Un estudio coordinado desde el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) ha analizado cómo los cambios en las rutinas diarias derivados de la pandemia de COVID-19 afectaron a la calidad de vida relacionada con la salud de personas mayores de 75 años que viven en comunidad.

Los resultados, publicados en la revista Frontiers in Public Health, señalan que más de la mitad de las personas participantes en el estudio (56%) refirieron cambios moderados o considerables en sus rutinas diarias tras la pandemia.

La investigación está liderada desde la Unidad de Investigación en Cuidados y Servicios de Salud (Investén-isciii). Y cuenta con la participación de investigadoras de Red de Investigación en Cronicidad, Atención Primaria y Prevención y Promoción de la Salud (RICAPPS-ISCIII). Así como del Área de Fragilidad y Envejecimiento del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER-ISCIII).

Como parte del estudio multicéntrico Cuidamos+75, esta investigación ha analizado datos de dos cohortes. Con un total de 1.072 personas adultas mayores, entrevistadas entre junio de 2022 y junio de 2023 en diez comunidades autónomas. El diseño fue de seguimiento prospectivo, con cuatro entrevistas realizadas en consulta de enfermería a lo largo de 18 meses.

Las rutinas más afectadas

Los resultados concluyen que un 56% de las personas estudiadas advirtieron cambios moderados o considerables en alguna de sus rutinas diarias. Con las rutinas sociales como las más afectadas (48%), seguidas de las relacionadas con el cuidado de la salud (33%) y las básicas del día a día (26%). Las mujeres reportaron más alteraciones que los hombres en todas las categorías, especialmente en las rutinas básicas y sanitarias.

En referencia a los patrones específicos según el género, las mujeres informaron de cambios más frecuentes en todos los tipos de rutinas. En los hombres, la calidad de vida se mostró más sensible a las alteraciones en las rutinas sanitarias y cuando las rutinas básicas y sanitarias se veían simultáneamente afectadas. En las mujeres, se observó menor calidad de vida cuando las rutinas básicas y sociales se alteraban juntas. Así como cuando los tres tipos de rutinas se veían afectadas simultáneamente.

Consecuencias más allá de la infección

El trabajo señala que la asociación entre los cambios y la calidad de vida fue independiente del estado de infección por COVID-19. Ello sugiere que las consecuencias sociales y ambientales de la pandemia tuvieron un mayor impacto en la salud percibida que la infección en sí misma.

Los factores asociados a una mayor alteración de rutinas fueron: haber perdido a un familiar por COVID-19, mayor percepción de amenaza ante el virus. Y menor apoyo social e independencia funcional. Las mujeres presentaron niveles de ansiedad significativamente más altos y una peor calidad de vida global que los hombres.

Además, la peor calidad de vida se asoció con mayor edad, índice de masa corporal elevado, número de enfermedades crónicas, dependencia funcional y síntomas de ansiedad. No se halló asociación significativa entre infección previa por COVID-19 y calidad de vida.

Teresa Moreno-Casbas y Candela Cameselle-Lago, responsable e investigadora, respectivamente, de Investén-isciii, y Milagros Rico, de la RICAPPS, explican: “Este estudio aporta evidencia novedosa sobre el impacto de la pandemia en las rutinas diarias y la calidad de vida relacionada con la salud entre adultos mayores españoles de 75 años o más que viven en la comunidad, con especial atención a las diferencias de género».

«Los resultados muestran que las personas mayores en España experimentaron cambios sustanciales y persistentes en sus rutinas diarias, y que estos cambios se asociaron con los resultados de calidad de vida”, apunta.