«Estoy cansado de mí mismo», decía esta mañana Oliver Laxe antes de presentar ‘HU/هُوَ. Bailad como si nadie os viera‘, su instalación en el Museo Reina Sofía inspirada en ‘Sirat‘. «Estoy cansado porque la exposición mediática es fuerte, pero tengo mecanismos para … olvidarme de mí», remataría después el cineasta en una rueda de prensa –escoltado por la comisaria Julia Morandeira y Chema González, el jefe de Cine y Nuevos Medios del MNCARS– en la que las preguntas versaban más sobre la carrera a la estatuilla dorada de Hollywood que de la «sinestesia» o la «espiritualidad» que el catálogo adjudica a su instalación.

Porque Oliver Laxe está en una de sus semanas clave en la sobrexpuesta temporada de premios de cine y, por eso, decía que quizá son los periodistas los que deberían estar cansados de él. O los cineastas. «Estoy muy tranquilo si mañana se acabara todo, la verdad. Además, es que los cineastas somos unos pesados, nos damos demasiados premios, ¿hay algún gremio que se dé tantos premios como en el cine? Somos muy pesados», decía, con esa media sonrisa que utiliza a veces antes de sincerarse más. «No te voy a negar que soy ambicioso y que ojalá llegue lo más lejos posible. Está siendo muy bonito compartir la película en Estados Unidos y saber que se ha distribuido en 85 países, donde se verá en salas de cine, que son templos», remataba el hijo de emigrantes gallegos nacido en París y formado en Barcelona, y que vivió después un tiempo en Marruecos antes de cerrar el círculo y convertirse ahora en un orgulloso habitante del rural gallego.

Bailar en un Museo

Al Reina Sofía había venido Laxe a hablar de su instalación, pero acabó hablando de él, de su vida y de ‘Sirat’. Se llegó a definir como «arquitecto y músico frustrado» para, después, proclamarse como un artista plástico. «Vengo de la base, vengo de remar a contracorriente durante muchos años, muchos proyectos, y tener una exposición en el Reina Sofía es el sueño de todo artista, esta es nuestra casa, es nuestro templo», dijo, cambiando ahora el sentido de «templo» para otorgárselo al Museo Reina Sofía, que lo acogerá hasta el 20 de abril de 2026, en el Espacio 1 del Edificio Sabatini, donde además de ‘Bailad como si nadie os viera‘ se programará «una retrospectiva de media carrera» (esto es, los cortometrajes y sus cuatro largometrajes filmados hasta la fecha, ‘Todos vosotros sois capitanes’, ‘Mimosas’, ‘O que arde’ y ‘Sirat’) y un ciclo, ‘Paisajes en trance’, que él ha programado fruto de la Carta blanca que le han otorgado y donde se verán filmes de Sergei Dvortsevoy, Artavazd Peleshyan o Margarita Cordeiro, entre otros. «Es una exquisitez que acaba en una conversación entre lo místico y lo natural de su obra», dijo Chema González.

«La manera que tengo de trabajar en el cine es la misma manera en la que he trabajado aquí, lo cual creo que le da también mérito a mi faceta de cineasta: en el fondo he estado en mi casa porque yo soy un artista plástico y he logrado llevar al cine una manera de sentir las imágenes a través del cuerpo, a través de lo sensorial, de lo cinestésico, y hacerlo hegemónico en el cine. Creo que tiene mérito», aseguró Laxe, que en realidad se aleja de lo plástico para entrar en lo sensorial con una instalación que es un bucle de unos 15 minutos donde se proyectan en tres paredes unas imágenes de templos religiosos que rodó en Irán hace una década («Es un país del que me atrae mucho su cultura; son 5000 años de excelencia y lo notas cuando estás ahí con la gente») junto con algunas escenas finales de ‘Sirat’ en las que los protagonistas bailan en mitad del desierto tras tomar ayahuasca. Antes de entrar a la sala principal, hay una antesala donde se eleva una torre de altavoces casi a oscuras: «Las tres proyecciones hacen de las paredes casi como una piel que se estira y que envuelven el campo de visión del espectador en 180 grados total. El acento recae, sobre todo, en generar una experiencia que trabaja sobre la sinestesia», dijo la comisaria Morandeira sobre la instalación.

Imagen principal - Oliver Laxe, este martes en el Museo Reina Sofía

Imagen secundaria 1 - Oliver Laxe, este martes en el Museo Reina Sofía

Imagen secundaria 2 - Oliver Laxe, este martes en el Museo Reina Sofía

Oliver Laxe, este martes en el Museo Reina Sofía
EFE

Laxe, que estuvo toda la presentación en su ‘mood’ místico y profundo, con su propio lenguaje ‘Laxiano’, lo cual generó una curiosa sintonía con el propio lenguaje de un museo de arte contemporáneo. Se habló de «sinestésico», de «polisensorial», de que era «un tiempo performativo y por tanto eterno». Por haber, hubo hasta un debate sobre si el público «consume» una obra o no. Y mientras eso pasaba, en Hollywood, más prosáicos, se preparaban para anunciar la preselección de los nominados al Oscar. «El principal enemigo de un artista es él mismo. Y es la capacidad de mantener el gesto artístico sin engañarte; y efectivamente la realidad me estaba diciendo que la película que estás haciendo es muy peligrosa, que estaba tocando cosas muy frágiles y que podía estar imolándome… La realidad me estaba diciendo que podía ser mi última película porque no hay nada peor para mí que poder no ser entendido… Pero es importante mirar dentro porque te ‘revivifica’».

Y todo eso sin atreverse a decir si su obra «está viva o muerta», que era una cuestión que se quedó abierta tras su entrevista con ABC Cultural publicada el sábado. «Tengo dudas y las he expuesto, y ahora vamos a ver qué nos dice la obra, porque intento no caer en esta deriva racionalista e intelectualoide que tenemos los artistas para alejar miedo». Todo por un motivo: «Quiero privarme de interpretar la obra porque las intelectualizamos demasiado y eso provoca que nazca muertas. La obra empieza hoy y ahora vamos a ver qué es ‘HU/هُوَ. Bailad como si nadie os viera’. […] Creo que la obra está viva porque no la he pasado por la cabeza. El arte es una cuestión de proporciones y el pase de la vida a la muerte muchas veces es cuestión de centímetros. Hay que reivindicar la ambigüedad, por Dios. Por Dios».

«Quizá haya gente que llegue, olisquee un poco y diga: ‘

No me interesa nada la satanada que haya hecho este tipo

‘»

Al final, será el público el que decida qué es la instalación. Ahí, Laxe dejó una frase para su leyenda: «Quizá haya gente que llegue, olisquee un poco y diga: ‘No me interesa nada la satanada que haya hecho este tipo‘».