Susie Wiles era el cerebro discreto, la mente privilegiada que dirige en la sombra la Casa Blanca en la segunda presidencia de Donald Trump desde su cargo de jefa de gabinete. Pero su reputación de hábil y oscura operadora política saltó por los aires esta semana con la explosiva entrevista que le concedió a la revista Vanity Fair en la que dejó titulares corrosivos sobre el presidente y sus colaboradores más cercanos.
Wiles permitió que el escritor Chris Whipple compartiera con ella días enteros en el complejo presidencial y en sus largas conversaciones dejó perlas que han conmocionado la política estadounidense, pero, sobre todo, abrió una grieta inesperada en una mujer respetada por los suyos y temida por sus rivales por su personalidad inteligente e impenetrable.
En el extenso reportaje en dos entregas publicado por la revista, Wiles afirma que Trump «tiene la personalidad de un alcohólico«, porque «funciona con la visión de que no hay nada que no pueda hacer. Nada, cero, nada».
Sobre el vicepresidente JD Vance, que se perfila como uno de los candidatos a suceder a Trump en el liderazgo republicano, Wiles despacha que fue «un teórico de la conspiración por más de una década» y que nunca había sido un verdadero acólito del movimiento trumpista MAGA. Su conversión en uno de los más fervientes partidarios del presidente y su segundo en el gobierno había sido «en cierto modo política».
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El archimillonario Elon Musk tampoco se libra de la inesperada franqueza en los comentarios de Wiles. La jefa de gabinete lo describe como «un consumidor declarado de ketamina«, alguien hiperactivo acostumbrado a pernoctar en un saco de dormir en el despacho y con el que tuvo algunas diferencias mientras dirigió el Departamento creado por Trump para que recortara drásticamente la administración federal.
Wiles no duda en censurar el modo en que Musk desmanteló la Agencia para la Ayuda y el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés). «Ninguna persona racional podría pensar que el proceso seguido con USAID fue bueno. Nadie», dijo.
La publicación de la entrevista desató un terremoto inesperado en la Casa Blanca, que trató de contener los daños. La propia Wiles publicó un mensaje en la red social X, que apenas usa, para asegurar que el reportaje de Vanity Fair «es una pieza engañosamente elaborada que me golpea a mí, al mejor presidente y al mejor gabinete de la historia». Wiles se quejó de que «se ignoró un importante contexto y mucho de lo que otros y yo dijimos sobre el equipo y el presidente se dejó fuera de la historia» con el fin de crear una «narrativa negativa» sobre la Administración Trump.
El propio presidente salió en defensa de Wiles en una entrevista de urgencia en el periódico afín The New York Post, en la que dijo que «ella es fantástica». Aunque admitió que no había leído el reportaje, aseguró que el entrevistador había sido «muy engañoso».
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Pero a nadie pasó por alto que Wiles no desmintió directamente ninguna de las declaraciones que le atribuye la revista. Y todos los comentaristas políticos estadounidenses se preguntan ahora lo mismo. ¿Por qué accedió a desnudarse así en 11 largas conversaciones con Whipple? ¿Por qué a sus 67 años y con una carrera de más de 40 años de carrera a la sombra de presidentes y gobernadores, Wiles cometió este error, alguien conocido por su dominio de la comunicación política?
Whipple es el autor de un libro sobre los jefes de gabinete de la Casa Blanca y cómo moldearon el legado de los distintos presidentes. Quizá por una vez, en su larga carrera a la sombra del poder, Wiles se dejó llevar por la vanidad y quiso verse comparada con grandes figuras de la historia.
Sea como sea, pocos observadores salen de su asombro. Wiles era vista como una de las pocas dirigentes ortodoxas y eficientes en el gobierno de un presidente explosivo y un gabinete lleno de figuras polémicas, como el secretario de Defensa, Pete Hegseth, un expresentador de TV acusado de agresión sexual y abuso del alcohol, o el asesor de Seguridad Nacional Stephen Miller, conocido por sus posiciones ultraconservadoras.
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A Wiles se le atribuye el éxito de la estrategia con la que Trump renació políticamente después del caótico fin de su primera presidencia y haberle convencido de seguir sus consejos para evitar los daños de los excesos a los que se ha dado el personaje. Ella fue una de las claves de la neutralización del peligro que suponía la candidatura en las primarias republicanas del gobernador de Florida, Ron DeSantis, y el cerebro de la campaña en la que Trump acabó derrotando por un margen mayor de lo esperado a su rival demócrata, Kamala Harris. Según Joe Gruters, expresidente del Partido Republicano en Florida, Wiles es la «asesora política más valiosa del país».
Nacida en Nueva Jersey hace 68 años, madre y abuela, en un perfil publicado por Politico el año pasado se describía como una moderada. Cuando apenas tenía 20 años, empezó trabajando en círculos políticos en Washington, donde se enganchó como asesora a la campaña del entonces candidato Ronald Reagan, que la mantuvo como asesora en la Casa Blanca.
En esos años se forjó una mujer de mentalidad tradicional, una republicana a la antigua usanza que, sin embargo, no ha tenido inconveniente en poner su talento al servicio del líder que ha transformado radicalmente el movimiento conservador en Estados Unidos.
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Tras su paso por la política nacional, se desplazó a Florida, donde ayudó a Rick Scott a convertirse en gobernador y donde terminó de construir el prestigio que llevó a que Trump se fijara en ella.
A ella se le atribuyen algunos de los eventos de la campaña de 2024 que le granjearon a Trump la simpatía de muchos votantes y lo presentaron como un candidato popular frente a la elitista Harris, como cuando lo hizo llegar a un mitin conduciendo un tráiler o lo puso a servir desayunos en un McDonald’s.
Hay pocas dudas de que el presidente le debe mucho. La duda ahora es si su confianza se mantendrá intacta después de lo que ella le contó a Whipple.
Susie Wiles era el cerebro discreto, la mente privilegiada que dirige en la sombra la Casa Blanca en la segunda presidencia de Donald Trump desde su cargo de jefa de gabinete. Pero su reputación de hábil y oscura operadora política saltó por los aires esta semana con la explosiva entrevista que le concedió a la revista Vanity Fair en la que dejó titulares corrosivos sobre el presidente y sus colaboradores más cercanos.