamente del corazón del guion de William Goldman (autor de la novela original), respetada en la adaptación cinematográfica. Reiner, consciente de la densidad emocional de estas palabras, insistió en que la escena fuera ejecutada con completa seriedad, sin guiños irónicos, a pesar del tono fantástico y juguetón del resto de la película. Actores como Patinkin y Cary Elwes entrenaron intensamente, incluido el combate coreografiado que sigue a la declaración de Íñigo, contribuyendo a que el duelo se sienta como una obra del storytelling clásico más que como una simple escena de acción.
«Este llega hasta once» , en ‘This is Spinal Tap’ (1984) (disponible en Apple TV y Amazon Prime)
La escena en la que Nigel Tufnel (interpretado por Christopher Guest) muestra un amplificador con perillas que llegan hasta once se ha convertido en metáfora de la exageración creativa y la cultura del exceso, especialmente en Estados Unidos. Apenas cómica en la superficie, la frase ha trascendido su contexto, entrando en el lenguaje común para describir cualquier intento de hacer algo «más extremo». Aunque la película en su conjunto fue cuidadosamente conceptualizada, muchas de sus mejores líneas -incluida esta- surgieron de la improvisación y la interacción natural entre los intérpretes, documentadas dentro del formato mockumentary. Reiner sabía que los detalles absurdos, tratados con absoluta seriedad, eran el corazón de la parodia.
El propio director señaló cómo músicos reales han adoptado el film como objeto de culto, viéndolo no solo como comedia, sino como comentario afectuoso sobre la cultura rock.Y es que, «going to eleven» ha sido referenciado en textos académicos, catalogado en el Registro Nacional de Cine y ha influido en generaciones de cineastas y creadores televisivos —desde The Office hasta Parks and Recreation— que abrazan ese humor que existe entre lo absurdo y lo profundamente humano. Una expresión, de lo más útil en los tiempos que corren, que nos regaló Reiner junto con un magnífico legado cinematográfico que hoy recordamos.
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