Surge el comunicado y vuelan las preguntas. Es un Carlos Alcaraz que anuncia de sopetón que no seguirá con Juan Carlos Ferrero. Es una ruptura casi abrupta, porque hasta ahora, la relación parecía estable, forjada con cariño casi paterno-filial, con todos sus … pros y contras, desde hace siete años y consolidada en 24 títulos, seis Grand Slams y el número 1. Pero, en plena pretemporada para 2026, el mensaje: «Tras más de siete años juntos, Juanki y yo hemos decidido poner fin a nuestra etapa juntos como entrenador y jugador. Hemos conseguido llegar a la cima, y siento que, si nuestros caminos deportivos tenían que separarse, debía ser desde ahí arriba. Desde el lugar por el que siempre trabajamos y al que siempre aspiramos llegar», acertaba a decir el murciano, aunque sin aclarar un motivo definitivo. «Me hubiera gustado seguir», dejaba caer el técnico en su propio adiós, al que no quiere cerrarle la puerta del todo: «Estoy convencido de que los buenos recuerdos y las buenas personas siempre encuentran la manera de volver a cruzarse». Pero Alcaraz, que ha ido ganando peso en el tenis y en las decisiones sobre su vida y su carrera, sigue ahora su propio camino.

Han sido siete años de intensa relación entrenador-pupilo que llegó a convertirse por momentos en padre-hijo, de tanto que han pasado juntos. Para lo bueno y para lo malo. Ha habido lágrimas de orgullo, abrazos que quedan en el imaginario emocional de ambos, halagos en las dos direcciones. «Juan Carlos es mi segundo padre, no lo cambiaría por nada del mundo», soltó el murciano en 2022, alcanzada por primera vez la cima del mundo. Pero, como en toda relación, sobre todo tan estrecha, llega el desgaste, y el día a día también ha expuesto ciertas diferencias, algunas de ellas han podido pesar en esta decisión.

Como también discrepancias económicas a la hora de negociar contratos para asumir juntos el futuro.

Entre bromas y no bromas, siempre estuvo el tema del uso del móvil, y la profesionalidad dentro y fuera de la pista. El maestro presionaba; el pupilo aprendía, a su manera. A principios de 2023, Alcaraz se lesionó y reconocería después que no había hecho algunas cosas bien en su tiempo de descanso. Algo en lo que ha insistido Ferrero siempre, en privado y también en público. A finales de 2024, el valenciano dio un toque de atención sobre cierta falta de madurez en algunos momentos: «Si Carlos quiere ser el mejor, tiene que ser profesional todo el año«. También las fiestas han sido tema de conversación, con un Alcaraz que defiende la expansión, mientras que Ferrero trataba de tirar de las riendas. »Para ser el mejor de la historia, esclavo tienes que ser. Quiero que sea el mejor de la historia, pero no sé si voy a aguantar así«, decía el técnico en el documental del tenista.

Roces que pueden formar parte de este cambio de rumbo aunque el propio Alcaraz siempre ha defendido lo mucho que ha ayudado Ferrero en su carrera, y admitía estas discrepancias como parte del juego en una entrevista concedida a este diario el pasado mes de noviembre: «Si en seis o siete años no ha habido ningún problema, eso sería lo raro. Como nos queremos tanto, nos decimos las cosas que muchas veces no nos queremos decir. Incluso no estamos de acuerdo, y a veces entramos en conflictos». Tras los comunicados de este miércoles, al menos uno de esos conflictos se ha tornado irresoluble.

Lo mejor para él fue volver a entrenarse en casa, en esa academia recién estrenada en El Palmar, donde todo empezó, y donde ahora cierra una etapa con Ferrero, quien esperaba mantenerse en el cargo al menos un poco más. En mayo de 2024 auguraba unos diez años con Alcaraz antes de terminar su papel como técnico de cualquier tenista. Ha concluido antes de lo que él esperaba, según desliza en su comunicado. El desgaste personal y familiar del valenciano también están sobre la mesa, después de tantos años de viajes, primero como tenista y después como tutor del murciano, al que llevó con una hoja de ruta firme, controlada, mientras Alcaraz crecía en decisiones que lo llevan ahora por otros caminos.

«Hemos conseguido llegar a la cima, y siento que, si nuestros caminos deportivos tenían que separarse, debía ser desde ahí arriba. Desde el lugar por el que siempre trabajamos y al que siempre aspiramos llegar»

Todo había ido bien hasta este fin de etapa. Desde que a Alcaraz se le quedara pequeño el club de El Palmar y apareciera Ferrero para llevárselo a su academia, y de ahí, a la élite. «Mi familia me dijo que Juan Carlos quería ser mi entrenador. Me quedé en shock», explicaba el murciano, con 15 años. Ya con 16, cuando dejó de pasar los días en la carretera entre un sitio y otro y se instaló de forma definitiva en Villena, en la misma casa en la que estuvo el propio Ferrero. A partir de ese instante, un plan: convertir a ese chavalito delgaducho y un poco desastre en cuanto a organización, en el campeón de todo que vaticinaba su potencial, su desparpajo y esa forma tan propia de ejecutar cualquier golpe, incluso los más inverosímiles, esos a los que Ferrero, a veces, hubiera contestado «con una colleja».

Pero el plan funcionó a la perfección. Alcaraz aceptó el reto y en 2021 ya se vieron las grandes cualidades que todavía estaban por explotar. Aquellos cuartos de final del US Open, a cinco sets contra Stefanos Tsitsipas, puso su nombre en todos los observadores y especialistas. Para 2022, la realidad llegó con su derecha supersónica: primer Grand Slam y número 1 con 19 años, el más joven de la historia.

«Me hubiera gustado seguir. Estoy convencido de que los buenos recuerdos y las buenas personas siempre encuentran la manera de volver a cruzarse»

Siempre con Ferrero en la banda, como guía emocional, tenístico, y hasta espiritual, el murciano completó etapas, cumplió expectativas, completó mejoras, tachó retos y se inventó otros para hacerse el rey del tenis hoy, en dualidad con Jannik Sinner. Del número 1 y el primer Grand Slam en aquel 2022, a aprender de la tensión propia y ajena en Roland Garros y levantarse para batir a Novak Djokovic en su primera final de Wimbledon 2023. De admitir cierta falta de madurez para ver que la temporada no se acaba en agosto, a levantar consecutivamente París y Londres en 2024. De aceptar que había que ser profesional todo el tiempo, a superar tres puntos de partido en la Philippe Chatrier, a reconquistar el US Open y a sentarse de nuevo en el trono de la ATP en este 2025 espectacular. Entre medias, 18 títulos más, derrotas que dolieron, vacaciones y fiestas, tirones de orejas, abrazos emocionados y una ruptura final, sorprendente desde fuera, cuyos motivos reales solo conocen sus protagonistas, y que marca el fin de una era magnífica y el inicio de otra llena de incógnitas sobre el futuro de ambos.

  • ATP 250 Umag (2021)

  • ATP 500 Río de Janeiro (2022)

  • Masters 1.000 Miami (2022)

  • ATP 500 Conde de Godó (2022)

  • Masters 1.000 Madrid (2022)

  • US Open 2022

  • Número 1 más joven de la historia

  • ATP 250 Buenos Aires (2023)

  • Masters 1.000 Indian Wells (2023)

  • ATP 500 Conde de Godó (2023)

  • Masters 1.000 Madrid (2023)

  • ATP 500 Queen’s (2023)

  • Wimbledon 2023

  • Masters 1.000 Indian Wells (2024)

  • Roland Garros 2024

  • Wimbledon 2024

  • Plata olímpica Juegos de París 2024

  • ATP 500 Pekín (2024)

  • ATP 500 Róterdam

  • Masters 1.000 Montecarlo (2025)

  • Masters 1.000 Roma (2025)

  • Roland Garros 2025

  • ATP 500 Queen’s (2025)

  • Masters 1.000 Cincinnati (2025)

  • US Open 2025

  • ATP 500 Tokio (2025)

  • Número 1 (2025)