Guillermo Balbona

Jueves, 18 de diciembre 2025, 20:00

Reparar no solo el desconocimiento de un artista brillante, sino también restituir su legado al lugar que le corresponde dentro de la historia del arte, es el doble objetivo de la exposición de Raimundo de Madrazo que exhibe Fundación Mapfre hasta finales de enero, un puente entre temporadas expositivas. Desacreditada por el canon artístico posterior, su obra ha permanecido injustamente ignorada por la crítica y la historia del arte. Organizada junto con el Meadows Museum (Dallas), la muestra recupera, a través de un centenar de sus obras más significativas, el lenguaje de quien fue uno de los pintores más cosmopolitas de su tiempo. Raimundo de Madrazo (Roma, 1841-Versalles, 1920) perteneció a la tercera generación de una de las familias significativas de la pintura española del XIX. Su abuelo, el santanderino José de Madrazo fue primer director-pintor del Museo del Prado y patriarca de esa larga saga de artistas, cuyo hijos fueron los pintores Federico y Luis de Madrazo, el escritor Pedro de Madrazo, el arquitecto Juan de Madrazo o la coleccionista Cecilia de Madrazo, que se convertiría en la mujer de Mariano Fortuny. Pintor preferido de la burguesía del XIX, Fundación Mapfre presenta una completa exposición del maestro del retrato, miembro de esa familia de artistas muy influyente en su época. Con tan solo trece años, ingresa en la Escuela de San Fernando, donde destaca en la práctica del dibujo, disciplina en la que sería formado por su padre y su abuelo, quienes la concebían como el fundamento de toda creación artística. Sus obras de adolescencia son reflejo de las enseñanzas académicas de la escuela.

Comisariada por Amaya Alzaga, historiadora del arte y profesora en la UNED, recupera la figura del maestro del retrato un siglo después de su muerte. A finales del XIX era el más solicitado por el mundo del poder y la aristocracia cultural a la hora de retratarse. Pero la huella del pintor ha estado sumida en el olvido o silenciada durante cien años. Una de las paradojas, señalada por la comisaria, es que Madrazo, como artista español, era incómodo para los franceses y, a su vez, era considerado un traidor para los criterios y significados de la saga familiar. Alzaga ha logrado con una concienzuda investigación que salieran a relucir cuadros de Raimundo de Madrazo cuyo paradero se desconocía, enriqueciendo esta retrospectiva.

Raimundo de Madrazo y Garreta. 'Estudio de los Madrazo en la calle Alcalá', c. 1856-1858. Óleo sobre lienzo, 32,5 x 42,5 cm. Colección Madrazo. Comunidad de Madrid.

Raimundo de Madrazo y Garreta. ‘Estudio de los Madrazo en la calle Alcalá’, c. 1856-1858. Óleo sobre lienzo, 32,5 x 42,5 cm. Colección Madrazo. Comunidad de Madrid.

© Fotografía: Luis Escobar

La obra de Raimundo de Madrazo fue considerada en su época un símbolo de elegancia, emulación del pasado y respeto por la tradición, y el pintor se situó como «figura fundamental en la escena artística y en los círculos sociales más distinguidos e internacionales de finales del XIX y principios del XX». No obstante, con el paso del tiempo y el advenimiento de las nuevas corrientes artísticas, precisamente «ese gusto refinado, la minuciosa representación de interiores y la destreza técnica en la reproducción de texturas y materiales provocaron que su producción quedara relegada en la posterior historiografía artística».

Provocativos anuncios con un ‘Se busca’, y visitas a casas y palacios sirvieron a la comisaria para hallar algunas obras. De hecho, publicó en redes sociales y en revistas académicas el retrato de una señora del XIX pintada por Raimundo de Madrazo, sobre cuyo vestido rosa colocó una banda que le cruzaba el pecho con la frase: ‘Se busca’. Hay que tener en cuenta que Raimundo de Madrazo vendió la mayor parte de su creación, calculada en más de 400 cuadros, a particulares, con lo que la dispersión era obvia, dada la atracción por uno de los más exitosos retratistas de la nobleza y la alta burguesía, tanto en Europa como en Estados Unidos. La comisaria dijo en las presentaciones que «Raimundo pintaba a nuestros bisabuelos, así que pensamos que buena parte de su producción seguía en manos privadas, en colecciones y salones particulares. Y acertamos».

Entre París y Estados Unidos

La muestra en la sede madrileña de Mapfre recuerda que Madrazo obtuvo su ansiada consagración oficial en la Exposición Universal de 1878, a la que concurrió con catorce obras, que merecieron una Primera medalla y la concesión de la Cruz de Caballero de la Legión de Honor. La exhibición en la Fundación del Paseo de Recoletos, que en 2026 viajará a Dallas, se estructura en ocho secciones entre lo temático y lo cronológico. El recorrido que traza recuerda su formación primera en París, periodo en el que aún no había tomado distancia respecto a la pintura de historia. Fue al cumplir 20 años cuando Raimundo de Madrazo viajó a París a terminar su formación artística. Seguía así la tradición familiar pues su abuelo y su padre habían frecuentado respectivamente los ateliers parisinos de Jacques-Louis David y Jean-Auguste-Dominique Ingres. A diferencia de ellos, el tercer gran representante de la saga más reputada de la pintura española del XIX no regresó a España y desarrolló toda su carrera entre París y EEUU, donde realiza distintas tournées de retratos a partir de 1897 mientras se apagaba su papel en la escena artística francesa.

Raimundo de Madrazo y Garreta. 'Aline Masson', finales de 1870. Óleo sobre lienzo, 47 x 40 cm. Colección particular.

Raimundo de Madrazo y Garreta. ‘Aline Masson’, finales de 1870. Óleo sobre lienzo, 47 x 40 cm. Colección particular.

© Fotografía: Pablo Linés

Asoman en el itinerario de Mapfre obras significativas como el boceto para La muerte de don Lope de Haro en las Cortes de Alfaro, el lienzo que dedicó a la apertura de las Cortes en 1834 o su delicada acuarela ‘Las hijas del Cid’.

En París se dedicó inicialmente a la pintura de género, desarrollando una obra que alcanzó elevadas cotizaciones en un mercado artístico internacional por el preciosismo de sus brillantes interiores y sus habilidades de gran colorista. Desde mediados de la década de 1870 se introduce progresivamente en el retrato, un género en el que acabó convirtiéndose en uno de los preferidos de la alta sociedad, que peregrinaba a su elegante atelier. Durante las décadas de 1870 y 1880 realizó varias obras emblemáticas de este género, ejemplos maestros de la distinción y preciosismo cosmopolitas.

Raimundo de Madrazo y Garreta. 'Autorretrato', 1901. Óleo sobre lienzo, 81,6 x 62,5 cm. Meadows Museum, SMU, Dallas, Algur H. Meadows Collection, MM.73.01.

Raimundo de Madrazo y Garreta. ‘Autorretrato’, 1901. Óleo sobre lienzo, 81,6 x 62,5 cm. Meadows Museum, SMU, Dallas, Algur H. Meadows Collection, MM.73.01.

© Fotografía: Michael Bodycomb

Tal como plasma la muestra, otro artista que resultó ser un referente fundamental en su trayectoria es Mariano Fortuny. Las imágenes de tipos femeninos se deben a esa influencia y la huella preciosista es patente en sus vistas de confesiones en el interior de la iglesia romana de Santa Maria della Pace. La muerte prematura de Fortuny truncó una colaboración que prometía ser prolífica. Triunfaba la pintura académica de historia y emergía el impresionismo, pero Madrazo se quedó en un terreno intermedio, al margen de tendencias. A lo largo de su trayectoria, en realidad, fue testigo a la vez que reflejo de las tensiones y paradojas de la modernidad. Raimundo de Madrazo, en este sentido, se adscribe a la pintura del ‘juste milieu’, ejecutada con grandes dosis de habilidad y perfección técnica, y en la que destaca el ingenio, pero no la desmesura, representaba el gusto mayoritario, «por lo que gozó de gran éxito comercial y de crítica durante la segunda mitad del XIX. Su mirada se adaptó al gusto burgués parisino, centrando su producción en un tipo de escenas realizadas en tablas de pequeño formato, conocidas como tableautins. En estas pequeñas pinturas decorativas o bibelots recreó interiores refinados, decorados con elementos exóticos y figuras femeninas que evocaban bien el exotismo andaluz, bien la elegancia francesa. Madrazo centró buena parte de su creación en escenas que reflejan la vida ociosa de la alta sociedad. Especial relevancia tuvo en ellas la modelo Aline Masson cuya imagen encarnó tanto el ideal de belleza española como el estereotipo de la mujer parisina, elegante y sofisticada. Además, las representaciones de estas ‘Alines’ mundanas alcanzaron notable difusión gracias a la edición de grabados realizada por Goupil, uno de los principales marchantes de Madrazo.

  • En datosRaimundo de Madrazo. Hasta el 18 de enero de 2026. Fundación Mapfre. Organizada junto con el Meadows Museum (Dallas), la retrospectiva recobra, a través de un centenar de sus obras más significativas, su lenguaje y su obra.

  • Investigación
    Comisariada por la profesora de Historia del Arte de la UNED, Amaya Alzaga, su labor ha permitido encontrar cuadros dispersos en colecciones particulares.

Sin embargo, la decadencia fue tan fulgurante como había sido su ascenso, y casi todos los pintores ligados a esta corriente resultaron olvidados por la historiografía del arte y solo recientemente han comenzado a gozar de reconocimiento. Alejado de los géneros decimonónicos por excelencia, tales como la mitología y la pintura de historia, rompió con la tradición que dictaba seguir los pasos de la carrera artística oficial para participar en el circuito del arte establecido. Madrazo, que también abordó el encargo con profusión, triunfó en Estados Unidos con sus retratos de grandes damas con su «reconocido estilo espontáneo y elegante».

Son casi sesenta importantes instituciones y colecciones particulares, nacionales e internacionales, las que han forjado esta muestra, entre las que figuran: el Prado; The Metropolitan Museum of Art, de Nueva York; Clark Art Institute, de Massachusetts; The Hispanic Society of America, de Nueva York, o el Musée d’ Orsay, de París.

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