Cuarentenas forzosas y militares con mascarillas desinfectando calles, edificios y parques. Algunas escenas felizmente enterradas de la estrategia ‘covid cero’ han regresado estos días a una ciudad China. Es Foshan, en la costera provincia de Guangdong (antigua Cantón), que cuenta con casi la mitad de los 7.700 contagiados por un virus transmitido por mosquitos que mata en uno de cada mil casos. Hoy, como cinco años atrás, el pueblo ha sido conminado a blindar al resto del país de la amenaza con una “campaña patriótica de sanidad pública”. Puede sonar hiperbólico pero a China nadie la convencerá de que pecar por defecto es la mejor fórmula en estas crisis.

El primer caso de chikungunya, identificado el 8 de julio, fue un ciudadano llegado desde el extranjero. En la semana a caballo entre julio y agosto contaron las autoridades provinciales casi 3.000 nuevos contagios. El fin de semana rozaban los 8.000, casi todos concentrados en esa grisácea ciudad sureña, y algún caso aislado en las vecinas Hong Kong y Macao y en la provincia central de Hunan. Es su rápida propagación, que no su mortalidad, la que ha disparado las alarmas. Y a las autoridades cantonesas no les faltan medios ni imaginación.

Han echado a volar drones para encontrar y destruir los nidos de mosquitos en las zonas más inaccesibles. Han introducido un ejército de 5.000 peces en lagos y estanques conocidos por su voracidad con los insectos. La universidad de Guangzhou soltó mosquitos gigantes (Toxorhynchites splendens) en el distrito más castigado porque su dieta se basa en las larvas del mosquito que causa la infección (Aedes aegypti) y no en la sangre humana.

Multas de 130 euros

La población ha recibido instrucciones precisas de defenderse de las picaduras con repelentes y redes mosquiteras y de retirar el agua estancada de sus casas. De las macetas, de los posos de las cafeteras, de las botellas, incluso del cuenco para las mascotas… cualquier depósito es un potencial vivero. Los funcionarios van de puerta en puerta fiscalizando el cumplimiento y recordando las multas de 10.000 yuanes (unos 130 euros) e incluso cargos criminales por “obstruir la prevención de enfermedades infecciosas”. Un comité vecinal ha desvelado que a cinco hogares se les ha cortado la luz por su tozuda dejadez.

Algunas ciudades habían ordenado a los llegados de Foshan una cuarentena domiciliaria de uno a 14 días pero la medida fue retirada. Los contagiados en el epicentro del brote, en cambio, están obligados a permanecer en el hospital con sus camas protegidas por redes durante una semana o hasta que dan negativo en los análisis.

Fiebre alta y dolor muscular

El virus chikungunya fue identificado a mediados del siglo pasado en Tanzania y se ha extendido por amplias zonas del África subsahariana y el sudeste asiático. Ha sido detectado ya en 110 países. China es uno de ellos, pero siempre en casos esporádicos. Los picotazos de los mosquitos son su principal vía de contagio aunque también puede contagiarse de madre a hijo en el útero o por transfusiones sanguíneas. El grueso de la población es susceptible al virus y la infección suele desarrollar inmunidad por largo tiempo. Los síntomas suelen revelarse entre tres y doce días después de la picadura: fiebre alta, erupción cutánea, dolores musculares y de cabeza, náuseas e inflamación de las articulaciones. Suelen desaparecer en una semana aunque una minoría experimentará dolores articulares durante meses o años. En este brote no ha habido aún ni un caso grave y el 95 % de los pacientes han sido dados de alta en una semana, según las autoridades chinas. Un millón de personas contrae anualmente este virus que carece de tratamiento médico y mata al 0,1 % de los infectados.

La mediática campaña ha provocado un ‘déjà vu’ de escala nacional. Han pasado tres años desde que China voló los diques de la política covid cero pero sigue aún muy presente. Aquella experiencia osciló entre la molestia y lo traumático, justificadísima en los primeros años para blindar al país de una epidemia global y prescindible por inútil en los últimos y agotadores meses. Pero salvó millones de vidas, según estudios científicos internacionales, y no hay argumento de más peso para un Gobierno tan paternalista como el chino. Este fin de semana volvió a asustar a los pequineses con un inminente diluvio que no pasó de cuatro de gotas y suele desaconsejar pisar la calle con alertas de huracanes que terminan en brisas. Esa lógica explica que mate estos mosquitos a cañonazos.

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