El viejo anhelo de la Diputación y el Gobierno vasco por extender a Urdaibai el ‘efecto Guggenheim’ que transformó Bilbao construyendo un nuevo museo fracasa … definitivamente. Cuando están a punto de cumplirse veinte años desde que se realizaran los esbozos iniciales del plan y diez del primer frenazo la idea vuelve al cajón. Y esta vez con la sensación de derrota institucional. No habrá tercera tentativa porque el proyecto se entierra para siempre. En el caso de que se decida levantar una nueva pinacoteca será en otro punto de Bizkaia.

El Patronato del Guggenheim Bilbao dio este martes carpetazo al plan tras constatar que hoy por hoy la ejecución de una nueva pinacoteca con dos sedes en Gernika y Murueta no es factible. Que hay más contras que pros. Los gestores del museo y las administraciones siguen considerando que la idea es buena y económicamente viable -130 millones se estimaba que costaría el proyecto-, pero la ingente cantidad de exigencias administrativas, medioambientales y urbanísticas, la inseguridad jurídica y el rechazo que la idea genera en la comarca recomiendan parar. «Es lo mejor y más responsable», zanjó la diputada general, Elixabete Etxanobe.

El Ejecutivo foral y el Gobierno vasco llevaban meses madurando la paralización, tal y como desveló EL CORREO en noviembre. Una vez que el museo y la Fundación Guggenheim ya habían dado el visto bueno al giro de timón durante las últimas semanas solo faltaba el trámite del Patronato, donde la propuesta fue aprobada por unanimidad. La decisión fue anunciada después en una rueda de prensa en la que participaron Etxanobe, la vicelehendakari y consejera de Cultura Ibone Bengoetxea y la nueva directora de la pinacoteca bilbaína, Miren Arzalluz.

Las dos primeras han sido durante el último año y medio, junto al lehendakari, las principales abanderadas del proyecto. Este martes coincidieron en reconocer que la batería de requisitos son insuperables y que el Guggenheim de Urdaibai no podría abrirse antes de diez años. Un plazo inasumible políticamente. Y eso si todo saliera perfecto, algo harto improbable. «No hemos llegado al punto de decidir parar por una única razón, sino por un cúmulo de dificultades e incertidumbres», resumió Bengoetxea. Imanol Pradales presidió el Patronato, pero no compareció después.

La historia del Guggenheim de Urdaibai da ya para una tesis doctoral. Es un proyecto que han tratado de poner en pie tres diputados generales y cuatro lehendakaris y eso es mucho decir en un país en el que los cargos públicos se mantienen al pie del cañón bastante tiempo. En 2008 la idea original era construir una nueva sede del museo, que se estaba quedando pequeño, en las antiguas colonias de Sukarrieta, pero la falta de sintonía entre los gobiernos vizcaíno y vasco, en manos de PNV y PSE respectivamente, y la crisis económica paralizaron la operación en 2015.

Los integrantes del Patronato en la reunión de este martes.

Los integrantes del Patronato en la reunión de este martes.

E.C.

La idea fue resucitada en 2020. Se descartaba Sukarrieta para proponer una «ampliación discontinua» con dos sedes. Una en la parcela de la antigua cubertera Dalia en Gernika y otra en la que ahora mismo ocupa Astilleros Murueta. Quedarían unidas por una senda natural de 6 kilómetros. Se auguró un impacto económico anual de 40 millones y la creación de 700 empleos directos e indirectos en una comarca muy necesitada de estímulos ante su declive socioeconómico. Hay de hecho en marcha un plan de revitalización cuyos proyectos tractores se conocerán en breve. La diputada general, de hecho, subrayó que el carpetazo al Guggenheim no supone parar lo otro y cifró en 218 millones la inversión pública en la comarca los próximos años.

El acuerdo entre las administraciones y la bonanza económica parecían dejar esta vez el camino expedito para el nuevo Guggenheim. Pero no ha sido así. Todo empezó a torcerse hace justo dos años, cuando el Patronato apostó por dar una vuelta al plan y posponer la decisión definitiva sobre su ejecución a finales de 2025. La comparecencia de Iñigo Urkullu, que ya sabía que no repetiría como candidato a lehendakari, dudando de la viabilidad del proyecto en enero de 2024 y anunciando un impás institucional que no había trascendido rompió todos sus puentes con el PNV y dio alas a la creciente oposición social. Al mes siguiente nació Guggenheim Urdaibai Stop, la plataforma que ha canalizado todo el descontento vecinal.

Murueta, «clave y debilidad»

Vista de las marismas de Urdaibai con el solar de Astilleros Murueta al fondo.

Vista de las marismas de Urdaibai con el solar de Astilleros Murueta al fondo.

Ignacio Pérez

Fuentes conocedoras del proyecto atribuyen su final sobre todo a la burocracia. A la dificultad de descontaminar la parcela de Dalia, donde se estuvieron vertiendo metales pesados durante décadas, se añadían las reticencias de Astilleros Murueta a vender su solar. Este punto es clave, tal y como reconoció ayer Miren Arzalluz. Situada «en el corazón de la Reserva» esta zona era «la clave fundamental» para desarrollar un nuevo Guggenheim que quería fusionar arte y naturaleza de una forma novedosa. La posibilidad de ejecutar solo la sede de Gernika, que iba a ser puerta de entrada al recinto, ni se barajaba. «Murueta era lo que le daba sentido al proyecto y a la vez su mayor debilidad», ratificó Etxanobe.

Tampoco resultaba sencillo adaptar la normativa urbanística y medioambiental a las exigencias. La decisión de Costas de rebajar la servidumbre marítima de 100 a 20 metros para acomodar el futuro museo en la parcela más cercana a la desembocadura de la ría de Gernika fue recurrida por varios colectivos y sigue pendiente de sentencia. Las instituciones calculan que la vía judicial podía permanecer abierta al menos un lustro. Y eso no era lo peor. La posibilidad de levantar un edificio y que la justicia lo declarara ilegal era un escenario factible. Un ‘algarrobico’ en plena Reserva de la Biosfera es una foto cuyo coste político era inasumible.

No puede ni debe obviarse tampoco en este final la presión social. La manifestación que en octubre de 2024 congregó a miles de personas en Gernika para protestar contra la construcción del museo fue la puntilla. La Diputación y el Gobierno vasco pasaron de identificarse como representantes de la voluntad popular a organizar un proceso de escucha en la comarca. La consultora Agirre Center aún no lo ha culminado pero los resultados preliminares han sido suficientes para confirmar un «patrón de rechazo», dijo ayer Bengoetxea. Suficiente para las instituciones y para el PNV. A año y medio de las elecciones municipales y forales que se celebrarán en 2027 seguir adelante era una apuesta muy arriesgada frente a la pujanza, en la zona y en Euskadi, de EH Bildu.