“Las luces de la casa de GH se apagan. Cuántas emociones hemos vivido dentro”, argumenta Gran Hermano. Hay que vender que acaba una edición vibrante. Aunque sea la más irrelevante y fugaz de la historia. Solo 42 días de convivencia.
El programa sobreimpresiona un inmenso cartel de ‘Gran Final’ en la pantalla requeteutilizada del estudio 6 de Telecinco. Necesita repetir con ahínco que este acabose es épico para sugestionar el sentimiento del personal. Porque, en realidad, a nadie le importa quién gane. Porque no ha pasado nada en el concurso.
Entonces, cómo rellenar tantas horas de final. Sin pruebas, sin conflicto, sin tramas que cerrar. ¿Cómo hacerlo? Pues homenajeando a José Luis Moreno: un ballet liderado por el anterior ganador de GH, Juan, para que se venga arriba el comienzo del reality show. Y las bailarinas intentan sacar a la pista de baile a Jorge Javier Vázquez, que con su sabiduría huye del percal decadente.
Pero los concursantes tienen que aprovechar el (último) momento frente a las cámaras que les queda y empiezan a ejecutar una conga. De repente, se inicia el desparrame de cotillón de Nochevieja y sin necesidad de alcohol. Para que luego digan de los abusos de la tele-realidad.
Los finalistas van llegando al estudio. Uno a uno. La casa de Tres Cantos ya está vacía. De nuevo. Y aparece Aquilino por la puerta del decorado. Y más baile. Minutos y minutos de danza a lo Beyoncebe. Los concursantes-fans de Telecinco intentan repetir dinámicas de aquel canal con el que crecieron. Esta vez, la cosa arrancó bailando Boom Boom de Chayanne. Una canción de 1998. Muy a tono. Muy Risas y estrellas, preludio de Noche de Fiesta. De José Luis Moreno, claro.
Y es buena idea. Si no hay historia emocionante, pues bailemos. “Quiero que mi vida sea todo focos”, afirma, entre coreografía y coreografía, Aquilino que, además, pide una plaza fija de colaborador de realities ahora que está fuera de la casa. Como si los participantes no se hubieran percatado del acelerón que se ha metido al desenlace del reality porque cada semana perdía audiencia. Hasta quedarse en 582.000 espectadores en la última emisión, un dato demasiado pobre para tal inversión. Da igual, los concursantes no están dispuestos a amargarse la final que soñaron. Hacen muy bien. Y se han vestido a tope de brillo de gala, de gala de Nochevieja, para que la final se sienta final.
Y sí que se ha visto como final, desde luego. Pero como un final definitivo. Incluso como una agonía. Cuatro horas de prime time sin nada que contar. Cuatro horas de prime time exentas de motivación y repletas de rodeos hacia el vacío.
Finalmente, Rocío se ha alzado con la victoria y el maletín de 300.000 euros. El dinero suplirá la falta de fama. Lo ha sabido tras aguantar un vídeo que ha recopilado todas las expulsiones del programa, dejando claro que no ha pasado mucho más que gente entrando y saliendo a la casa. Imposible engancharse a una trama.
“Y hasta aquí esta edición de GH20. Muchas gracias”, ha rematado Jorge Javier Vázquez justo antes de mirar a cámara y despedirse con un: “Hasta siempre”, entonado con tal grado de complicidad que ha verbalizado todo lo que el programa no se ha atrevido a decir. En ese mismo instante, Jorge Javier ha bajado las escaleras y se ha salido de plano mientras, al fondo, asomaba el festejo de los concursantes. O, lo que es lo mismo, la celebración de una fama que te imaginaste desde el salón de tu casa. La celebración de una fama que ya no existe, pero que eso no impide poder bailarla como si siguiera existiendo.