¿Cómo ha sido su aterrizaje en el IVAM y en València?
El aterrizaje ha sido muy intenso porque me pilló dos semanas seguidas de inauguraciones: primero con Cristina García Rodero, ‘Rebrot‘ y ahora con Andrea Canepa. Han sido dos semanas de muchísima actividad, además de entrevistarme con el equipo y conocer cómo funciona cada departamento. Realmente no me ha dado tiempo a procesar toda la información. Además, he conocido la vida cultural de València yendo a inauguraciones en galerías y a visitar otros museos. No he parado.
¿Qué idea tenía del museo antes de asumir el cargo y qué te ha sorprendido al conocerlo desde dentro?
Conocía el IVAM desde hace unos veinte años, fue uno de los primeros museos que visité cuando estábamos poniendo en marcha el MUSAC. De hecho, Blanca [De la Torre] formó parte de ese equipo fundador. En 2004 empezamos a trabajar en el museo y, aunque no teníamos muchas referencias, el IVAM fue uno de los primeros centros que visitamos para conocer cómo funcionaba el registro, los almacenes o la estructura interna. La diferencia es que el este museo fue muy grande desde su inicio, con muchos medios humanos, mientras que en el MUSAC éramos menos de diez personas para todo, ha sido una escuela muy completa. Ahora es muy grato conocer el IVAM desde dentro y pensar que puedo contribuir de forma directa.
¿Cuál va a ser esa contribución desde la dirección adjunta?
Mi papel es ayudar a Blanca [De la Torre] a llevar a cabo su proyecto de museo, que gira en torno a tres ejes: sostenibilidad, patrimonio y territorio. La sostenibilidad no solo a nivel de programación, sino en cómo lograr que los procesos internos del museo sean sostenibles. En cuanto al patrimonio, se trata de cómo activar la colección, cómo aprovecharla mejor mediante exposiciones más permanentes y también cómo internacionalizarla, teniendo en cuenta la amplia red de contactos de Blanca. Por último, el territorio: cómo integrar el arte valenciano en los proyectos y en la programación del IVAM.
Ahí entra también su perfil más técnico y de gestión, fruto de su experiencia en el MUSAC.
Sí. Era la coordinadora general, asumía funciones que hoy corresponderían a una gerencia, siempre en colaboración con la fundación. Todos esos procesos administrativos los conozco porque los he vivido en primera persona. Pero también tengo una vertiente artística, ya que fui comisaria de varias exposiciones. Se trata de conjugar esa doble experiencia, tanto técnica como artística.

Kristine Guzmán, directora adjunta del IVAM, en la sala Julio González del museo. / Germán Caballero
¿Hará tándem con Blanca en la programación y en las propuestas futuras?
Sí. Por ahora no hemos trabajado en la programación de 2027, pero más adelante tendremos ocasión de hacerlo conjuntamente.
¿Cree que el año sin dirección ha afectado a la reputación del museo?
Yo no vivía en València, así que toda la información que tengo ha sido a través de los medios. No quiero entrar en el pasado del IVAM; prefiero pensar en el futuro y en todo lo que podemos aportar para hacer un museo más vivo, más cercano, que la gente sienta como su casa, y para atraer nuevos públicos y cumplir los objetivos del proyecto de Blanca.
¿Le gusta el legado que han dejado las anteriores directores y directoras?
Sí, sobre todo en la colección. El IVAM tiene una de las colecciones de arte más importantes de España, muy potente, que hay que valorar. Ese es uno de los grandes legados: haber tenido el criterio y la visión para construir esa colección.
¿Qué quieren hacer ahora con esa colección?
La colección se está estudiando junto con el comité asesor para detectar lagunas y también para abordar cuestiones como la igualdad, incorporando más mujeres artistas. Creo que las futuras adquisiciones irán en esa dirección.
Y como dijo la directora, ponerla en valor a través de exposiciones.
Exacto. Parte de la programación de 2026 incluye exposiciones dedicadas a Julio González o a Pinazo. Se trata de identificar las fortalezas de la colección y potenciarlas.
Otra cuestión clave es el futuro del parque trasero del museo. ¿Ha podido estudiar ya esa situación?
Se está estudiando ahora mismo. Es un tema muy delicado y el barrio necesita cierta reparación o regeneración, pero hay que hacerlo con mucho cuidado. Requiere tiempo y prefiero ser prudente.
Su formación inicial es arquitectura y restauración. ¿Qué le aporta a su papel de directora?
La arquitectura me ha ayudado mucho en mis trabajos anteriores, sobre todo en la manera de entender el espacio. Como comisaria, no concibo una exposición eligiendo obras para luego colocarlas en un espacio; pienso el espacio al mismo tiempo que la exposición. Esa formación me puede servir a nivel museológico y también en futuros proyectos de ampliación o para abordar el problema del patio trasero, aunque eso está aún por estudiar.
Ha hablado del interés por la intersección entre disciplinas. ¿Cree que el IVAM ha explotado todo su potencial en ese sentido?
Una de las cosas que Blanca [De la Torre] quiere impulsar es la transdisciplinariedad: integrar música, danza y artes escénicas en la programación del museo. Es algo que me interesa mucho. En el MUSAC, por ejemplo, desarrollé una línea llamada ‘Arte y Arquitectura’, centrada en prácticas que están en la frontera entre ambas disciplinas. Hoy el arte se mezcla constantemente y muchos artistas trabajan con múltiples medios. Esa transdisciplinariedad es uno de los pilares del proyecto de Blanca.
¿Cómo se gestiona un museo público en un contexto político tan cambiante?
Espero que la política dé a los museos la estabilidad que necesitan. Un proyecto museístico requiere muchos años. Blanca tiene un contrato de cinco años, tiempo suficiente para desarrollar su proyecto. Si la política interfiere, ese proyecto se trunca y se pierde un tiempo muy valioso.

Kristine Guzmán, directora adjunta del IVAM, el martes. / Germán Caballero
En un contexto de recortes presupuestarios, ¿se apuesta de verdad por la cultura y el arte contemporáneo en la Comunitat Valenciana?
Nosotros tenemos que trabajar con los medios que se nos dan. El presupuesto ronda los 12 millones de euros y la programación se adapta a esos recursos. Es una cuestión de adaptación.
Abrir el museo a la ciudadanía a través de otras disciplinas es una de las claves del proyecto. ¿Comparte esa visión?
Totalmente. Es una forma de atraer nuevos públicos. No todo el mundo se acerca con facilidad al arte contemporáneo, así que hay que buscar otras fórmulas y ofrecer alternativas.
Esa diversidad se ve también en la convivencia de artistas como Andrea Canepa o Cristina García Rodero.
Sí, esa diversidad en la programación es fundamental.
¿A qué público cree que se dirige hoy el IVAM?
Hay una oferta para todos los públicos. En un día normal encuentras niños, adolescentes, adultos… Pero también es importante estudiar qué sectores no vienen al museo, entender por qué y buscar maneras de atraerlos.
¿Qué cree que no debería volver a ocurrir en un museo público como el IVAM?
Creo que lo importante es escuchar a la comunidad. El IVAM está en un barrio concreto y debe tener una relación directa con él, pero también ofrecer una programación para toda València, a nivel nacional e internacional. El objetivo es que el museo sea tanto para el vecino de al lado como para alguien que viene de fuera a visitarlo.
Por último, ¿qué cree que puedes aportar específicamente a este museo?
Puedo aportar muchos años de experiencia en distintas instituciones, tanto museos como fundaciones culturales. Una experiencia muy diversa, que abarca no solo el arte contemporáneo, sino también música, poesía, danza, artes escénicas y, más recientemente, el audiovisual. Ese bagaje multidisciplinar, unido a mi formación como arquitecta, es lo que creo que puedo aportar al museo.
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