Andrés Talavero, pintor cacereño, inició su formación artística a los doce años junto al maestro Juan José Narbón, una de las figuras clave de la pintura extremeña del siglo XX. Narbón, nacido en San Lorenzo de El Escorial en 1927, de padre valenciano y madre extremeña, se trasladó a Cáceres a la misma edad. En 1950 obtuvo una beca que le permitió ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, tras comenzar su aprendizaje bajo la tutela de Juan Caldera y Eulogio Blasco. Desde entonces se dedicó plenamente a la pintura, combinando formación, viajes y estudio hasta consolidar un estilo propio.

Numerosos galardones

Su labor y trayectoria artística fueron reconocidas con numerosos galardones. En 1990 fue nombrado Extremeño de Hoy, en 1991 la Junta de Extremadura le concedió la Medalla de Extremadura, y en 1999 la Mancomunidad Tajo-Salor le otorgó la Tenca de Oro. La colaboración de Juan José Narbón con Caja Extremadura fue larga y fructífera, prolongándose durante más de una década. Su espíritu inquieto, su compromiso vital y su especial sensibilidad artística lo convirtieron en un referente para quienes se interesan por el mundo del arte.

500 obras

Cuando Caja Extremadura decidió dedicarle un museo, además de rehabilitar la vivienda que lo alberga, adquirió una parte significativa de su producción: alrededor de 500 obras entre pinturas, dibujos y objetos. La amplitud del recinto ha permitido exponer este conjunto de manera coherente, manteniendo un claro sentido de continuidad.

«Una pasión que iba mucho más allá de la enseñanza técnica»

«Mi experiencia con Narbón puede ser muy similar a la de cualquier chaval que, en los años 80, comenzó su formación en la Academia de la Diputación de Cáceres. Allí había tres profesores: Narbón, Terrón y Tizón, cada uno con una personalidad y unas cualidades muy particulares. Narbón, además de enseñarnos claroscuro, carboncillo y abundante dibujo del natural, figuras y retratos clásicos de griegos y romanos, sabía ir un poco más allá. Yo estuve con él desde los 12 hasta los 18 años, y cuando percibía en un alumno un carácter más o menos extrovertido y, sobre todo, ganas de trabajar, se volcaba especialmente en motivarlo. En mi caso, esa relación llegó incluso al terreno de la confianza personal. Narbón estaba profundamente enamorado de los berrocales de Los Barruecos y de Malpartida, de las cochiqueras, y compartía con nosotros esa pasión que iba mucho más allá de la enseñanza técnica», afirma Talavero.

Un guía en el camino del arte

Pero su experiencia con él no terminó ahí. Tras finalizar su etapa en la Escuela de Bellas Artes, Talavero se trasladó a Salamanca para continuar sus estudios, donde permaneció durante siete años, manteniendo siempre el contacto con Narbón. «Se podría decir que fue mi tutor más allá de las academias. Lo visitaba en su entorno, en su pueblo, en su estudio de Cáceres o simplemente para dar un paseo. Aunque la diferencia de edad era grande, empezamos a hablarnos de tú a tú y, con el tiempo, descubrimos que teníamos cada vez más cosas en común. Es un enorme privilegio que alguien con tanta experiencia, te vaya marcando y guiando en el camino del arte, no solo a través de correcciones, sino también compartiendo vivencias y consejos. Todo ello supone un auténtico enriquecimiento personal y artístico», concluye el pintor.